Una cámara indiscreta captó la imagen irreconocible del Che a su llegada a La Habana en julio de 1966. Estaba feliz de estar en Cuba, pero aún más de la proximidad de hacer realidad su sueño… Entrevista a Juan Carretero Ibáñez, Ariel
Por: Elsa Blaquier Ascaño
Acudimos a entrevistar a Juan Carretero Ibáñez con el propósito de acopiar datos sobre Hermes Peña, el primer internacionalista cubano que dio su vida por la causa de la definitiva liberación de América Latina. En el portal de su casa, entre las plantas que cada mañana riega, conversamos de Hermes, miembro del pelotón suicida de la columna 8 comandada por el Che, quien luego de ser uno de sus ayudantes, cayera luchando en Salta, Argentina, en abril de 1963.
Lentamente fuimos desgranando recuerdos de aquellos tempranos años de la Revolución triunfante, en los que el Che apenas descansaba, para emplear toda su energía en cumplir las tareas que le iba asignando la dirección revolucionaria y entrevistarse con los dirigentes sociales y políticos de diversos países del Tercer Mundo, quienes venían a conocer la experiencia de la Mayor de las Antillas.
La mayoría de aquellas reuniones se realizaban en la noche, hasta bien entrada la madrugada y muchas veces les veía la salida de los primeros rayos del sol. Tenían lugar en casas de seguridad o en las oficinas que el Che fue ocupando en sus diversas responsabilidades.
Juan Carretero, como miembro del Viceministerio Técnico del MININT, bajo las órdenes del comandante Manuel Piñeiro Lozada, “Barbarroja”, fue muchas veces, uno de los encargados de propiciar esos encuentros con visitantes de nuestro continente, por su responsabilidad al frente de la sección de América Latina.
Ariel, su seudónimo, fue testigo de algunas de estas entrevistas en las cuales el Che daba muestras de su capacidad de escuchar y respetar las opiniones del interlocutor. Destacaba su meticulosidad e indagación constante por saber todo lo concerniente a los movimientos sociales de cada país.
Desde su experiencia en la Guatemala de Jacobo Arbenz en 1954, donde vivió el zarpazo del imperialismo, y pudo conocer a muchos líderes revolucionarios del continente, el Che había arraigado sentimientos y convicciones antimperialistas y latinoamericanistas, que se afianzaron aún más con la lucha y el triunfo revolucionario en Cuba. Pero la victoria no le hizo olvidar su planteamiento a Fidel antes de partir en el Granma, que en el momento más oportuno, marcharía a otros países de Latinoamérica, para integrar la lucha revolucionaria, y preferiblemente en su querida Argentina.
Como cuenta Carretero, el Che decía que el día más feliz de su vida sería cuando «pudiera poner sus dos paticas en Argentina». Por eso, a menos de un año de la victoria en Playa Girón, empieza a fraguar la preparación de un grupo guerrillero junto a su compatriota y periodista Jorge Ricardo Masetti, a quien conoció en la Sierra Maestra y que más tarde regresaría a Cuba para fundar la Agencia informativa Prensa Latina.
—Masetti toma el seudónimo de Segundo, por el personaje literario argentino Segundo Sombra, ¿pero en realidad el primer jefe sería el Che?
«Masetti había pasado instrucción militar aquí, en la Escuela de Oficiales de Matanzas, y cumplió junto a Hermes misiones de apoyo a la revolución en Argelia, con el Frente de Liberación Nacional, así que ya tenía experiencia combativa. Hermes sería su apoyo en materia militar y su principal misión era organizar un grupo insurgente en el territorio argentino de Salta, fronterizo con Bolivia. El propósito del Che era incorporarse a ese frente en cuanto lograra un mínimo de condiciones para dirigir desde allí el inicio de la revolución en Argentina. Él prestó una especial atención a la preparación de ese pequeño grupo que no entraría en combate, sino se encargaría de acopiar información e ir creando condiciones para la lucha y al que no se unió, porque Fidel logró persuadirlo de que no lo hiciera hasta que estuviera más avanzada la etapa de supervivencia de esa fuerza inicial».
