Aunque las autoridades deportivas de Panamá aspiraban a organizar los Juegos Centroamericanos y del Caribe desde 1930, no les llegó la oportunidad esperada hasta ocho después (5 al 24 de febrero de 1938), cuando el gobierno manifestó públicamente el apoyo financiero para la cita y total respaldo al Comité Organizador.
Regalo a la afición istmeña fue la inclusión en el programa de la justa de la antiquísima carrera de maratón, así como el polo acuático, el ciclismo, el levantamiento de pesas y el frontenis, en tanto las mujeres aumentaban su presencia en atletismo y esgrima.
Como para demostrar la expresión de fiesta, los anfitriones quisieron construir por vez primera una Villa Olímpica, proyecto desechado finalmente por el tema económico, pero que demostró la validez de contar en el futuro con este tipo de centro, donde confluyeran los atletas en una gran familia.
Una ausencia lamentable resultó Guatemala, país fundador de las justas, en tanto Venezuela y Colombia debutaron con grandes esperanzas. Paralelo a la lid se celebró un programa que incluyó pentatlón juvenil, torneo de ajedrez, concurso de Bellas Artes y un congreso de redactores deportivos.
Igualado el récord mundial
Dentro del amplio panorama deportivo que inundó la cuarta versión sobresalió la marca mundial conseguida en los cien metros planos. El cubano Jacinto Ortiz y el panameño Jennings Blackett igualaron en semifinales el récord universal vigente,10.3 segundos, algo que habló de la calidad atlética de los hombre de nuestra región.
La marca universal había sido establecida por el estelar corredor norteamericano Jesse Owens en los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, y el solo hecho de igualarla acaparó cintillos en toda la prensa del planeta de entonces.
Otro de los hechos más recordado por los cubanos fue el cuarto título consecutivo en el béisbol, esta vez guiado por los lanzadores Agapito Mayor y Pedro “Natilla” Jiménez. El héroe de la selección fue Agapito, quien obtuvo cuatro de los cinco triunfos de nuestro equipo sin permitir carreras limpias.
En medio de la cita, se acordó adoptar como emblema oficial de los Juegos el que se venía usando desde la fundación, consistente en tres discos unidos por una jabalina. La Segunda Guerra Mundial obligaría después a un receso forzoso de la justa ocho años.