Pocas partituras han recibido tantos acercamientos coreográficos como La consagración de la primavera, de Igor Stravinsky, desde su primera presentación escénica en 1913.
Vaslav Nijinsky la coreografió para los Ballet Rusos de Serguéi Diáguilev, y su estreno en París fue prácticamente una batalla campal entre los que la aplaudieron y los que la rechazaron.
Hasta la fecha, inspirados por la fuerza arrasadora de la música y de las pautas trazadas por Nijinsky, los más reconocidos coreógrafos del mundo han recreado esta consagración. Por eso asumirla es un reto titánico.
Liliam Padrón no ha resistido la tentación, y ha creado para su compañía Danza Espiral una coreografía que rehúye en buena medida la monumentalidad de otras versiones.
En su Consagración, estrenada en el mes de junio en Matanzas, participan apenas cinco bailarines —incluida ella—, en un montaje que explora también ciertos referentes literarios: la novela homónima de Alejo Carpentier.
El sábado 28 y el domingo 29 (8.30 p.m. y 5:00 p.m., respectivamente) la compañía matancera subirá al escenario de la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba con una versión que se centra en el diálogo entre las tradiciones.
“La obra transcurre como un testimonio o, si se quiere, como la historia de un conjunto danzario que se verá abocado a confrontar su lenguaje habitual con el que propone la codificación de Nijinski”, escribe en el programa el crítico José Alegría.
Liliam Padrón “construye” su pieza a partir de la pluralidad, el mestizaje y la “contaminación” de nuestra cultura.
Se trata, al decir de Alegría, de “una construcción coreográfica (…) que crece con la puesta en relación de sus múltiples referentes, como expresión de una impostergable necesidad de comunicación”.