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Delfinario de Varadero: ahogar los obstáculos

El  “show” montado por el huracán Irma en el delfinario de Varadero hubiera resultado menos traumático si se redujera a daños físicos, a destrozos, al desbarajuste de aquellas horas de septiembre del 2017. El cambio de tiempo, la destrucción, el hábitat roto, estresó a los animales.

La profesionalidad de los entrenadores garantiza un show que encanta. Foto: Noryis

Ese otro huracán se había zambullido allí, lento, sin prisa, dispuesto a someterlos, a ahogarlos. Ninguno padeció como la matriarca Cristina. La cuarentona abortó. Se rompía así la cadena de 10 partos logrados. Al último se lo llevó Irma.

Y vino lo peor. “Se deprimió, cayó en estado crítico”. Lo cuenta a media voz Boris García Dulzaides, el médico veterinario aún sobrecogido por los recuerdos. Se acomoda en la silla y me esquiva la mirada. Clava los ojos un año atrás para narrar, demasiado simple, demasiado fácil, el difícil procedimiento que salvó a Cristina.

“Día por día hubo que capturarla, sacarla del agua, hidratarla, colocarle sonda gástrica. Así la medicamos y, con una mano, le dábamos de comer. Metíamos el pescado casi hasta el mismo estómago…”. Casi dos meses duró la operación. De un cálculo de 230 kilogramos, Cristina bajó a 150. Fuera de todo peligro, la verdadera estrella del habitual y famoso show, poco a poco recupera la forma. “Trabaja solo con una rutina de pequeños ejercicios. Ya tiene cierta edad. Hay que cuidarla”.

Nada de fortuito hay en la cura de la delfín hembra. Entre adultos, jóvenes y crías, la salud de los 16 cetáceos se atiende con tal devoción, que el registro en la historia clínica es sorprendentemente exhaustivo. Cada tres meses toca la revisión sanitaria. “¡Muchacha, los chequeos son sagrados!”, acota Boris.

Solo un protocolo así de riguroso explica el excelente estado de la manada, pauta seguida también en la alimentación. “Consumen jurel importado. Como se lo comen crudo, la única manera de evitar gérmenes es asegurando óptima calidad del pescado, también de las condiciones de refrigeración. PescaCaribe es un suministrador muy profesional. Eso nos tranquiliza no imaginas cuánto”.

El saldo de certeros procederes

Boris chequea la buena forma en la que se encuentra el cincuentenario Junior, el delfín más longevo de Cuba. Foto: Noryis

La combinación de esos certeros procederes, la equilibrada relación entre carga de trabajo y descanso, además de otros factores, apuntan relevantes saldos en términos de longevidad. Según Boris, Junior, de 58 años, y la propia Cristina, de 48, clasifican como los delfines de mayor edad en Cuba, y probablemente hasta del mundo, presume. La expectativa de vida de esta especie nombrada nariz de botella (Tursiops truncatus), no suele superar los 40.

Nadie crea que Junior es un viejito y ya, jaranea. “Ese no pierde el brío. Si una le gusta, se cuela por donde sea, rompe, salta…”. Él, padre de todos los nacidos allí; ella, madre de la mayoría, entre los dos registran una marca igual de interesante, un segundo récord. “Tenemos la dicha de figurar entre los pocos en el ámbito internacional en lograr delfines F2, segunda generación nacida en cautiverio. Y pronto, no lo duden, habrá F3, una tercera”, se ufana Boris.

Algunos de los descendientes cambiaron de domicilio. Habitan ahora en Cayo Guillermo, Cayo Largo o en Cienfuegos.

En la posición tres Boris incluye, a su juicio, la más importante de las marcas. “La gente nuestra. Algunos superan los 30 años de experiencia. Constancia, dedicación y paciencia, en ese mismo orden, nos define, en primer lugar a los seis entrenadores”.

Con él coincide Carlos Rafael Padrón Antón. “Son muchos años, en mi caso 26, trabajando para que el show siempre quede mejor. Me gusta lo que hago, lo disfruto…”, sin embargo le inquieta la larga ausencia de atuendos para una actividad agresiva en verano o en invierno. “Necesitamos un uniforme específico. Hay que invertir en enguatadas del tejido lycra, chores, protector solar, bloqueador para proteger la piel… Estabilizar la entrega de trajes isotérmicos. Los zapatos de goma, por ejemplo, hace cuatros años no los recibimos”.

Otro aspecto le preocupa a Carlos Rafael. “Perdimos el comedor obrero cuando aquella directiva… Nos pagan 16 CUC, pero en la zona donde estamos es imposible comprar algo. Se había logrado una merienda, y nos la quitaron”. Es hora de resolver esto, sugiere el experimentado entrenador. “Es muy fuerte el desgaste físico”.

Añejos planteamientos, respuestas pendientes

La Segunda Conferencia Provincial del Sindicato Nacional de Trabajadores de la Hotelería y el Turismo, pactada en Matanzas para mañana martes, será oídos de viejas inquietudes. Digo, si como ya es costumbre, Boris pide la palabra para socializar las preocupaciones de los afiliados que representa.

“En los últimos tres años ha sido agobiante la mala calidad de las mallas. El tiempo de uso caducó y ello dificulta el control de los animales, su permanencia dentro de los portones. Por suerte, anuncia satisfecho, la inmobiliaria del MINTUR correrá con la compra”.

La desproporción entre los elevados aportes monetarios al Estado y los ingresos laborales, fenómeno común en el turismo cubano, se acentúa allí de manera particular. Unos 250 pesos de salario, más 30 pesos por idoneidad, caldean el panorama en un sitio solvente en utilidades, y “en las dos monedas”, enfatiza el administrador Gregorio Morera.

José Aneiro López, especialista principal de recreación, reniega de la Resolución 6 de sistemas de pago, mientras Boris alude otra arista. “Aún se nos imponen los planes económicos, se incrementan cada vez más, a pesar de contar con los mismos recursos. Concebirlos con objetividad, apegados a la realidad, evitaría malestares…”.

En los deseos de cumplir las cifras, pieza clave debe ser la comercialización. En ello les va fatal, sostiene Boris. “Han surgido otros delfinarios, con fórmulas nuevas de promoción y la competencia se vuelve desleal. Nosotros seguimos dependiendo de Cubanacán, Cubatur y de otras agencias de viajes presionadas también por satisfacer sus planes”. Y en ese propósito, estima, no somos prioridad. “Caemos casi en un tercer plano”.

Un montón de iniciativas pudieran allanar el camino. “Hemos propuesto crear algún incentivo para motivar que las agencias vendan nuestro producto. Tenemos cosas que enseñar, que compartir con otros delfinarios internacionales, interesados en la transferencia de conocimientos. Con un correo que solo recibe y no permite responder, es imposible… Solicitamos Internet, conexión wifi, y nada. Sería genial promocionarnos online, tener una página interactiva…”.

Pese a estos inconvenientes, el colectivo del delfinario de Varadero se ha granjeado el respeto de sus visitantes. En TrypAvisor, la influyente web de viajes, se elogia los atractivos del espectáculo, la profesionalidad de los entrenadores, el baño con los cetáceos, piropos que terminan justo ahí.

La mayoría de los comentarios solicitan un mantenimiento integral a la instalación. Y eso es verdad. La maravilla que en este sitio se ha forjado impone respeto. Quien da, quien aporta, también, en recompensa, merece recibir. Para prestigiar al delfinario de Varadero habría que ahogar los obstáculos que lo frenan.

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