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El síndrome Mailén

José Alejandro Rodríguez / Juventud Rebelde

Tras más de 70 días de una fiera batalla por su vida, Mailén Díaz Almaguer parte del hospital Calixto García, donde ha dejado un antes y un después. Ya lo más duro ha pasado. La rescataron de impredecibles zarpazos de la muerte, y ahora comenzará una nueva fase de estabilización y rehabilitación en el Hermanos Ameijeiras.

Las enfermeras que cuidaron a Mailén, y que estuvieron a su cabecera, velándola y atendiéndola como a una princesa, aún se enternecen al mencionarla. Fotos:Maykel Espinosa Rodríguez

Mientras la trasladan en camilla hacia la ambulancia, la joven lanza besos al aire como solo puede hacerse a los 19 años. Y llora hacia adentro, silenciosamente, con una precoz nostalgia. Del lado de acá, también lloran los «sanadores» primeros de la única sobreviviente del accidente aéreo del 18 de mayo pasado en La Habana: médicos, enfermeras, sicólogos y demás trabajadores del Calixto, contagiados para siempre del síndrome afectivo que les ha legado Mailén. Sienten su ausencia luego de tantas jornadas sin relojes ni descansos por salvarla.

Mailén fue la prueba de fuego para la joven sicóloga de solo 26 años Onelia Solano Basulto.

El hospital Calixto García, el más experto y sabio en el tratamiento a pacientes politraumatizados, recibió aquella tarde de viernes a Mailén, a Gretell Landrove Font y a Emiley Sánchez De la O. Comenzaría así un insólito combate, que implicó aunar equipos multidisciplinarios de la medicina, con expertos también de otras instituciones de salud. Talento y agallas para atender a lesionados de un avión que se estrella poco después de despegar. Son pocos los que se salvan de esas tragedias aéreas, pero quedan dislocados en cuerpo y alma de tanta fiereza. Y solo sobrevivió Mailén.

El doctor Esteban Reyes, profesor principal de Medicina Intensiva y Emergencia, también siente el traslado de la  paciente hacia el Hermanos Ameijeiras como si se le fuera algo de muy adentro. No es para menos. El acompañó al eminente Armando González, jefe de la sala de Terapia Intensiva del Calixto, en la gran confabulación por la vida de Mailén, junto a tantos notables y expertos galenos de distintas disciplinas e instituciones médicas reunidos allí.

Se le quiebra la voz cuando habla de la muchacha a un profesional que ha visto y tratado tanto sufrimiento humano. Pero retorna al equilibrio para explicar la complejidad del caso: lesiones a nivel de columna, cervical, torácica, dorsal, en extremidades, tibia, peroné, pelvis, quemaduras, lesiones a nivel de glúteo, que requirieron de curas y drenajes frecuentemente. Por la afectación medular, quedó parapléjica, y su organismo drenó por diversos sitios, lo que trajo complicaciones.

Hubo intervenciones quirúrgicas, estabilizaciones y desestabilizaciones, avances y retrocesos en su sistema hemodinámico. La evolución no fue nada lineal en una paciente en estado tan crítico, con constantes peligros para su vida y las enfermedades oportunistas que comprometen e inmunodeprimen.

El doctor Esteban Reyes siente, con el traslado de la joven hacia el Hermanos Ameijeiras, como que se le va algo de muy adentro.

Desde la fase de emergencia y urgencia, mientras se trataba a la joven con denuedo y enfoques médicos sistémicos, se priorizó la atención esmerada a los familiares, que al principio estaban en estado de shock y no se movían de un local asignado en el hospital. La información precisa y constante, con prudencia y tacto, pero siempre con la verdad en la mano. Era una especie de equilibrio entre expectativas reales y esperanzas. Eso, además de las atenciones que tuvieron desde los más altos niveles de decisión del país.

