• Valor, sacrificio y compromiso
Valor, sacrificio y compromiso
Por Roberto M. López de Vivigo
Gloria deportiva es sinónimo de valor, sacrificio y compromiso. No solo atletas pertenecen a este selecto club, sino también médicos, federativos y cualquiera que haya contribuido con su granito de arena tanto en la base como en el alto rendimiento, y por supuesto, obtenido resultados sobresalientes.
El Instituto Nacional de Deportes, Educación Física y Recreación, a través de la Comisión Nacional de Atención a Atletas (CNAA) brinda apoyo a esas destacadas figuras en lo material, profesional y hasta familiar. La CNAA realiza balances anuales, lo que permite una actualización constante en cuanto a los desafíos a enfrentar.
Con frecuencia vemos participar a glorias deportivas en diversas actividades. Durante sus visitas a hospitales, escuelas y comunidades trasmiten experiencias y valores del olimpismo, que son importantes en cualquier esfera de la vida. También viajan al exterior para mostrar nuestros logros en el mundo gracias a un sistema masivo implementado desde 1959. Son verdaderos ejemplos de que, no obstante ser una nación pequeña y tercermundista, somos una potencia deportiva.
Sin embargo, no en todos los territorios del país se reconoce a esos campeones. Son muchos los que permanecen en el olvido y desvinculados del mínimo reconocimiento. Allí está el primer reto, vincularlos a la formación, sea en combinados deportivos, proyectos comunitarios o el alto rendimiento. Incluso, pueden tener mayor protagonismo cuando se habla de trabajo político- ideológico en el barrio y en equipos nacionales, pues son paradigmas a seguir.
Además, Cuba tiene al menos una gloria deportiva por cada municipio, aunque las más conocidas resultan, de forma general, las que tienen mayor atención o presencia en los medios de comunicación. La responsabilidad de cambiar eso nos toca a todos.
Nuestro pueblo sabe que ellas siempre han tenido desventajas en lo material y tecnológico, pero la fortaleza más grande siempre recayó en lo moral, en haber dado lo mejor de sí en cada evento para traer la presea a casa, a su pueblo.
Su valor, sacrificio y compromiso merecen todo el respeto y atención de los cubanos, en especial, de los organismos que pueden contribuir a que continúen aportando a la gigantesca tarea de seguir llevando el deporte tan lejos como sea posible, tal y como lo soñó el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz.
Las glorias de todos
Por Joel García
Una de las diferencias clave entre los principios del deporte cubano y sus similares en el mundo es no concebir jamás al atleta como una mercancía desde sus primeros estiramientos de músculos hasta después del último aplauso o el merecido retiro. El propio líder histórico de la Revolución, Fidel Castro, prestó especial atención al tema y trazó pautas bien claras para una atención integral a las glorias deportivas.
Todo comienza por la preparación educacional y cultural durante su carrera activa para no ser meros robots atléticos una vez concluido esa etapa; y atraviesa luego la atención material y reconocimiento social a partir de sus resultados, no solo con la entrega de diplomas y medallas, sino también de autos, casas y un estipendio o remuneración monetaria, esto último vigente desde inicios del siglo XXI, a partir de la nueva realidad socioeconómica del país.
No han sido pocos los atletas rescatados del polvo soñoliento de la historia a partir de las comisiones de atención creadas en todas las instancias: municipal, provincial y nacional; así como los servicios de salud, postgrados y hasta laborales solucionados por esas vías.
Programas de televisión, libros personales, encuentros anuales e invitaciones a eventos nacionales e internacionales no han faltado tampoco, como son aplaudibles sus charlas a las jóvenes generaciones de sus respectivas disciplinas y el acompañamiento de al menos una decena de estas figuras en delegaciones que participan en citas multideportivas, leáse, Juegos Centroamericanos y del Caribe, Panamericanos u Olímpicos.
