“¿Por qué le hicieron esto al carro?”, gritaba fuertemente la señora. Poco le importó la sangre en el pavimento o las gotas de vida que se desvanecían a cada segundo. La sangre me hervía desde el balcón. Poco quedaba por hacer mientras corrían con el joven que se debatía entre la vida y la muerte.
Era un viernes común hasta el estruendoso instante. Como siempre corrí a ver. En otras ocasiones solo eran falsas alarmas, pero los gritos de Olga Elena me demostraron que había ocurrido una desgracia.
Un joven esperaba frente a la panadería, sentado sobre su bicicleta. Sin previo aviso, sin sonar el claxon, sin dar una mínima señal, un camión de la unidad empresarial de base Empresa Eléctrica, chapa B157094, perdió los frenos y colisionó contra el contén.
Unos 10 metros avanzó el Hyundai que permanecía parqueado cerca del muchacho delgado de piel mestiza. La parte trasera del auto quedó destrozada, mas la bicicleta sirvió de frenos al neumático de la bestia de metal e impidió el atropello total del muchacho.
Todo ocurrió en apenas segundos. Lo suficiente para acabar con una vida, es decir, con muchas. De forma inmediata los vecinos se movilizaron, sacaron al joven y buscaron un vehículo para transportarlo al hospital. No supimos más de él.
Sin embargo, los rostros continuaron impactados. La vida puede cambiar en solo un instante. “La mente humana es impredecible”, comenta mi vecino, que había averiguado lo ocurrido: “Al no tener control sobre el vehículo el chofer, que venía por Maceo, pensó en hacer un giro por San Juan, y chocar contra las columnas de la panadería El Tomeguín”. Por desgracia el joven estaba ahí.
Unos gritos dieron entrada a la dueña del auto P000238. Había estacionado para hacer una gestión. No obstante, no fue la más perjudicada, aunque su madre no lo entendió así. La señora continuaba gritando desesperadamente sin entender que un auto se repara, pero la vida no se recupera.
¿Negligencia o destino? ¿Culpables o no? ¿A quién se le ocurre lanzar una bestia de metal contra un espacio público donde a esas horas de la tarde la población se reúne para comprar el pan nuestro de cada día? ¿Perdió los frenos de repente o el sistema no estaba en buenas condiciones desde hace algún tiempo?
Una voz nos dio consuelo: “El hombre está fuera de peligro, está bien”. Pero temo caminar por las calles, de repente comprar el pan también es peligroso.