En todos los municipios del país hay instancias responsabilizadas con la conformación de las programaciones culturales en poblados, barrios y comunidades. Están perfectamente establecidas esas tareas.
¿Quién debe responder en primera instancia por la calidad y la variedad de las propuestas artísticas en determinado lugar? No hay que preguntar mucho: las direcciones municipales de Cultura, las Casas de Cultura de cada localidad.
Ha sido prioridad del Ministerio de Cultura, de la Política Cultural de la Nación, mantener ese entramado de instituciones a lo largo y ancho de Cuba.
Obviamente, lo que existe, tiene que funcionar. Y en muchos lugares funciona.
Pero en otros prevalece la apatía. Claro que no se cuenta con todos los recursos deseables para acompañar el empeño de ofrecer una programación de excelencia. Sin embargo lo que no puede faltar es el empeño.
El trabajo sostenido de muchísimas Casas de Cultura demuestra que hay potencialidades que en algunos lugares no se aprovechan.
Porque en la comunidad misma, en todas las comunidades, hay personas, hay creadores, hay gente sensible y entusiasta que pueden vincularse más efectivamente a las programaciones.
No hay que quedarse con los brazos cruzados esperando que de arriba lleguen los artistas de primer nivel para garantizar las propuestas.
Por más que se implique a los creadores de la vanguardia en las actividades comunitarias, nunca serán suficientes para cubrir las necesidades de todo el mundo.
Hay que buscar alternativas. Aunque muchos artistas y agrupaciones de gran prestigio se han sumado hace rato a esa labor. Ejemplos sobran en nuestro país, particularmente en esta etapa veraniega.
Pero el germen y la concreción primera de una programación cultural para el verano tienen que estar en la comunidad, cerca de la gente, atendiendo a sus demandas y necesidades.
Cultura para todos, y todos por la cultura. Esas son las palabras de orden.