Lo que hoy es tema llevado y traído en Cuba a partir de la entrada en vigor de la Resolución 54 —norma rectora para la protección al consumidor en el comercio interno—, es camino desandado por los 105 trabajadores de la heladería Jardín de las Enramadas, de la ciudad santiaguera.
Los que allí acuden llegan motivados por muchísimas razones, la primera de estas: refrescar con un helado en cualquiera de sus ocho combinaciones preparadas con el sabor preferido; disfrutar de un espacio verde en medio de la vetusta urbe; recrearse con 25 especies de plantas y un surtidor central que convida a la estancia; y también —¿por qué no?— sentirse respetado, bien atendido, y sopesar en su real dimensión el binomio precio-calidad.
Si alguien duda de que en materia de derechos del cliente es posible la eficiencia, que llegue hasta este sitio, ubicado en el corredor patrimonial Enramadas, un colectivo Vanguardia Nacional del Sindicato del Comercio, la Gastronomía y los Servicios.
Allí se rompe “el maleficio” que parece acompañar a muchas de las instituciones estatales del sector, lo que puede tener tantísimas explicaciones: los trabajadores participaron en la ejecución de la obra y por lo tanto la cuidan y quieren con celo especial; los administrativos son ejemplo de exigencia y laboriosidad; el sindicato ejerce liderazgo con el acompañamiento de las otras organizaciones y los planes se cumplen y sobrecumplen (hasta el cierre de mayo al 131 por ciento).
Con seguridad, se confirma lo ya escrito en estas propias páginas, palabras que expresan los que tienen en su preferencia al Jardín de las Enramadas: “A esta gente la deberían de clonar”.