Hace 60 años en Vegas de Jibacoa y Las Mercedes: Humanismo y heroicidad

Hace 60 años en Vegas de Jibacoa y Las Mercedes: Humanismo y heroicidad

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La tienda del colaborador del Ejército Rebelde, Santiago Gómez, enclavada en las Vegas de Jibacoa, poblado montañoso del actual municipio de Bartolomé Masó, de la provincia de Granma, fue escenario aquel 25 de mayo de 1958 de una importante reunión, convocada por Fidel Castro Ruz, quien días antes, en Altos de Mompié, había sido ratificado secretario general del Movimiento 26 de Julio y Comandante en Jefe del brazo armado de esa organización.

Fidel en la Comandancia de La Plata, mientras preparaba planes de defensa del firme de la Sierra Maestra, para enfrentar la ofensiva del ejército de Batista.

Se congregaron allí unos 300 campesinos procedentes de las zonas más apartadas de la Sierra Maestra. Fueron llegando desde tempranas horas de la mañana, aunque el encuentro empezó a la una de la tarde, y si bien el local era amplio, fue preciso despejar el espacio ocupado por los estantes de la tienda y poner bancos para que los participantes pudieran sentarse a escuchar con atención al líder de la Revolución y además fueron colocadas banderas cubanas y del 26 de Julio.

El objetivo de la asamblea fue descrito posteriormente por el propio Fidel: “Ese día discutimos con todos los pobladores de la zona, y de muchos otros barrios cercanos, las medidas que considerábamos necesarias para asegurar la cosecha de café y organizar el resto de la actividad económica en vista del bloqueo impuesto por el enemigo a la Sierra y del inminente comienzo de la ofensiva”.

Esta fue planeada por la dictadura, envalentonada tras el fracaso de la huelga de abril, que costó la vida a muchos revolucionarios, y suponía que había provocado desmoralización en sus filas. Por tanto consideraron que era el momento propicio para lanzar un golpe militar que aniquilara a los que combatían en las montañas.

Aquellos pobladores serranos convocados para Vegas de Jibacoa —tradicionalmente víctimas de atropellos y explotación por parte de los terratenientes y los negociantes del grano, y cuyas producciones apenas les alcanzaba para sobrevivir en condiciones miserables—, se admiraron de que el jefe de los “barbudos” se preocupara por sus condiciones de trabajo y de vida, buscara soluciones para que no perdieran la cosecha y en caso de requerirse más brazos para la recogida del café, les brindaba el apoyo de integrantes de la tropa rebelde que trabajarían desinteresadamente, codo con codo con los campesinos, las horas que fuesen necesarias.

Debido a la escasez de abastecimientos que padecían los caficultores, se acordó que el Ejército Rebelde les facilitaría recursos elaborados en sus talleres, y el comandante Ernesto Che Guevara propuso crear un sistema de cooperativas para garantizar la disponibilidad de alimentos y la creación de un comité de vecinos con vistas a controlar y fiscalizar su producción y distribución de forma colectiva, tanto para los caficultores como para los demás pobladores de la zona.

El vínculo del Ejército Rebelde con los campesinos quedó establecido desde los primeros momentos de la lucha insurreccional en la Sierra Maestra.

El diálogo franco y directo con el jefe del Movimiento 26 de Julio fue para los asistentes a la asamblea una demostración inequívoca de que estaban ante unas fuerzas armadas distintas, nutridas del propio pueblo y por ello, sensibles ante la situación de los humildes, solidarias, humanistas y decididas a luchar por un futuro de justicia social para todos. Ello contribuyó a fortalecer los lazos entre el campesinado y los guerrilleros.

Esta reunión se considera antecedente del Congreso Campesino en Armas que tendría lugar en septiembre de ese año.

El inicio de la ofensiva del régimen

“Ese mismo día —evocó Fidel—, muy cerca de donde estábamos reunidos con nuestros leales y esforzados colaboradores campesinos, comenzó la batalla que tanto habíamos esperado y para la que nos habíamos preparado con tanto esmero, seguros de la victoria”.

Se había iniciado la tan cacareada ofensiva de verano, denominada Plan FF (Fase Final o Fin de Fidel) que la dictadura concibió contra el Ejército Rebelde y, en particular, contra el territorio del Primer Frente. En su libro La victoria estratégica, Fidel puntualizó que en ese momento el enemigo contaba con no menos de 7 mil hombres y llegó a movilizar alrededor de 10 mil efectivos.

“Para combatir el torrente de soldados que se nos venía encima —destacó—, el Primer Frente de la Sierra Maestra había logrado reunir para la fecha alrededor de 220 hombres con armas de guerra, incluyendo el personal de la Columna del Che, organizados en pelotones y escuadras, muchas de estas con jefes nuevos, sin gran experiencia, pero con excelente disposición y gran vergüenza. Otras pequeñas unidades de la Columna 3 del comandante Juan Almeida, bajo el mando de Guillermo García, se estaban ya incorporando a la defensa, y alrededor de 40 hombres de la intrépida tropa de Camilo, los primeros combatientes del llano, marchaban hacia la Sierra Maestra. Juntos seríamos alrededor de 300”.

El primer enfrentamiento que tuvo lugar aquel 25 de mayo se produjo en Las Mercedes, donde una escuadra rebelde de poco más de una docena de hombres al mando del capitán Ángel Verdecia, se batió valientemente, hasta que, ante la superioridad del enemigo, se vieron obligados a replegarse hasta hacerse fuertes en otra posición.

El Comandante en Jefe resaltó que ese primer combate tipificó la estrategia del mando rebelde para enfrentar al ejército de la tiranía. Aunque con su mayor número y superior poder de fuego los militares del batistato ocuparon el lugar, lo lograron después de “vencer una resistencia tenaz que demoró su avance, desarticuló sus planes, comenzó a desgastar su poderío y demostró la moral superior del combatiente rebelde”.

En el parte difundido por Radio Rebelde el día 27, redactado y firmado por el Comandante en Jefe, fue reconocido el singular heroísmo del capitán Verdecia y los combatientes bajo su mando. Como explicó posteriormente el propio Fidel, un batallón completo del enemigo, reforzado con morteros y armas automáticas y apoyado por tanquetas y aviones, debió combatir durante casi 30 horas contra un puñado de rebeldes, armados con sencillos fusiles y parque más que limitado, que a pesar de la enorme desventaja no sufrieron ni una sola baja.

“Allí, en Las Mercedes, donde comenzó la gran ofensiva enemiga con la que se esperaba dar el golpe de muerte al núcleo principal de la guerrilla, terminará también la operación, 74 días después, con una rotunda victoria del Ejército Rebelde”, destacó el líder de la Revolución.

Ese 25 de mayo la casualidad histórica hizo coincidir en una misma fecha dos acciones contrapuestas: la de los que aman y construyen, protagonizada por el Comandante en Jefe y su tropa en fraternal diálogo con los campesinos, en Vegas de Jibacoa, y la de los que odian y destruyen, representada por el inicio de la ofensiva del régimen la cual pretendió en vano aniquilar a un ejército de nuevo tipo, que en la Sierra Maestra ya estaba demostrando a sus pobladores que una Cuba mejor era posible y entre todos podían conquistarla.

Fuente: Ruz Castro, Fidel. La victoria estratégica

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