Ariel explica que para el establecimiento previo de la base de apoyo logístico desde la parte de Bolivia se designaron a los cubanos Abelardo Colomé Ibarra (Furry), hoy General de Cuerpo Ejército retirado, José María Martínez Tamayo (Papi) y Orlando Pantoja Tamayo (Olo), quienes contarían con el apoyo de los hermanos Coco e Inti Peredo y José Luis Méndez Korn, (El Ñato), estos cinco caídos junto al Che en Bolivia, y Rodolfo Saldaña, miembros del Partido Comunista de Bolivia.
—¿Qué papel jugó usted en este momento crucial de crear las condiciones para el grupo de Masetti en la Argentina?
«Hasta ese momento el compañero Olo Pantoja era el Jefe de Operaciones Especiales de nuestro Viceministerio y tenía como segundo a Ulises Estrada, quien también estaba en Bolivia, pero a éste último lo expulsan de ese país, y a Olo se le designa para ocupar el cargo de Jefe de Guarda Fronteras. Entonces me envían a mí. Viajé con Olo hasta Sáo Paulo, Brasil en los primeros días de mayo de 1963 y de ahí seguir a Bolivia a hacer contacto con ellos y venir a informar cómo se desarrolló el paso a Argentina.
«La misión se complicó pues ya los hermanos Peredo y otros militantes del Partido Comunista Boliviano había prestado ayuda a un grupo del Ejército de Liberación Nacional de Perú y después de un duro encuentro con fuerzas de la marina peruana que prestaban servicio en el ancho rio Madre de Dios, afluente del Amazonas, por Puerto Maldonado, algunos habían muerto, como el poeta Javier Heraud. Muchos de los sobrevivientes estaban enfermos de leishmaniosis, enfermedad transmitida por la picada de una mosca, y tuvimos que prestarles ayuda. Hacer contacto con una institución científica que se dedica a la investigación de enfermedades provocadas por la fauna de la zona y contribuir a sanarlos. Entre ellos estaban Héctor Béjar, fundador del Ejército de Liberación Nacional de Perú.
«Algunos fueron apresados por la policía boliviana y las fuerzas de izquierda de ese país iniciaron una lucha política para presionar al gobierno del presidente Víctor Paz Estenssoro a declararlos refugiados políticos, para así evitar su extradición y darles asilo.
«No obstante las dificultades, se organizó el paso del pequeño grupo de Masetti a la Argentina. El primer intento se hizo por Emborozú, al norte de Salta, una finca de un descendiente japonés, miembro del Partido Comunista de Bolivia, cuya entrada era por Tarija, territorio boliviano, y dos o tres kilómetros atrás era Salta, Argentina. Por ahí entraron pero había riscos muy altos y muchos acantilados que hacían imposible el avance; entonces decidieron regresar.
«Para el segundo intento se buscó un puesto fronterizo donde no había mucha custodia ni complicaciones. Así cruzaron en un Jeep y llegaron junto a Furry y Papi, hasta un vado de un río en Salta y de ahí empezar la exploración. Ellos no debían establecer combate sino explorar y crear las bases logísticas que constituirían la retaguardia del futuro grupo guerrillero que operaría más cerca de los poblados más al sur. Debían pasar desapercibidos. Luego de unos días llegó un segundo compañero enviado por el Che, para reforzar al grupo: Alberto Castellanos, quien al igual que Hermes había participado en la invasión como integrante de la Columna 8 “Ciro Redondo”, fue su chofer en la batalla de Santa Clara y estuvo a su lado hasta el año 1963. Tanto Hermes como Castellanos eran hombres de la entera confianza del Che y guerrilleros fogueados en el combate.
«Pero en ese momento en que se está gestando este foco insurgente se da un cambio radical en la situación política en Argentina, donde imperaba una dictadura militar que había derrocado al presidente Arturo Frondizi en marzo de 1962. Se hace un llamado a elecciones en las que saldrá electo Arturo Illias, un viejo político radical, con promesas de cambio que nunca se cumplieron, pero hay un viraje en el panorama político no propicio para la insurrección. Ante la situación se le plantea a Masetti la posibilidad de retirarse, pero él no acepta y hace una declaración del Ejército Guerrillero de los Pobres, donde denuncia los desmanes de la dictadura y plantea que los cambios no son más que una careta de apariencia democrática para no asumir las verdaderas transformaciones que necesita el país para eliminar la pobreza.