Vamos, hay que seguir luchando

Todos en el equipo multidisciplinario coinciden en que es una familia sencilla de pueblo, muy colaborativa y unida, con valores humanos, cooperación y receptividad, por encima de sus penas e incertidumbres. Pero, especialmente, la abuela fue el pilar. Una señora de gran sensibilidad, fortaleza y confianza en que su nieta se salvaría. Con el ánimo siempre arriba. En los momentos más difíciles era quien levantaba al resto, y decía: «Vamos, hay que seguir luchando».

Entre el equipo y Mailén fue germinando un toma y daca, una retroalimentación biunívoca que fortalecieron los estoicismos y esperanzas respectivos. No era una paciente común. Sí escuchaba, y mantenía comunicación. Aún con una traqueotomía, y sin poder hablar, hablaba, asentía o negaba con sus ojos intensos y bellos. Reflejaba pena o alegría. Todos los que la atendieron allí confiesan que es una muchacha muy hermosa, en lo externo, y en eso que va por dentro y le dicen alma. Tiraba besos a médicos y enfermeras, y les manifestaba que los quería, con sus códigos emergentes.

En las estrategias de comunicación con la paciente y su familia tuvo especial protagonismo el equipo de sicólogos, liderado por Jesús Efraín Ajuria Lauzurique, jefe de esos servicios en el Calixto García. Los especialistas fueron percatándose de que la joven estaba desorientada desde el punto de vista temporal y espacial, y había desarrollado una reacción al trauma.

Esenciales resultaron las estrategias de comunicación con la paciente y su familia, comenta el profesor Jesús Efraín Ajuria Lauzurique, al frente del equipo de Sicología.

Con sumo cuidado, obligados a restudiar la sicología de desastres, fueron asumiendo la problemática de lo que se denomina «memoria fragmentada», pues todavía no hay un proceso de síntesis e integración. Un ejemplo de esto es que Mailén insistía en que había tenido un accidente de carretera. Y cuando se le explicó que era de aviación, abría los ojos desmesuradamente, movía la cabeza en signo de negación. A la larga, con el tiempo, ella debe reconstruir la memoria de los hechos acaecidos.

Amputada la pierna, no la esperanza

Un momento muy difícil fue la preparación para la amputación de la pierna izquierda, al nivel de la rodilla, que a pesar de todos los esfuerzos, ya comprometía su vida. Primero el tratamiento fue con la familia, pero a la paciente, en esa situación que tenía, inmunodeprimida, no se le podía anticipar nada sobre lo que resultaba imprescindible.

Después de la operación, la muchacha indagaba por su pierna, como que intuía algo. Y para asearla le ponían un parabán en la mitad del cuerpo. Las enfermeras le enrollaban una colcha en el sitio. Pero ella sospechaba…  Y en el momento indicado fue que se le comunicó, con muchos argumentos y cuidados.

Otra situación crítica se dio dos semanas antes de que marchara hacia el Hermanos Ameijeiras: un empeoramiento respiratorio y cardiocirculatorio producto de la lesión a nivel cervical. Y de este fueron saliendo de forma progresiva gracias a la estrategia multidisciplinaria, hasta que se pudo marchar con el mínimo de antibióticos y con la perspectiva de suspenderlos al final.

Desde un principio la comunicación fue decisiva. Se idearon muchos artilugios. Primero, una especie de alfabeto en una hoja, y quien la atendía iba deslizando sus dedos sobre este, letra a letra, como en una güija, hasta que Mailén asintiera con los ojos en la indicada. Así, lentamente, se armaba una frase de ella. Ya después articulaba las palabras aunque no las pronunciara, y sus interlocutores aprendieron a leer los movimientos de sus labios.

Una paciente excepcional

La excepcionalidad de Mailén como paciente fue revelándose con los días. Ella facilitó sobremanera el tratamiento porque expresaba su consentimiento y comprensión de cada paso, aunque tuviera dudas e incertidumbres. Siempre la salvaba su sensibilidad, su elevado componente afectivo, su cariño expansivo y una estoicidad a toda prueba, que emergió en las dolorosas y cruentas curas de sus lesiones, entre las caricias de sus enfermeras, que ocultaban una que otra lágrima.

