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Clonar la semilla del Jardín de las Enramadas

Lo que hoy es tema llevado y traído en Cuba a partir de la entrada en vigor de la Resolución 54 —norma rectora para la protección al consumidor en el comercio interno—, es camino desandado por los 105 trabajadores de la heladería Jardín de las Enramadas, de la ciudad santiaguera.

El dulce fresco, el bizcocho, las frutas, el sirope, el merengue y más son aderezos que no faltan en las combinaciones de helados, servidas sin “trucos” y a precios nada caros. El mayor es para la combinación llamada Gran Piedra (7 bolas, 4.80 CUP). Foto: Betty Beatón Ruiz

Los que allí acuden llegan motivados por muchísimas razones, la primera de estas: refrescar con un helado en cualquiera de sus ocho combinaciones preparadas con el sabor preferido; disfrutar de un espacio verde en medio de la vetusta urbe; recrearse con 25 especies de plantas y un surtidor central que convida a la estancia; y también —¿por qué no?— sentirse respetado, bien atendido, y sopesar en su real dimensión el binomio precio-calidad.

Si alguien duda de que en materia de derechos del cliente es posible la eficiencia, que llegue hasta este sitio, ubicado en el corredor patrimonial Enramadas, un colectivo Vanguardia Nacional del Sindicato del Comercio, la Gastronomía y los Servicios.

Allí se rompe “el maleficio” que parece acompañar a muchas de las instituciones estatales del sector, lo que puede tener tantísimas explicaciones: los trabajadores participaron en la ejecución de la obra y por lo tanto la cuidan y quieren con celo especial; los administrativos son ejemplo de exigencia y laboriosidad; el sindicato ejerce liderazgo con el acompañamiento de las otras organizaciones y los planes se cumplen y sobrecumplen (hasta el cierre de mayo al 131 por ciento).

Con seguridad, se confirma lo ya escrito en estas propias páginas, palabras que expresan los que tienen en su preferencia al Jardín de las Enramadas: “A esta gente la deberían de clonar”.

Keylin María Luna es de los muchos infantes que prefieren el Jardín por lo bonito que está, y su padre, Juan Alberto Luna, no duda en complacerla, porque además encuentra allí el buen trato y la agilidad en el servicio. Foto: Betty Beatón Ruiz
Isabel Alba Castellanos es asidua al lugar y tiene sus razones: “Los precios son módicos, hay una atención esmerada, y ofrecen unos helados con dulces que son una maravilla, siempre guardo un dinerito de mi pensión para venir”. Foto: Betty Beatón Ruiz
Los administrativos Luis Jiménez, Ricardo Despaigne y Nieves Canela marcan el liderazgo y sientan pautas que no se violan en el Jardín: uniforme impecable, trato exquisito a los clientes, atención ágil a las exigencias del público y preocupación constante por las condiciones de trabajo. Foto: Betty Beatón Ruiz

 

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