Muchos habaneros —entre los que me incluyo— sienten preferencia por el Mercado Estatal Plaza-Cerro, ubicado muy cerca de la Ciudad Deportiva, donde ante todo sobresale el buen trato a los clientes y una esmerada limpieza entre el espacioso recinto donde se expenden las frutas, vegetales, viandas y hortalizas, cuya diversidad es más fácil de encontrar allí que en otros establecimientos similares.
En la unidad, remozada hace poco y habilitada con múltiples fines de comercialización de alimentos, laboran cerca de 100 trabajadores, de los cuales más de 70 son hombres y los otros mujeres, quienes en su mayoría se desempeñan como dependientes. Son estibadores (18), custodios (9) y los demás de servicios o administrativos. Entre todos prevalece el interés por satisfacer las demandas de los clientes provenientes de diferentes municipios de la capital.
Verdadero hormiguero. Unos cargan pesados sacos para abastecer las tarimas sin que se produzcan baches; algunos pendientes del orden y la salubridad para evitar que entre los amplios pasillos que dividen los estantes caigan desechos que puedan ocasionar accidentes. No hay tranquilidad laboral en este lugar donde nos fue imposible conversar con su administrador, Oscar Ortiz Durán, siempre inmerso entre los problemas puntuales —inevitables en este tipo de comercio— y la atención a las personas que lo visitan. Por tal motivo dialogamos con Ileana Rivero Nabasafg, especialista principal comercial y segunda al mando.
“Nuestro trabajo diario parte de la discusión e implementación de la Resolución 54 del 2018 de Protección al Consumidor. Antes de comenzar la jornada laboral nos reunimos con los trabajadores y les advertimos sobre la gravedad que significa incumplir esas normas. Somos implacables con el robo en los pesajes de los productos que se venden aquí, cuyo peso puede ser verificado en el área existente para tal fin. Si detectamos una alteración, por leve que sea, inmediatamente adoptamos la medida que corresponde”.
Cerca de un millón de pesos mensuales se comercian en este mercado donde no solo se ofertan provisiones agropecuarias, sino además hay otras dependencias en las que el público puede adquirir panes, galletas y dulces (Unidad básica de la industria alimentaria, Ubia); carne de cerdo, variedad de embutidos, vísceras y ternilla de res (Empresa de Ganado Menor Egame); pollos, patos y huevos (Empresa Avícola); aves de fantasía, flores e hierbas medicinales (cuentapropistas); pescados y sus derivados en croquetas y embutidos (Empresa Mercomar); helados, yogur, quesos y leche cremosa (Lácteos Habana); además de frijoles, arroz y otros granos, especias, mermeladas, y enlatados con multiplicidad de dulces y ensaladas; algunos de estos llevados allí por la dirección de Comercio en el municipio del Cerro y otros por la cooperativa de créditos y servicios Sierra Chiquita, la cual además se encarga del abastecimiento de mercancías agrícolas.
También funciona una cafetería en la que se ofrece pluralidad de alimentos ligeros de buena calidad, aunque con precios un poco elevados, como el de frutas a cinco pesos, moneda nacional; así como de una juguera y una expendedora de helados frozen —con una calidad que no siempre es la mejor—, estos últimos también en manos de cuentapropistas.
En la plaza existe excelente señalización. Cada una de las unidades posee tablillas actualizadas, con el valor de los productos y su peso.
Un lugar emblemático dentro del Mercado Plaza-Cerro es el destinado a la venta de frutas selectas, con diversidad de estas, así como de viandas y hortalizas a precios razonables. Ángel Hernandez González, el Ruso, quien labora allí y es conocido por su buen trato al cliente, dijo que “es muy alentador ver que las personas vienen, compran y se van contentas, así debiera ser en todas partes”.
Yusiel García Escofet, un laborioso joven jefe del departamento cárnico, asegura que “tratamos de ofrecerle al pueblo una amplia variedad de productos cárnicos con calidad. No resulta fácil mantener el abastecimiento diario, pero tratamos de que en las tarimas siempre haya un alimento apetecido por quienes nos visitan”.
Lógicamente, en un mercado con tales dimensiones, en el que los fines de semana transitan más de mil personas cada día, siempre existen desacuerdos con algunas ofertas, como sucede con el despacho de gallinas a 25 pesos que en una de nuestras visitas tenían un peso aceptable y en otro momento eran minúsculas aves que más bien parecían palomas, aspecto que concierne a la empresa avícola resolver y que no debiera de aceptarse para su mercadeo.
Asimismo, en la planta superior (pasillo central del edificio) se producen grandes aglomeraciones de público, las que se hacen más intensas cuando coinciden los expendios de helados —oportunidad que aprovechan los revendedores— y carne de cerdo; aunque la esmerada labor de los custodios del centro, encabezados por Roberto Recio Ugarte (el Nene), permiten el orden y la disciplina en esa área por demás oscura, a falta de iluminación.
“Los custodios que trabajamos por el día —la mayoría lo hace en los horarios de la noche— hemos logrado estabilidad en la disciplina social; mientras que luchamos para que los revendedores no acaparen lo que debe distribuirse entre todos”, dijo el Nene.
La limpieza permanente es un sello distintivo en este mercado, al respecto, Celia González Díaz, al frente de esa actividad, puntualizó que bastan solo tres empleados para mantener ese estado higiénico elogiado por todos. “Eso es producto de entrega y laboriosidad”, dijo.
Lilia Tejeda Rodríguez y Georgina Allen Larraque, vecinas del municipio del Cerro y asiduas visitantes de este establecimiento coinciden al afirmar que “debiera de lucharse porque se mantenga como ejemplo del comercio de alimentos en la capital”.
Da pena ver como en los mercados de la habana hay papas liberadas y en el resto del pais no, sera acaso que el resto del pais no tiene derecho a comer igual
CUANDO SE VERAN LAS PAPAS EN LAS TUNAS EN LOS 90 AÑOS DEL PERIODO ESPECIAL
HABIA OFERTAS SE COSECHABAN EN LA VEGUITA POR LA DIVICION MAMBISA CON MASTRAPA AL FRENTE.
Excelente mercado, también lo visito cada vez que puedo