• Sin olas ni vientos, pero se mueve
• Brazadas y podios: difícil relación
Sin olas ni vientos, pero se mueve
Ernesto León
Nadar en piscina no genera olas. Tampoco el viento hace acto de presencia allí. Pero bien pudiéramos convenir que las olas simbolizan avances y el viento señales de triunfo para graficar, de una manera sintética y metafórica, que sin tenerlos como aliados, la natación cubana está dando movimientos positivos este 2018.
Tras varios años de medallas sumergidas en el recuerdo y de un solo rostro visible y ganador: Hanser García, una nueva hornada de nadadores comienza a pensar que es posible, poco a poco, asaltar lugares cimeros en los venideros Juegos Centroamericanos y del Caribe de Barranquilla. Y quizás logren más de tres preseas, incluso hasta algún título.
El techo regional lo dominamos entre 1990 y 1998; y entonces, como ahora, éramos conscientes de que los rivales, incluidos los mejores exponentes, no tenían luego la misma fuerza en podios panamericanos, mundiales u olímpicos.
Es decir, el medidor de un adelanto real o sostenido en esta disciplina no podrá ser la cita colombiana, por más galardones que vayan a los cuellos, pues lo que demuestra una verdadera progresión, por encima del color de los metales, son las rebajas de las marcas personales, el número de clasificados y la cantidad de finalistas, tal y como evalúan otros deportes de tiempo y marca.
Aunque en muchos lugares del planeta la natación funciona como laboratorio de una gran cantera, a la que aplican ciencia y tecnología de punta desde el primer día de entrenamiento, para nosotros esa cantera es cada vez más reducida, pues el país se inundó de albercas, pero no calculó su carísima sostenibilidad y a más del 70 % (siendo conservador) únicamente las visitan el sol y la sequía.
Y para que se tengan referencias precisas: en China nadan hoy más de 5 millones entre todas las categorías, y en las grandes potencias como Estados Unidos, Australia, Rusia, Francia, Hungría los siete dígitos de tritones también se sobrepasan con facilidad.
¿Qué hacer entonces si en Cuba jamás alcanzaremos eso? ¿Hay o no futuro? La ciencia aplicada al deporte ha mostrado decenas de ejemplos positivos entre nosotros. De hecho, la mayoría de las plusmarcas nacionales obedecen a los últimos ocho años, solo que ninguna está cerca de las cotas continentales ni mundiales, que se rompen a velocidad de tren bala, mientras las nuestras siguen a ritmo de almendrones.
Retomar el trabajo puntual con quienes resaltan por encima de la media se antoja decisivo, así como mantener las condiciones para nadar todo el año sin interrupción. Si se aprovecha esta juventud con métodos de preparación desintoxicados del pasado será posible aplaudir pronto nuevos Mayitos, Falcones y Neisseres. Lo demás quedará en olas y vientos; y ya sabemos que eso no empuja ni ayuda a nadie dentro de una piscina.
Brazadas y podios: difícil relación
Joel García
No existe nación en el mundo que domine todas las especialidades de la natación, como también ha sido demostrado que estar rodeado de agua no significa contar con buenos tritones. Si a eso sumamos que no resulta para nada un deporte barato (dada la mantención de las piscinas) y que mejorar un segundo puede llevar años de entrenamiento, el panorama se complejiza, y mucho más en nuestro contexto económico y social.
Luego de una hegemonía centrocaribeña entre 1926 y 1938, Cuba no encontró un camino de premios en esta disciplina hasta entrada la década de los ochenta del siglo pasado, cuando el pechista Pedro Hernández irrumpió en la escena con preseas a todos los niveles. Después llegaría el esplendor con el título histórico de Mario González en la misma especialidad durante los Juegos Panamericanos de 1991; mientras Rodolfo Falcón y Neisser Bent se encargaron de la rúbrica más elevada con plata y bronce, respectivamente, en los 100 metros espalda de los Juegos Olímpicos de Atlanta 1996.
