La costumbre de buscar siempre un sobrenombre para las cosas no escapó esta vez. Y los decimoctavos Juegos Centroamericanos y del Caribe pasaron a la historia como los Juegos del SOL.
El calor de agosto de 1998 en Maracaibo, Venezuela, honró a esa nación con una segunda cita regional tras casi cuatro décadas de haber organizado la primera (1959). El acostumbrado beneficio de ser equipo local alcanzó las 56 medallas de oro, la mejor participación de su historia.
Sin embargo, el fantasma del dopaje ensombreció la justa con diez casos, con México y el país anfitrión como los mayores infractores. Un total de 75 marcas se borraron de los libros y la ODECABE festejó, por fin, que todas sus naciones afiliadas (32) se dieran cita en la principal reunión multideportiva de la región.
Guatemala fue la sede del remo por no contar los morochos con una instalación adecuada, mientras las delegaciones de Puerto Rico y Costa Rica sufrieron importantes descalabros, luego del excelente desempeño en la versión anterior en Ponce.
El Caribe enseñó progresos
El despertar deportivo de las pequeñas islas del Caribe fue una de las características fundamentales de la cita regional en 1998, en Maracaibo.
Cuba se vio un poco sorprendida en las pruebas de atletismo por el rápido crecimiento de este deporte en Jamaica, Trinidad, Bermudas o Bahamas, aunque Javier Sotomayor e Iván Pedroso lideraron con sendas marcas para el certamen.
La nadadora surinamesa Carolyn Adel se convirtió en la gran figura de la disciplina con seis oros, mientras el mexicano Juan Pedro Toledo arrebató la única dorada en los eventos cortos del atletismo (200 metros) a los caribeños.
Cuba decreció en el número de cetros (190) en comparación a la versión precedente, pero siguió comandando el área. Cuatro años más tarde, su ausencia en EL Salvador por falta de seguridad dejaría un paréntesis largo y profundo.