Una sencilla mirada al Proyecto de Constitución —que desde el pasado martes está en venta en los estanquillos— nos brinda la confianza y la certeza de que nuestra patria, la que habitamos, tiene garantizada la independencia, libertad y soberanía nacional.
Se trata de un texto amplio, que recoge con bastante exactitud — aunque en su introducción se explica que no abarca ni expresa en detalles “todos los ámbitos de la vida política, económica y social”— el quehacer de una nación consagrada, por sobre todas las cosas, en mantener el socialismo como su mejor carta de triunfo en aras de preservar la justicia, la igualdad, la equidad y otros valores como el internacionalismo, la cooperación y la ayuda mutua, en materia de relaciones internacionales.
Tal y como se expone en la propia introducción, lo componen 224 artículos (87 más que la actual Constitución), divididos en 11 títulos, 24 capítulos y 16 secciones, los cuales resultaron enriquecidos durante la primera sesión ordinaria de la Asamblea Nacional del Poder Popular, en su IX Legislatura, los días 21 y 22 de julio.
Casi todo aparece recogido en estas líneas que, a mi juicio, expresan con meridiana claridad los destinos de nuestra patria. Claro está, la sapiencia de la Comisión que tuvo a su cargo la redacción del Proyecto — que estuvo presidida por el General de Ejército Raúl Castro Ruz, Primer Secretario del Partido Comunista de Cuba—, además de las experiencias, conocimientos y compromisos de los diputados no bastan para dar el punto final a un documento de gran trascendencia histórica, como es el caso.
Será el pueblo, desde los rincones más apartados hasta las grandes ciudades, el que legitimará su contenido. Primero en la consulta popular que a partir del próximo 13 de agosto y hasta el 15 de noviembre se desarrollará en centros de trabajo, de estudio y en las comunidades; y luego en el referendo popular que tendrá lugar en los próximos meses.
Se inicia ahora el proceso de recogida de opiniones y criterios, de intercambios y profundización sobre los aspectos menos comprendidos, todo ello bajo la conducción del Partido, vanguardia organizada y fuerza dirigente superior de la sociedad y el Estado; y otras organizaciones políticas y de masas.
Mas el éxito de cuanto se haga en ese sentido radicará en la participación consciente y en la preparación individual. El carácter democrático y participativo de nuestro proyecto social presupone entonces tener muy en cuenta los criterios de trabajadores, cederistas, federadas, estudiantes.
Lograr un documento lo mejor acabado posible, atemperado a los nuevos tiempos, que incluya elementos hasta ahora no contemplados reclaman el estudio consciente del Proyecto puesto a consideración.
No resultará suficiente dar una rápida mirada; hay que leerlo y estudiarlo con detenimiento. Quizás a algunos les sea útil hacer apuntes, marcar lo imprescindible, y solo así la participación será fructífera y enriquecedora, pues no se puede hablar de lo que no se conoce.
Tengamos en cuenta que la Carta Magna —en tanto Ley suprema de la República— recoge el sentir popular, pero de alguna manera también “toca” intereses personales y proyectos de vida. De ahí la importancia de que todo se exprese de manera abierta y sincera para luego considerar cuanta propuesta se realice.
Como es de suponer, algunos criterios no tendrán por qué coincidir. Más en la ruta de las posibles divergencias lo esencial, tal y como aseguró en estas propias páginas el colega Francisco Rodríguez, es el consenso; garantía de la unidad de todos los cubanos.
No será este Proceso el cauce equivocado para opiniones oportunistas pues, precisamente, la actual reforma Constitucional descansa sus cimientos en las ideas de Martí y de Fidel, de modo particular en su concepto de Revolución, cuando dijo: “Revolución es sentido del momento histórico; es cambiar todo lo que debe ser cambiado; es igualdad y libertad plenas…”.
Por tanto, esta Ley de leyes debe contemplar y recoger el quehacer de la nación en aras de alcanzar el socialismo próspero y sostenible que nos proponemos, así como apoyar las vías y caminos necesarios para lograr dicho propósito.
Más que cambios hay adiciones sustanciales, modificaciones imprescindibles que permiten dar sustento jurídico-legal a nuestra vida política, económica y social.
Habrá que seguir de cerca lo que sucederá desde el venidero 13 de agosto —fecha de extraordinaria significación, el aniversario 92 del natalicio del invicto líder de la Revolución Fidel Castro Ruz— y que, sin lugar a duda, culminará con una digna respuesta en el referendo popular. A partir de entonces, y una vez aprobada, habrá que tener presente su estricta observancia.
A eso llamó Fidel en 1976, durante el acto de entrega de la Constitución de la República, al enunciar una idea que hoy mantiene absoluta vigencia: “La Revolución no puede crear una Constitución, no puede crear instituciones, no puede crear principios que no se cumplan”. Tarea que será nuestra una vez que quede aprobada definitivamente.