Que fuera el propio tiempo quien diera la oportunidad de dar razones, cabe también en la historia de 13 cubanas y guerrilleras. La confianza de Fidel, entonces líder del Ejército Rebelde, las hizo acogerse en plena Sierra Maestra.
Transcurría el año 1958, decisivo en el rumbo de la lucha revolucionaria, cuando cavilaba el líder la formación de un grupo de mujeres que pudiera participar en el frente de batallas, en igualdad de condiciones que el resto de los combatientes.
Recuerda Edemis Tamayo Núñez, la Gallega, las dificultades de este para convencer a su Estado Mayor sobre la estructura que proponía:
“Convocó a la sazón a una reunión en la Comandancia de La Plata para ver la opinión que tenían sus integrantes sobre la idea de vincularnos directamente a la lucha. Casi ninguno estuvo de acuerdo con que se nos dieran armas, sobre todo porque aún quedaban hombres sin estos pertrechos. Pero Fidel dijo que él tenía plena confianza en las mujeres y que estas sí podían ser excelentes soldados para defender la causa común.
“Así fue que el 4 de septiembre quedó constituido el pelotón Mariana Grajales, en homenaje a la Madre de la Patria. El Comandante en Jefe, para ratificar su seguridad en nuestro valor, personalmente se dedicó a darnos instrucciones militares y guiarnos en las prácticas de tiro.
“Nos dieron un fusil M1 y nos uniformaron como al resto de los guerrilleros. En ese sentido tampoco hubo distinción. Se decidió en aquel momento, por la aptitud demostrada, que fuera Isabel Rielo la jefa, una determinación acertada pues era una mujer enérgica y de mucha firmeza y convicción”.
Para la incipiente formación vinieron días de pruebas. El bautismo de fuego acaeció el 27 de septiembre con el combate de Cerro Pelado, en el actual municipio de Bartolomé Masó: “Todas quedamos ilesas. Ninguna de nosotras se amilanó ni se dejó ganar por el miedo. La verdad es que nos portamos muy bien durante la embestida”, asegura la granmense con prontitud.
Pero era otra también la suerte que las acompañaba:
“Nosotras fuimos de las escoltas de nuestro líder durante el tiempo que permanecimos en La Plata: hacíamos la guardia y al lugar al que él se dirigiera lo custodiábamos. Ya en ese momento sentíamos que estábamos haciendo cosas importantísimas y vivimos anécdotas incomparables.
“Al concluir las acciones en Cerro Pelado nos mandaron otra vez para la Comandancia, y al llegar allí nos dijeron que Fidel estaba en otro lugar. Al instante, y con todo el agotamiento que teníamos, partimos hacia ese sitio, que era retomar el camino antes recorrido. Así de grande era nuestra responsabilidad. Y son cosas que no se olvidan.
“Hasta el día de hoy ha sido mi mayor orgullo significar que fui una de las que cuidó de él, que con mi vida defendía la suya”.
Semanas después del estreno en la línea enemiga de Las Marianas, como se les llamó después, al Comandante Eddy Suñol se le encargó la misión de crear en Holguín el IV Frente Simón Bolívar.
“Fue uno de los más reacios a que se alistaran mujeres- cuenta la combatiente- Por ese tiempo se recuperaba de las heridas que le propiciaron en la operación de Las Mercedes y estaba pidiendo una tropa para partir hacia el norte. Para su sorpresa Fidel le ordenó que incorporara a cuatro de nosotras, entre ellas Teté Puebla y yo, y no tuvo otra opción que obedecer.
“Tiempo después le escribió al máximo líder expresando que una vez más había tenido razón y que el coraje de Las Marianas estaba probado. Junto a él participamos en los enfrentamientos de La Presa y Los Güiros, siempre cumpliendo con la promesa de no cejar”.
El resto del grupo igualmente participó en otras batallas entre las que cuenta la toma de Guisa, a 16 kilómetros de Bayamo, acción que duró unos 11 días y que prácticamente les cuesta la vida al quedar sepultadas tras el impacto de un proyectil en la posición que defendían.
“Los combates fueron una experiencia extraordinaria. Debíamos cumplir con la misión asignada y al mismo tiempo cuidarnos de no ser heridas o capturadas. Vivir el momento del fragor es hacer derroche de valentía. Aun mantengo frescos en la memoria aquellos instantes de intercambio hostil”, recuerda Edemis.
Al triunfar la Revolución esta valerosa mujer contaba con apenas 15 años: poner su juventud y el resto de su vida a disposición de lo que considera la causa más justa pasó a ser su verdad:
“También me llena de regocijo que ninguna de nosotras traicionó, al contrario, defendimos siempre, desde donde estuviéramos, la obra que contribuimos a forjar”.