Corría marzo de 1981 y el Presidente del Comité Olímpico Cubano, Manuel González Guerra, recibió una solicitud especial del titular de la ODECABE, Germán Rieckehoff. Ante la declinación de Mayagüez para organizar los XIV Juegos Centroamericanos y del Caribe, pedía un esfuerzo a Cuba para asegurar la continuidad de los mismos.
Diez días después, la respuesta afirmativa de nuestras autoridades del gobierno despejó el peligro latente. La Habana volvería a acoger la fiesta regional tras 52 años de haber sido anfitriona de la segunda versión.
El reducido tiempo para poner listas las instalaciones —18 meses—no restó alegría ni calidad a los Juegos, desarrollados finalmente entre el 7 y el 22 de agosto con la presencia de 2799 deportistas de 22 países y que contó con una Villa Olímpica de gran confort —en la escuela vocacional Vladimir Ilich Lenin—calificada por muchos como la mejor de este tipo de eventos.
La actividad inaugural fue honrada con la presencia del Presidente cubano, Fidel Castro y la visita del presidente del Comité Olímpico Internacional, el español Juan Antonio Samaranch, así como del titular de la Organización Deportiva Panamericana, Manuel Vázquez Raña, entre otros ilustres invitados.
Agosto deportivo e inolvidable
Millones de personas abarrotaron todas las instalaciones en La Habana —también sirvió de subsede Santiago de Cuba— durante el mes de agosto de 1982 y de todas salieron complacidas, no sólo por el desempeño de los anfitriones (167 campeones), sino también por el de los visitantes, quienes en total sumaron 75 coronas.
Más allá de la gustada mascota Cuco, de los récords establecidos —en levantamiento de pesas se registró la primera marca universal en la historia de estas lides por el cubano Daniel Núñez en arranque— y del dolor multiplicado por la derrota en el béisbol —cedimos ante República Dominicana—, el mayor premio resultó la excelente organización y disciplina del pueblo en el primer certamen multideportivo que organizaba la Revolución después de 1959.
Sin embargo, hubo un hecho perdurable para la memoria colectiva. Se trató del relevo largo varonil, donde intervino el bicampeón olímpico Alberto Juantorena, oro en las dos vueltas al óvalo en la propia lid y último hombre de esa estafeta, presenciada por miles de seguidores en el estadio Pedro Marrero, incluido el presidente Fidel Castro.
Juantorena recibió el batón con una ventaja a favor del relevo jamaiquino de más de 20 metros. Una vez más, la fuerza imponente de sus zancadas acortaron en menos de un minuto —se le registró 44.13 en los 400 metros— tal diferencia para concluir con una ventaja de 10 metros sobre su adversario, suficiente para provocar un estallido de emoción incalculable e irrepetible.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.