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Al César lo que es del judo

Bakú.— En esta hermosa capital azerí, que demostró capacidad organizativa, convocatoria de primer nivel político (los presidentes de Rusia, Mongolia y Azerbaiyán estuvieron en la clausura) y un clima agradable para hacer judo, concluyó el Campeonato Mundial de este deporte, en el cual Cuba terminó octava por naciones con dos medallas de plata y Japón volvió a repetir su triunfo por naciones con siete títulos individuales y uno en el equipo mixto.

Muchas son las ideas que afloraron del torneo y en especial la actuación de nuestros 10 representantes, cuatro de ellos entre los siete primeros, tres entre los 16 mejores, uno quedó en la ronda de 32, mientras dos perdieron en su debut en la Sala Deportiva Nacional de Gimnástica.

A todas luces es una victoria regresar con alguna presea a casa, tradición que Cuba mantiene desde Belgrado 1989 y que la reafirma como la quinta nación histórica en una tabla de preseas organizada por títulos (18-21-38); sin embargo, desde Chelyabinsk 2014 no respiramos y saltamos con una dorada, cuando Idalis Ortiz ganó su segunda corona a este nivel.

Y la causa de no tener nuevos monarcas en nuestras filas y de parecer distante y casi inalcanzables los cetros universales alcanzados por la selección nacional femenina en 1995 y 2005 o el título olímpico del 2000 tiene múltiples caras, tanto deportivas como económicas, pues este arte marcial, desde hace una década, tiene un sistema competitivo muy riguroso que exige para los puntos de su ranking, por solo citar un ejemplo, la participación en Grand Prix o Grand Slam, casi todos convocados para Europa y Asia.

La base de preparación hecha por nuestros muchachos en Hungría durante el mes anterior al mundial fue pura invitación de la Federación Internacional de Judo (IJF), que también cubre la presencia de no pocos nombres en torneos de primer nivel. ¿Hasta cuándo podrá ser así? Si la IJF lo ha asumido es simplemente porque comprende que ser quinta potencia del mundo siendo un país subdesarrollado es un mérito extraordinario.

¿Se valora esto igual por nuestras autoridades cuando la combinación de 77 medallas mundiales y 36 olímpicas solo la tienen en Cuba dos deportes: boxeo (135 y 73) y judo, pues otros bien ponderados no lo logran como la lucha (99 y 22) o el atletismo (56 y 40)? ¿Es que acaso olvidamos que los mayores premios llegaron por disciplina, constancia y trabajo de equipo, pero también por una sistematicidad de bases de entrenamiento y torneos en Europa?

No oobstante esa realidad, de que en la actualidad no hay un nivel parejo de calidad en las siete divisiones como antes existió en nuestra escuadra nacional femenina, emblemática siempre de esta historia; de que la búsqueda de talento todavía es insuficiente en el país; de que la práctica en la base se reduce además porque no hay accesibilidad a judoguis baratos; y de que la fuerza técnica, como la de muchos deportes, ha emigrado en busca de lógicas mejoras económicas, Cuba lidereó a América en el Campeonato Mundial de Bakú, por delante de Brasil, Colombia y Argentina.

Insuficiencias claras son imprescindibles decirlas también. Nos falta consolidar el trabajo en newaza, de ahí que perdiéramos varios combates por eso. Hay que insistir más en la concentración y aspectos técnicos, pues el judo cada vez es más de técnica que empujones y fuerza. Se necesita mayor estudio de los rivales y una preparación psicológica superior, vitales en el deporte moderno.

Hubo derrotas inesperadas como la de Kaliema Antomarchi y retornos triunfantes como la plata de Idalis; ascensos importantes como el segundo lugar de Iván Silva y lamentables lesiones como las de Asley González que impidieron una medalla casi segura. Hay vacíos por llenar en las divisiones pequeñas de ambos sexos y son esperanzadoras las faenas de Maylín del Toro (5ta), Melisa Hurtado y Osniel Solís, estos últimos entre los 16 primeros.

Con lo mejor que tenemos hoy se hizo lo ajustado al pronóstico, pues los cuatro que terminaron entre los siete primeros eran quienes tenían esa responsabilidad más Kaliema. La caída ante Brasil en la lid por equipos (4-3) fue bien peleada y esta vez no pudo definir Idalis, pero qué más se le puede pedir a una judoca que en dos días efectuó ocho combates y solo perdió dos.

La cuenta regresiva en los tatamis hacia los Juegos Olímpicos de Tokío, adonde será imposible llevar equipo completo, aunque sí 10 judocas en pos de cuatro preseas, está contando desde que en mayo pasado iniciaron los eventos punteables. Al César lo que es del César, reza un refrán muy antiguo, por lo que si queremos festejos y podios en la capital nipona hay que pensarlo desde ahora, no solo con una base de entrenamiento final meses previos a la cita de los cinco aros, sino con el necesario recorrido competitivo que deben vencer para eso.

El judo cubano está consciente de que no vive sus momentos de glorias y se manifestó en los Juegos Centroamericanos y del Caribe, pero tiene potencialidades panamericanas, mundiales y olímpicas, por lo que siempre hay contar con ellos. Aplaudamos el esfuerzo, felicitemos a los medallistas (a Idalis doble por su cumpleaños el pasado 28 de septiembre), cambiemos lo que haya que cambiar, pero hagámoslo pronto, porque este deporte escribe su historia cada día, dando ippones y medallas. No tienen de otra.

 

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