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Aniversario 150 del inicio de las guerras de liberación: Los preclaros del 10 de Octubre

Muchos fueron los hombres valiosos implicados en el proyecto emancipador de Cuba desde sus inicios. Al decir de Aldo Daniel Naranjo Tamayo, especialista del Museo Provincial Mario Muñoz y presidente en Granma de la Unión de Historiadores de Cuba, fueron aquellos los días luminosos de la patria.

El grito de independencia protagonizado, en la comarca de Manzanillo, el 10 de octubre de 1868, fue resultado de un largo proceso revolucionario que, en el caso de las regiones de Bayamo, Manzanillo y Jiguaní, pueden situarse en la primavera de 1848. De acuerdo con los testimonios de uno de los conspiradores, Pedro María Céspedes y del Castillo, ya se estaban creando grupos para atacar simultáneamente los cuarteles de esas tres demarcaciones.

Alude el historiador que los estudiosos de este período hasta 1852, Hortensia Pichardo y Fernando Portuondo, descubren que los núcleos de sentimientos patrióticos puros, o sea, de encaminar sus esfuerzos hacia la verdadera soberanía de la isla, son, precisamente, los de estas ciudades del valle del Cauto y del Guacanayabo:

“Cuando se registran los conspiradores en Camagüey, muchos de ellos, como Joaquín de Agüero, fusilado por sus ideas en agosto de 1851, tienen sentimientos independentistas, pero están lastrados por el deseo de anexión a los Estados Unidos. Lo mismo sucedía en Trinidad y Villa Clara, con Francisco de Armenteros.

“El más reconocido por tal pretensión fue Narciso López, quien llegó a desembarcar dos expediciones a Cuba. En una de ellas portó la bandera de la estrella solitaria, la enarboló en Cárdenas, Matanzas, y en la Asamblea de Guáimaro, posteriormente, fue proclamada estandarte nacional.

“Llevaban estos movimientos como un primer objetivo lograr la independencia de Cuba, y luego, mediante consulta, unirse a los Estados Unidos.

“De manera que al hacer un profundo análisis de cada  sujeto histórico de la etapa, son los de la parte oriental quienes aparecen como los luchadores por una libertad auténtica. Por eso es que marcamos el año 1848 como el estreno de toda esta trayectoria que va a tener como punto culminante el alzamiento en La Demajagua”.

Camino a la forja

Afirma el especialista que en 20 años de formación, de lucha, de trabajo abnegado, de buscar y aunar voluntades, se le agotó la vida a esa generación. No obstante el proyecto renació en 1854 y la aspiración era iniciar con la toma simultánea de todos los cuarteles de la zona, según consta en las escrituras de Pedro María de Céspedes, donde afirma, igualmente, que durante ese año y principios del siguiente se dieron “manifestaciones populares”.

“Carlos Manuel de Céspedes era el líder en el territorio de Manzanillo, asistido por su hermano Francisco Javier y un venezolano radicado allí que se nombraba Joaquín Márquez, que había sido Comandante de las huestes dirigidas por Simón Bolívar en América del Sur.

“En Bayamo los fueron Francisco Vicente Aguilera y Francisco Lucas del Castillo y Moreno  e igualmente se estaban realizando importantes conexiones en Jiguaní, con Francisco Bazán”, explicó Aldo Daniel.

Ya en la década de 1860 se reconocen figuras que fueron extraordinarias. Se hace notar el papel más directo de Perucho Figueredo, el cual estaba preparando la marsellesa cubana a petición de Francisco Maceo Osorio, la que fue titulada entonces como La Bayamesa y que se convirtió en Himno Nacional.

“En el caso de Francisco Vicente Aguilera  —continúa el historiador—   era entonces el segundo hombre más acaudalado del país; sin embargo, pone la totalidad de sus bienes en la preparación del proyecto  emancipador, al que se suma desde el comienzo.

“También despunta el abogado Francisco Maceo Osorio que a todos extrañó el giro que dio en su conducta, pues de un simpatizante del Gobierno español se convirtió en animador por la independencia y en uno de los que más trabajó dentro de la juventud bayamesa para ponerla en pie de lucha contra la corona de España.

“Otra figura descollante fue Donato del Mármol y Tamayo, quien junto a Céspedes y Luis Figueredo y Cisneros, hermano de Perucho, se ubica entre los principales patriotas que van a respaldar la decisión de un alzamiento inmediato.