«Finalmente son infiltrados por la gendarmería y van cayendo miembros de ese grupo de doce compañeros. Cuando se da el encuentro en Salta, donde muere Hermes Peña, Jorge Ricardo Masetti se encontraba enfermo, queda solo y desaparece. Yo pienso que se despeñó por algún barranco de la zona, donde se producen muchos deslaves y desapareció. Alberto Castellanos es apresado y permanece prisionero cuatro años en Argentina, como peruano, sin que pudieran identificar su verdadera identidad.
«Estos hechos afectaron mucho al Che, quien hizo lo indecible por encontrar a Masetti. Se pudo contactar con un gendarme que habló con gran respeto de aquellos combatientes y brindó información acerca del lugar en que estaba enterrado Hermes, pero afirmó que ellos nunca lograron saber las circunstancias de la muerte de Masetti ni encontrar los restos.
«Ese dolor intenso, no solo por las pérdidas de sus compañeros, sino por no haber podido cumplir aún su auto compromiso de ir a Argentina a luchar, llevó al Che a dedicar más su tiempo a apoyar los movimientos de liberación que iban surgiendo en otras partes de Latinoamérica y del mundo».
— Pero el Che se une a la lucha en el Congo. ¿Cómo fue ese proceso?
«El Che no dejó nunca de explorar posibilidades de sumarse a la lucha armada en otros países, así que siempre nos mantuvimos en contacto. En ese momento existía un auge revolucionario en el mundo y él ya tenía una idea más completa de como debía ser la lucha en América Latina, la cual no podría llevarse a cabo en un solo país. Él había hecho un amplio recorrido por varias naciones africanas y sostenido entrevistas con muchos de sus dirigentes. Cuando se recibe la solicitud de ayuda del Consejo de la Revolución del Congo para entrenar a combatientes africanos en Cuba, Fidel decide que es mejor enviar compañeros voluntarios a realizar dicha labor allá. Él Che decide ir al frente y toma esta participación guerrillera africana como una fase intermedia hasta alcanzar su objetivo definitivo.
«También aquí nuestro viceministerio tuvo una gran participación en la preparación de la misión en la que el compañero Ulises Estrada ocupó gran responsabilidad. En esta oportunidad el Che contó también con la colaboración directa de Papi (José María Martínez Tamayo) y sus compañeros de siempre Tuma, (Carlos Coello, también caído en Bolivia) y Pombo (Harry Villegas)».
Cuando termina la epopeya del Congo y se ven obligados a retirarse a solicitud de la dirección congolesa y la Organización para la Unidad Africana (OUA), el Che retoma su idea de crear un foco guerrillero en Latinoamérica, sobre todo en el cono sur. Como ejemplo de ello Carretero cuenta que «cuando cruzaban el lago Tanganika para salir definitivamente del Congo, el Che le pregunta a Pombo, Tuma y a Papi, si estaban dispuestos a continuar la lucha en otro país, aunque esta fuera larga, compleja y difícil. Él ya había creado bases en Bolivia, donde tenía a Tania y contaba con otros probados colaboradores.
«Papi regresa a Cuba con un mensaje de él de que pasaría un tiempo en la embajada cubana en Tanzania mientras se restablecían los contactos en Bolivia. Solo pide ayuda para la preparación de la documentación de la avanzada de compañeros que se enviarían. Esto creó una incertidumbre en cuanto a su seguridad en Dodoma, la capital, donde podía ser detectada su presencia por las fuerzas especiales de Israel y de la CIA estadounidense, que andaban tras su paradero.
«Che no quería regresar a Cuba. Tenía la idea que hacerlo era engañar al pueblo cubano que le hacía combatiendo en otras tierras. Tampoco quería comprometer más a la Revolución cubana en sus intentos de ir a luchar a Latinoamérica. Fidel me envía junto a su esposa Aleida March con una carta para convencerlo de ir a un punto intermedio donde pudiera dársele mayor protección, tener mejor comunicación y recibir apoyo para hacer realidad su propósito de seguir a Sudamérica. Así se logró convencerlo de viajar a Praga, donde teníamos una pequeña base operativa en la parte vieja de la ciudad, gracias a la colaboración de amigos muy firmes comunistas, en los servicios de seguridad checo.
