El nacimiento de la cita multideportiva centroamericana y caribeña tuvo una relación directa con los Juegos Olímpicos de 1924 en París, Francia. En la capital gala, durante la cita estival, se discutió mucho entre los países de la región centroamericana acerca de la necesidad de celebrar competencias a este nivel.
El propósito era foguear a los deportistas para empeños mayores —como son los Juegos Olímpicos— y se aprobó la Carta Fundamental de los Juegos Deportivos Centroamericanos, nomenclatura inicial, pues aún no se incluía el término del Caribe.
Dos años después, en 1926, la capital mexicana acogía la inauguración oficial de estas justas con la participación de los anfitriones, Guatemala y Cuba. Sin grandes resultados en tiempos y marcas, la confrontación demostró que era posible compartir ideas también en el deporte.
Más de 250 atletas en ocho disciplinas respaldaron lo que con el tiempo se convertiría en los Juegos deportivos regionales más antiguos del mundo. Regiones como Sudamérica, el sudeste asiático y el África central imitarían después este tipo de certamen multidisciplinario.
INDIVIDUALES DESTACADAS
Como sucede en toda competencia deportiva grandes figuras acapararon la atención de públicos y prensa. El mexicano Mariano Aguilar ganó el primer oro en Juegos Centroamericanos con su título en los cien metros planos, mientras el tirador Stanley fue el primer monarca de la Isla en controvertida prueba que requirió apelación de sus rivales.
Cuba sumó a la postre catorce doradas, encabezados por el campeón olímpico de esgrima, Ramón Fonst, quien conquistó tres oro y compartió la distinción de más destacado de la lid con el clavadista local Federico Mariscal.
Nuestro tritón, Leonel “Bebito” Smith rindió una faena impresionante con sus coronas en las piscinas, mientras los peloteros dominaron sin problemas en el terreno, en lo que sería un adelanto de los 13 cetros que vendrían hasta la última edición en que participaron, Veracruz 2014.
Aunque no se permitió la presencia femenina, los primeros Juegos Centroamericanos abrieron el camino a un evento muy similar a las citas estivales para nuestros pueblos. La segunda versión quedó convocada para La Habana en 1930.