“En Manzanillo no puede dejarse de mencionar a Bartolomé Masó y Márquez, decisivo en todas las disposiciones. En documentación que le pertenece confiesa el revolucionario que en un momento determinado quiso convencer al líder de esperar un tiempo más.

“Sin embargo los acontecimientos se precipitaron y tuvieron que adelantar la fecha de sublevación, por eso después acotó “… y la vida misma vino a demostrar que toda la razón la tenía Carlos Manuel de Céspedes y yo mismo me convencí de que las revoluciones no son como las soñamos, sino como las circunstancias las hacen nacer”.

Sobre la decisión de fijar un término para el levantamiento, el 2 de octubre de 1868, Céspedes le argumentó a Aguilera, uno de los que intercedía por aplazarlo: “…a las conspiraciones que se prepararan mucho tiempo nunca le falta un traidor que las descubra” y al mismo tiempo le decía que el armamento se le arrebataría al enemigo, que no había que buscarlas afuera porque venían en los hombros de las columnas españolas.

“Y la historia corroboró este acierto  —justifica el también analista—, pues todas las guerras en Cuba se hicieron, posteriormente, bajo esa tremenda concepción”.

Ismael de Céspedes Yero, hijo de Francisco Javier, fue el hombre que recibió en el telégrafo de Bayamo, el famoso telegrama en el que se mandaba a poner bajo cautiverio a los principales conspiradores de la región. Sobre el hecho valora:

“De manera que tuvo un papel protagónico porque era el director del Telégrafo y por tanto tenía las claves con las que pudo descifrar el mensaje y retenerlo 24 horas para dar tiempo a avisar a los implicados en la orden.

“Mientras algunos de los bayameses nombrados en la lista huyeron a sus haciendas para ponerse a resguardo ante cualquier prisión, fue Carlos Manuel de Céspedes el patricio que dijo: “Vamos a alzarnos”, y  tomó en sus manos el centro de libertador de Cuba, dispuesto a jugarse el todo por el todo contra el Gobierno español y su ejército. Conociendo ya del comunicado el 7 de octubre en la noche, comenzó a citar a todos los partidarios para su ingenio.

“Es por eso que al amanecer del siguiente día, desde Yara hasta Pilón, comienzan a organizarse y movilizarse los grupos existentes: más de mil 200 hombres estuvieron dispuestos a levantarse en armas”.

Sucesos memorables ocurren el día 9. Pedro María de Céspedes se alza en su finca Caridad de Vicana con 400 hombres y toma incluso el pequeño cuartel que existía en ese lugar, los que se reconocen como los tiros incipientes de la insurrección, y, al mismo tiempo, fue la primera vez que se izó la bandera diseñada por Céspedes.

La Demajagua, altar sagrado de la Patria

“El 10 de octubre amanecen en La Demajagua unos 600 hombres, y es allí donde se acrisolan los símbolos que van a acompañar a la Revolución Cubana: primero la libertad a los esclavos, no solo los de Céspedes, sino los de los hacendados que lo acompañan; valientes que se despojaron de una valiosa propiedad por sus ideales.

“Comenzar una Revolución atacando uno de los principales sostenes del régimen colonial, que era la esclavitud, dice mucho del pensamiento radical revolucionario de los hombres de esa generación, como valoró Fidel una centuria después.

“Allí se realizó el juramento de la bandera, que es el segundo, e incluso se creó la escolta que la acompañó camino a las contiendas próximas y que fue comandada por el bayamés Emilio Tamayo.

“Por último se dio lectura al Manifiesto que Céspedes había preparado al pueblo de Cuba y las demás naciones, el cual contenía la plataforma ideológica: “… son las causas económicas, políticas y sociales las que obligan a los cubanos a alzarse en armas contra el régimen imperante”. Este es el programa mínimo que va a encabezar las gestas. Ahí estaba todo: la igualdad, la justicia social: “A nadie excluiremos de nuestro proyecto”, proponía el Padre de la Patria

“En este patriota no hay ambivalencia alguna. Él estuvo por la formación de la nación cubana y por la integración del pueblo en una misma comunidad étnica, cultural.

“Por eso es que Fidel mira tan hondo en Céspedes y lo retrata como hombre inmortal y luminoso que inició en Cuba una única Revolución, y es este, a su vez, uno de los aportes más extraordinarios del líder histórico a nuestra historiografía y al pensamiento político-social”.

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