El Congreso Campesino en Armas fue convocado en septiembre de 1958 por el Comité Regional Campesino, con el empeño de fortalecer el movimiento campesino y las fuerzas revolucionarias en torno al Ejército Rebelde
Las grandes distancias a recorrer, a pie o a caballo, y el peligro que entrañaba hacerlo por zonas de constantes acciones bélicas, no impidieron que 203 campesinos residentes en los municipios controlados por los combatientes del Segundo Frente Oriental Frank País —Alto Songo, Mayarí, Sagua de Tánamo, Baracoa, Yateras, Guantánamo y San Luis—, así como Banes y Antilla, que aún no lo estaban, se reunieran el 21 de septiembre de 1958 en Soledad de Mayarí para efectuar el Congreso Campesino en Armas.
Respondían a la convocatoria lanzada por el Comité Regional Agrario, apoyado por la Comandancia Central del Segundo Frente Oriental Frank País, con el propósito de unirlos en el enfrentamiento a la explotación a que estaban sometidos, nada diferente a la padecida por la gran mayoría de la población.
Situación del campesinado y los obreros agrícolas
En el territorio que abarcó el Segundo Frente coexistían extensos latifundios; poderosas compañías estadounidenses; miles de familias campesinas opuestas a los atropellos y desmanes de aquellos, y trabajadores agrícolas, fundamentalmente en plantaciones cañeras y cafetaleras, que atesoraban un rico historial de lucha por sus reivindicaciones. También convivían comerciantes especuladores, intermediarios y elementos desclasados que, apoyados por la guardia rural, imponían la ley del más fuerte.
Inmersos en la insalubridad y la incultura, los campesinos recababan el apoyo de las fuerzas rebeldes para poner fin al pago de altas rentas o la entrega de significativas partes de los productos por ellos cosechados; a los créditos al garrote, y a la venta de sus cosechas a precios muy por debajo de los establecidos.
Los obreros agrícolas recibían un salario inferior al mínimo vigente; igual ocurría con el pago de la lata de café, tanto para secadero como para despulpe, y clamaban porque se les garantizara el trabajo, pues con el pretexto del estado de guerra, las compañías extranjeras y grandes terratenientes suspendían las labores y culpaban por ello al Ejército Rebelde.
El inestimable apoyo de las masas
Las condiciones infrahumanas en que se desarrollaba la vida del campesinado incidió en que meses antes, en abril —transcurridos escasos días de su arribo a la región—, el jefe del Segundo Frente, Comandante Raúl Castro Ruz, decidiera crear los Comités de Campesinos Revolucionarios, con las misiones iniciales de acopiar víveres y almacenarlos en lugares seguros, organizar un servicio de información y enlaces, e integrar patrullas encargadas de preservar el orden.
Tales Comités devinieron eslabón de contacto permanente y organizado entre el campesinado y los mandos rebeldes de sus respectivas zonas, y de ellos se nutrieron el Servicio de Inteligencia y la Policía rebeldes con que contó el Frente, cuyo jefe determinó también la creación de un Buró Agrario, que se encargara de promover e impulsar el movimiento campesino con vistas a convertirlo en un poderoso ejército auxiliar llamado a cumplir importantes misiones dentro de las líneas táctica y estratégica de la Comandancia Central.
La organización de ese sector poblacional continuó perfilándose, y 32 destacados dirigentes campesinos se reunieron el 10 de julio de 1958 en Calabazas de Sagua para constituir el Comité Regional Campesino, el cual quedó presidido por José Ramírez Cruz, Pepe, y Teodoro Pereira La Rosa como vicepresidente. En reunión efectuada el 30 de ese mes el nuevo órgano acordó:
- Alertar a los caficultores a no vender el quintal de café por menos de $42.50, su precio oficial.
- Exhortar a los campesinos a apoyar el impuesto de guerra de un 10 % de las ventas de sus productos, como forma de contribuir a los gastos de la contienda bélica.
- Trasladar al Buró Agrario la propuesta de entregar títulos de propiedad a los precaristas antes de que finalizara la guerra.
Una cita trascendental
El Comité Regional Campesino tuvo que enfrentar una campaña de propaganda e intrigas desatada por elementos anticomunistas empeñados en dividir y confundir al campesinado, especialmente dirigida contra Pepe Ramírez, de conocida militancia comunista. Con el empeño de fortalecer el movimiento campesino y la unidad de las fuerzas revolucionarias en torno al Ejército Rebelde, el 30 de agosto, previa consulta con la Comandancia Central, el Comité Regional convocó a un congreso, el 21 de septiembre, en Calabazas de Sagua, en las estribaciones de Sierra Cristal, lugar que reunía todas las condiciones de seguridad por resultar de difícil acceso para el ejército de la tiranía.
Previamente, integrantes del Comité y activistas de este, visitaron las asociaciones campesinas para explicarles lo necesario de su ejecución. Para entonces sumaban 84 los comités, lo que requirió de la realización de seis grandes concentraciones que, no obstante los constantes bombardeos de la aviación del régimen, contaron con la asistencia de miles de campesinos que patentizaron su total apoyo a las fuerzas revolucionarias.
Los delegados, democráticamente electos en sus correspondientes asociaciones, salvaron las distancias, a pie o a caballo, sorteando ríos o arroyos crecidos, y bajo la amenaza de los frecuentes bombardeos y ametrallamientos aéreos, para estar presentes en la trascendental cita de Calabazas de Sagua, pero días antes ese lugar fue objeto de incursiones de la aviación y se determinó efectuar la reunión en Soledad de Mayarí.
El Congreso sesionó en el rústico salón de bailes de Juan Clavel, donde en presencia del Comandante Raúl Castro Ruz, jefe del Frente, los delegados debatieron acerca de los acuciantes problemas que los afectaban, patentizaron su firme apoyo al Ejército Rebelde y cambiaron el nombre de Comité Regional Campesino por el de Comité Regional Agrario, para cuya presidencia eligieron a Teodoro Pereira La Rosa, con Pepe Ramírez Cruz como vice.
Al pronunciar las palabras de clausura, Raúl definió a la unidad como el arma más poderosa de las masas populares, e indicó que por esa razón, y con el marcado propósito de impedir su consumación, los enemigos del proceso revolucionario, los traidores a las masas campesinas y los defensores de los privilegios creados, se esforzaban por dividir al campesinado por todos los medios posibles.
Entre otras cuestiones de suma relevancia les señaló:
“(…) No interpretéis la aparición de un divisionista en nuestras filas como mera casualidad; nadie por amor al arte viene a tratar de dividirnos, eso tiene un fin premeditado, y a ése, alguien lo ha mandado (…) ¿Y quién puede oponerse al progreso de los campesinos, si no los eternos enemigos del pueblo que prosiguen la lucha en los campos y ciudades (…) en guerra desigual contra trabajadores y campesinos? (…).
“¡Frente a los divisionistas, frente a los intereses creados, frente a los enemigos del progreso, de nuestro empeño, del progreso de las grandes mayorías humildes del país, una palabra, una consigna, un lema: ¡unidad! ¡unidad! ¡unidad!”.