“Si usted tiene mucha hambre es que tiene sicote”, dijo el conductor mientras nos hacía reír por relación que hicimos de inmediato con la peste en los pies que muchas veces achacamos los cubanos a ese término. Pero acto seguido averiguamos por la calificación entonces a ese mal olor al quitarse las medias. “Eso que ustedes dicen es que tiene pecueca”, describió el amable chofer.
Por supuesto, las revelaciones cayeron entonces una tras otra. A una mujer atractiva, que paraliza el tráfico o es un mango para nosotros, los barranquilleros la resumen como “Cipote de Bollo”, algo que de intentar decir en Cuba pudiera provocar más de un bofetón por vulgar, ofensivo y falta de respeto.
Un poco más en correspondencia con nuestro entorno es lo que conversan las mujeres sobre un hombre que le llama la atención por su belleza física. “A eso ellas le dicen: ¿Quién pidió pollo?”, soltó el taxista, que dice haber conquistado a varias de sus novias después de haber recibido esa frase como un piropo en fiestas de amigos.
A los niños majaderos, esos incansables de cansarse en juegos y que molestan y fastidian hasta la saciedad por sus travesuras o retozos, el término peyorativo que usan en esta ciudad para calificarlo es “tronco de calilla”. Y por suerte, comenta el taxista, no tienen dentro de sus “pelaos” ninguno que sea así pues los ha educado en un ambiente sano y familiar.
Al indagar por la galantería más famosa y popular que se usa por las calles de Currramba La Bella encontramos una similitud casi idéntica a Cuba. “Si cocinas como camina, me como hasta el cucayo”, entendido este último término como la clásica raspa de arroz que quedan en las cazuelas.
Casi en la despedida, y tras más de una anécdota con lo vivido detrás del volante nos ganamos el calificativo de llavecitas, usado para nombrar a los amigos cercanos y lejanos a quienes lo mismo se le pide un favor muy grande con la familia que 500 mil pesos colombianos.
De más está escribir que nosotros, los cubanos, no clasificamos en ninguna de esas dos acepciones, pero al menos brindamos alegría y confraternidad. Y eso vale otra crónica.