“Me siento cada vez más obligado a trabajar, a luchar por la Revolución, por el socialismo y el porvenir de nuestro pueblo. Creo que todavía tengo fuerzas para trabajar, y si llegan los tiros, aunque sea con las armas más simples, incorporarme a la lucha”. Así dijo Blas Roca Calderío cuando el 21 de julio de 1983 en La Habana, en sencilla y emotiva ceremonia en el Palacio de la Revolución, Fidel le imponía el Título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba, condecoración que por primera vez se entregaba en el país.
De seguro fue un día de emociones tremendas para Blas, pues también fue depositario de otro título mayor, la Orden José Martí.
En esa ocasión, en el receso de una reunión ordinaria del Comité Ejecutivo del Consejo de Ministros, el General de Ejército Raúl Castro Ruz leyó el acuerdo 189 del Consejo de Estado que confería las distinciones y en el que se señalaba la trayectoria revolucionaria del homenajeado por más de 50 años de incansable trabajo por la patria y los derechos de los trabajadores. Blas arribaba entonces a sus 75 años.
Parecería increíble la vida azarosa y a la vez sublime de Francisco Wilfredo Calderío, como llamaron sus padres a quien con el tiempo asumiría el nombre de lucha de Blas Roca. En su Manzanillo natal solo alcanzó el cuarto grado, y las circunstancias de la vida lo inclinaron por el magisterio; también fue zapatero, y dirigió el Partido Comunista y la Federación Regional Obrera en su terruño. Se convirtió con solo 26 años en el máximo dirigente de los comunistas cubanos y luego del triunfo de la Revolución, en 1961, entregó las banderas a su relevo, a Fidel.
Miembro del Comité Central del Partido desde su constitución, integrante del Buró Político, y al frente de la primera Asamblea Nacional del Poder Popular en 1976, año en que también su inteligencia fue decisiva en la redacción de la primera Carta Magna socialista, antecesora directa de la que hoy conforma el país.
Dejó de existir en abril de 1987, pero nunca del fondo de una piedra dura / salió tan limpia y repartida el agua, como de él dijera el Indio Naborí.