Ellas, que la cuidaban las 24 horas, se enternecen al mencionarla. Todas actuaban en consonancia con las estrategias y órdenes del equipo médico, pero le insuflaban su aliento muy personal. Estaban allí, a su cabecera, velándola y atendiéndola como a una princesa. Y como Mailén es dulce y juguetona, hasta presumida, le cambiaban todos los días de peinado, le pintaban los labios, le echaban cremitas en el rostro. Le ponían hebillas en el pelo, le lavaban el cabello con buen champú que traían de sus casas.

Todo el mundo la complacía. Hubo médicos que le traían bombones. Y hasta se mandó a buscar a Holguín un muñeco de peluche que le acompañaba desde su infancia. Le pusieron una bocinita de música. La seño Evelyn le cantaba la canción Chiquita mía, de Álvaro Torres, que fue tema de la celebración de los 15 de Mailén.

Lo colectivo puede más

Fueron más de 70 días excepcionales y una lección final: el trabajo colectivo y multidisciplinario puede mucho más, fortalece la experiencia de cada quien y su visión sistémica de la medicina, al tiempo que, en los momentos más difíciles, desarrolla las relaciones afectivas no solo con el paciente y sus familiares, sino entre los propios miembros del equipo. Es una ganancia humanista también.

Hay curiosas coincidencias en la vida: Onelia Solano Basulto, sicóloga de la sala de Terapia Intensiva, con apenas 26 años, había comenzado a trabajar allí en el Calixto solo unas semanas antes. Y la holguinera fue su prueba de fuego, pues le ayudó a creer para siempre que su lugar es ese, de cara a lo difícil y tenso. El doctor Armando González, durante muchos años jefe de Terapia Intensiva, fue el timonel de esta expedición arriesgada por Mailén, antes de jubilarse ya con 70 años, y habiéndolo visto y enfrentado todo, o casi todo. Enigmas cuasi genéticos de la medicina cubana, entre uno que parte y otra que llega.

Al mencionar a Mailén y su ida en pos de otra etapa de recuperación y rehabilitación, todos los que encuesté, desde el más encumbrado especialista hasta la trabajadora más humilde del hospital, confesaron que la extrañan y que sienten como un vacío desde que se fue.

Especial protagonismo tuvo en la atención del caso el equipo de sicólogos.

Le pregunto al profesor Ajuria si cree que algún día esta singular paciente se aparecerá en el Calixto. Y responde con un brillo en los ojos: «Más que aparecerse por aquí, lo más importante es que Mailén sea una muchacha muy feliz sin su pierna. Ella se lo merece».

Confesiones de un médico

 

Doctor Ifrán Martínez Gálvez.

«Llevo laborando 30 años en el hospital Calixto García. Comencé de enfermero, y después estudié Medicina. Me especialicé en Angiología.

«El caso de Mailén me obligó y me va a seguir obligando a ser más integral como médico, pero también a elevar mi sensibilidad humana como profesional.

«Tengo mucha experiencia con amputados en mi especialidad. Pensé  que ella se iba a desplomar, pues es una muchacha de apenas 19 años. La mayoría de las personas se deprimen en esas circunstancias; sin embargo, ella no se derrumbó.

«Esta paciente trajo discusiones fuertes, y al mismo tiempo hermosas, en el equipo multidisciplinario, así como debates entre las distintas especialidades. Teníamos un afán feroz por salvarla y nadie quería fallar en su especialidad. Aprendimos más medicina en estas discusiones, porque tuvimos que recordar y desempolvar conocimientos.

«Los profesores de Rehabilitación también jugaron un papel vital. Era un intercambio valioso, siempre liderado por la profesora Olguita, designada por el Ministerio de Salud Pública, y por nuestro director entonces, el doctor Carlos Alberto Martínez Blanco.

«Martínez era como el árbitro, el moderador. Él nos calmaba y nos exhortaba, y siempre nos decía: “Sin prisa, pero sin pausa”».