«Ulises Estrada es el encargado de acompañarlo de Tanzania hasta Praga sin que fueran detectados ni levantar sospecha. Allí se entrevista con Papi, quien le pone al tanto de las acciones que se están emprendiendo en Cuba y el Che lo envía junto a Pombo para activar los contactos en Bolivia con los hermanos Peredo y demás compañeros que desde 1962, habían colaborado en las anteriores misiones, como Saldaña, Vázquez Viaña, el Ñato (Méndez Korner), pero les ordena no hacer ningún acercamiento a Tania.
«Después nos mandan junto a José María Martínez Tamayo y a mí a Praga, ya que por las características físicas de Ulises (negro, de alta estatura), se hacía demasiado llamativo, para acompañar al Che en el país europeo. Papi sale después para La Paz. Pero todo este proceso era lento, había que ir a Praga a hacerle las consultas y volver a Cuba.
«El 9 de abril salgo de Praga a México a entrevistarme con Tania con los objetivos de cambiarle el pasaporte argentino que no tenía sus huellas, revisar el trabajo que había logrado realizar en Bolivia durante los más de dos años de estancia allí y por último tener una idea más precisa y directa de lo que estaba haciendo, además de actualizarla de la situación revolucionaria que había en el continente. Sobre todo mostrarle su Carné de Militante del Partido Comunista de Cuba, firmado personalmente por Fidel, como prueba de reconocimiento a la valía de la labor que venía realizando.
«A mi regreso Fidel me manda con una segunda carta a Praga donde le explica al Che que lo más práctico y útil era volver a Cuba y participar junto al grupo que venía entrenándose para acompañarlo a la lucha en Bolivia. Mi tarea era convencerlo de regresar a Cuba, donde estaría más seguro y podría preparar todo con mayor efectividad. Envían a Pachungo (Alberto Fernández Montes de Oca) a sustituirme en Praga y cumplir la misión de trasladarlo. Llega Fisín (el Doctor en Odontología Luis Carlos García Gutiérrez) quien le había hecho la primera transformación para su salida hacia el Congo y vuelven a cambiar su imagen con prótesis y el depilado. Bajo el nuevo disfraz y en compañía de Pachungo emprende un viaje en el que exploran vías por Europa para evadir su detección por parte de las agencias de inteligencia que estaban en su búsqueda».
El hablar serio y pausado de Ariel se torna alegre y ligero cuando recuerda las peripecias de aquel 21 de julio de 1966 en que se le ordenó, junto al compañero Armando Campos, también por aquellos días Jefe de Departamento en el Viceministerio Técnico del MININT, ir al aeropuerto para esperar junto a la escalerilla del avión, la llegada del Comandante Ernesto Guevara.
«Teníamos todo previsto: el auto Chevrolet del 57 que era de Papi, con un potente motor preparado para carrera y Chicho, experimentado chofer y que pertenecía a la escolta de Fidel, quien sería el encargado de llevarlo sin contratiempos hasta la finca en San Andrés, en el Poblado de la Palma, Pinar del Río, donde se preparaban el resto de los futuros guerrilleros.
«Solo no tuvimos en cuenta que estábamos en vísperas de los festejos del 26 de Julio y comenzaban a llegar delegaciones invitadas a los actos por la fecha. De pronto detectamos a un camarógrafo tomando imágenes de quienes descendían por la escalerilla del avión. Ahí mismo tuve que ponerme a correr. Averigüé que el camarógrafo era del Noticiero ICAIC Latinoamericano, corrí a ver a Alfredo Guevara, me entrevisté con Santiago Álvarez, me disculpé por la intromisión, pero pedí ver yo solo el rollo recién revelado.
«Allí estaba en primer plano el Comandante Ernesto Guevara transformado por el arte de Fisín en un total desconocido, pero era necesario por motivos de seguridad guardar aquella cinta. Así quedó celosamente cuidada la grabación que recoge la imagen del arribo del Che a suelo cubano, feliz de estar nuevamente en su segunda patria, pero aún más de estar muy cerca de hacer realidad su anhelado sueño de llevar la Revolución a Latinoamérica y algún día pisar nuevamente la tierra de Argentina».