Las proyecciones de cuánto más pudiera hacerse en función de sumar, agasajar y darle el lugar que les corresponde a estas glorias deben tener presente que más allá del dinero (300 CUC para los oros olímpicos, 200 para las platas y 150 para el bronce; 150 para los campeones mundiales, 100 para el segundo lugar a este nivel y 50 para los terceros puestos); lo que nunca debe fallar es la palabra empeñada por la Revolución de hacerlos útiles y queridos por su pueblo después de haberle entregado su talento, juventud y alma.
Se impone coordinar más acciones para multiplicar los aportes técnicos, ideológicos y humanos que puedan hacer nuestras glorias deportivas, sobre todo en tiempos donde la utopía con que ellos consiguieron sus cumbres se pierde para las nuevas generaciones o al menos para algunos solo se traduce en recibir dinero y dinero, no en dar amor y cariño para su gente, la más grande medalla.
Hay urgencias de trabajo para seguir meditando. Retiros oficiales que no se han hecho; explicaciones a solicitudes personales que no se dan o retardan sin sentido; ausencias inconcebibles por falta de una invitación o llamada telefónica. La gloria es de todos. Imposible olvidar eso.
Siempre se puede más
Por Víctor Joaquín Ortega
Glorias del Deporte, Glorias Deportivas. Palabras enlazadas en noticias, comentarios, reportajes, crónicas, entrevistas… y que hacen vibrar mucho más desde cuartillas y micrófonos. Esos atletas estremecieron las tribunas, a los televidentes, a los radioescuchas, y hasta a personas con menor dominio y apasionamiento sobre las lides del músculo.
A dichos deportistas no debemos atarlos a medallas, marcas y trofeos. Detrás de los combates, vencieran o no, ¡cuánto de sacrifico, de entrega, de amor!
Abiertas las puertas del ámbito cada vez más a partir de 1959, roto el muro que lo separaba de las masas, unida la masividad y el uso de la técnica y la ciencia, la cultura física se vistió de pueblo aquí, y sus representantes fueron embajadores especiales y espejos, vencedores del bloqueo yanqui y de errores propios, y lograron alimentar el patriotismo, la virtud latinoamericana, y lo mejor: la gente de abajo, que son la verdadera cima.
El movimiento deportivo de la Cuba nueva tuvo gran apoyo, con decisivo peso en lo espiritual. En esos primeros pasos, lo material, no obstante el avance en relación con la vieja sociedad, estaba bastante lejos de lo que hoy tenemos sin que sea un paraíso.
Sin embargo, no puede negarse que ha existido una baja en ese sentido. El brillo de las preseas por encima de lo humano en algunos casos, pasos burocráticos en otros, la espalda ante el revés, incluso el olvido. Fidel arremetió en varias oportunidades contra estos desatinos de los que no escaparon funcionarios, organizaciones, organismos, medios de comunicación y parte de la afición mordida por el fanatismo y el championismo.
Surgiría la Comisión Nacional de Atención a Atletas y las glorias pasaron al lugar primario, aunque tardó demasiado en aparecer. Ha intentado fortalecer la querencia y el respeto necesarios. Cierta alza, sin ser suficiente. Lo peor: hay quien cree que con las justas y dialécticas transformaciones del sector, la remuneración, los contratos en filas importantes, ya está resuelto todo.
No siempre lo espiritual ha alcanzado el escalón imprescindible para dotarnos de antivirus protectores ante tanta infección, de la que no se salva ni el olimpismo mundial.
Por ejemplo, el centenario de Martín Dihigo no lo celebramos como lo merecía ni se ha nombrado así a una instalación. Pero no es el único as que sufre ese soslayar. ¿Por qué la Escuela Nacional de Voleibol y el Coliseo de la Ciudad Deportiva no llevan el nombre de figuras destacadas? ¿Por qué Eugenio George y Teófilo Stevenson no tuvieron al morir un adiós al nivel del gran músico Juan Formell? ¿Por qué a magníficos deportistas y entrenadores se les debe un acto de retiro a la altura del que se le ofreció a Pedro Luis Lazo?
Hay más y se me acaba el espacio. Y no puedo dejar de agregar que nos falta muchísimo todavía. Y urge recorrerlo a plenitud y con zancadas firmes.