Lo positivo, ahora que Mailén está en el Hermanos Ameijeiras, es que el profesor Pardo, jefe de Terapia Intensiva de ese hospital, fue parte de nuestro equipo desde el comienzo. Y conoce esta historia tanto como nosotros. Con él aprendimos cómo se discute un caso. Yo respeto mucho con qué carisma y técnica este profesor da un criterio.

El día que trasladaron a Mailén fue muy triste. Es que ya no éramos paciente y profesionales de la salud. Éramos más que familia. No la hemos visto más.

Si me preguntan diría que hubiésemos querido que la recuperación hubiera concluido en el Calixto, pero también entendimos que ya el hospital había cumplido su misión, que era preservarle la vida. Muchos de nosotros desearíamos volver a atenderla. Lo más importante es la satisfacción de haber aportado lo nuestro en su evolución». (Doctor Ifrán Martínez Gálvez, subdirector del hospital Calixto García)


Hospital de referencia

El hospital Calixto García es la institución médico-docente más antigua y de mayor tradición de nuestro país, en la que se han formado, en sus ya más de 120 años, miles de profesionales y técnicos de la salud de reconocido prestigio.

Cuenta con una tecnología de avanzada y un equipo multidisciplinario de médicos, profesionales de la salud y personal paramédico de alta calificación y experiencia. A lo largo de su historia, este hospital ha sido pionero en el desarrollo e implementación de diversas y novedosas técnicas, lo que nos ha hecho ser el hospital universitario por excelencia.

Con frecuencia se celebra un congreso para conmemorar el aniversario de su fundación, para que los investigadores, trabajadores de la salud y personal afín a las ciencias biomédicas de todo el país y de otras partes del mundo, puedan unirse y compartir experiencias.

Los antecedentes del centro datan de enero de 1896. Se reconoce que en tiempos de la colonia jugó un papel importante en la sanidad militar. La construcción del inmueble original estuvo a cargo del ingeniero Carlos E. Cadalso. Al inaugurarse solo tenía nueve pabellones y 200 camas.

De acuerdo con información ofrecida en el sitio web de la institución, en la actualidad el centenario hospital presta servicios asistenciales en más de 30 especialidades  y medios de diagnóstico, con un total aproximado de más de 2 280 trabajadores de todas las categorías ocupacionales.


Nota:

Este texto fue elaborado a partir de los testimonios de los siguientes integrantes del colectivo del hospital Calixto García: doctor Ifrán Martínez Gálvez, subdirector del centro y angiólogo; doctor Esteban Reyes, especialista en Medicina Intensiva y Emergencia; doctor Jorge Ernesto Ruiz, jefe de Anestesiología; doctor Luis Garcés, nutriólogo; Jesús Efraín Ajuria, jefe de los Servicios de Sicología; Orlando Castellanos Santiesteban, sicólogo de Neurocirugía, Neurología Ictus y Neumología; Hary Aguilera Cárdenas, sicólogo de la Unidad de Intervención en Crisis; Onelia Solano Basulto, sicóloga de la sala de Terapia Intensiva; Alicia Sende Oduardo, jefa de Enfermería del hospital; Grisel Díaz Bacallao, jefa de Enfermería de la sala de Terapia Intensiva; Marlene Hernández, enfermera supervisora; Yarisleidy Cobas, jefa de Enfermería de la sala de Nefrología; Evelyn Sotomayor, enfermera de la sala de Terapia Intermedia, y Dora Álvarez, jefa de Enfermería de la sala de Quemados.

Aspiramos, en una segunda entrega, a entrevistar a los familiares de Mailén. Y soñamos con que algún día, cuando estén creadas las condiciones, podamos entrevistarla a ella.

Agradecemos también a nuestra asistente de Redacción Mercedes del Risco, por su constancia y generosidad en transcribir tantas horas de entrevistas para que pudiera redactarse y publicarse esta historia.

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