La décima edición de los Juegos Centroamericanos y del Caribe estuvo marcada por los problemas creados por el gobierno de Estados Unidos para la asistencia de Cuba a la sede, en San Juan, Puerto Rico desde un año antes, en 1965, cuando intentaron imponerle al Comité Organizador que no le extendiera la invitación a la Isla.
Fracasado ese procedimiento, pues el Comité Olímpico Internacional lo penalizaba en su reglamento, surgió la negativa estadounidense de concederles las visas a nuestros deportistas para la justa que tendría lugar entre el 11 y el 25 de junio de 1966.
La posición cubana exigió su derecho a participar en la cita sin condicionamientos previos. Después de un agitado proceso, finalmente otorgaron el visado, pero no así el permiso para viajar hasta la capital boricua en nuestros propios medios de transporte, es decir, habría que ir a un tercer país para desde allí trasladarse a San Juan.
Ante tanta maniobra, el gobierno cubano tomó una decisión soberana. El barco Cerro Pelado partió desde Santiago de Cuba con toda la comitiva y se mantuvo en aguas internacionales frente a las costas de Puerto Rico reclamando el derecho que le asistía a nuestros deportivas de competir.
Por fin, tras varias provocaciones de aviones y guardacostas se permitió el descenso a tierra de la comitiva nacional en lanchones con bandera puertorriqueñas, no estadounidenses. Sin dudas, esa fue la primera medalla de oro para Cuba en los Juegos, expresada en un documento histórico: Declaración del Cerro Pelado”.
PROGRESO ADMIRABLE
Vencidos los escollos de la entrada a la sede de Puerto Rico, la delegación deportiva cubana brindó una actuación memorable El bólido Enrique Figuerola se desquitó de su cuarto lugar en la versión anterior y llegó a marcar fabuloso tiempo de 10,1 en 100 metros, no reconocido por excesivo viento a favor.
El boxeo, la esgrima, el béisbol, las pesas y la lucha libre olímpica resultaron triunfos para Cuba, aunque el oro del polo acuático fue de los más disfrutados por el asombroso progreso de nuestros representantes en esta disciplina en apenas cuatro años de práctica.
Tal rango de distinción lo obtuvo también el voleibol, disciplina en la cual le rompimos a México la cadena de triunfos que venían hilvanando. El béisbol recuperó el cetro, ganado por última vez en Guatemala 1950, y tras un cuarto puesto de 1962 que desencantó a muchos.
La hazaña del Cerro Pelado se había combinado con una magnífica actuación deportiva, y era el camino hacia la cúspide regional que cuatro años después conquistaríamos en Panamá.