Guiados por un colectivo técnico en perenne superación científica y matizado por una mayor cantidad de brazadas infantiles y juveniles en todas las piscinas del país comenzó a gestarse esa generación de nadadores, que tuvo posibilidades de roce internacional a partir de lo que se iban ganando, y terminó siendo la más laureada de la historia. Y no pocos aseguran que lo seguirá siendo por largo tiempo.
El retiro natural de ellos y una fuerte depresión de practicantes se unieron al golpe mortal que resultaba el deterioro constructivo de la escuela Marcelo Salado y el Complejo de Piscinas Baraguá. Se apostó, con lógica, a figuras aisladas como el librista Hanser García (llegó a ser finalista olímpico en Londres 2012) y al menos un oxígeno de alegría se siguió respirando.
Sin embargo, cada vez es más difícil pensar en un renacer, no obstante la reparación total de la instalación insignia, pues sin tener un talento de primera calidad, con deudas motivacionales, sistemas de entrenamiento que no arrojan avances cuantitativos si se les compara con la media internacional, y poco más de 2 mil niños y jóvenes nadando en el país, la esperanza se torna más gris que verde y azul como todos deseáramos.
Hoy no tenemos ningún tiempo que se acerque a ser finalista panamericano y la tendencia mundial recuerda que un campeón no se hace en cuatro o cinco años, sino en el doble, con las excepciones que tampoco tenemos entre nosotros. Una única fórmula parece guiar el destino: más piscinas, más nadadores y más entrenadores. Solo así podremos volver a revivir los triunfos de Falcón, Neisser y compañía.
Éxitos mojados se avecinan
Roberto M. López de Vivigo
El deporte cubano ha demostrado su valía en el escenario competitivo actual, más profesionalizado, diverso y mediado por la tecnología. Si bien los éxitos no son numerosos como en el pasado siglo, nuestro país aún es referente en varias disciplinas.
Sin embargo, muchos se cuestionan por qué los deportes con resultados al más alto nivel en el siglo XX hoy no destacan siquiera en Centroamérica y el Caribe. Tal es el caso de la natación, en el que este pequeño territorio formó a tritones de la talla de Rodolfo Falcón y Neisser Bent, medallistas olímpicos en Atlanta 1996 y titulares mundiales en piscinas de curso corto.
El regreso a planos estelares parece más cerca desde que el Complejo de Piscinas Baraguá reabrió sus puertas. La instalación, con modernas albercas y tanque de clavados, muestra también una pizarra electrónica y bloques de arrancada, no de última tecnología, pero sí de primer nivel.
Los casi 100 atletas que estudian, entrenan y pernoctan allí poseen condiciones de vida insospechadas en otras escuelas deportivas, con climatización en las habitaciones y alimentación balanceada.
Por supuesto, el triunfo depende en gran medida de las buenas condiciones materiales, y estas ya las tienen en Baraguá. Aunque la labor estará incompleta hasta que se recuperen las piscinas vacías existentes en todas las provincias.
Uno de los pilares de las victorias es el conocimiento técnico. En la actualidad ha quedado demostrada la excelencia de los preparadores y de nuestro sistema de entrenamiento, pues continúan saliendo figuras.
Por ejemplo, entre los 20 mejores tiempos de América en el 2018 sobresalen los jóvenes Luis Vega (2:00.46, 200 metros mariposa) y Christian Ricardo (26.07, 50 m espalda). En esta última modalidad Armando Barrera tiene la vigésimotercera marca del continente de la temporada (26.20). Otros relevantes son Rodolfo Falcón Mojarrieta y Lázaro Vergara, este último el más experimentado con 23 años.
Entre las muchachas destacan Elisbet Gámez de 21 abriles, con cronos entre los 100 primeros en estilo libre en 100 m (57.11), 200 m (2:03.05) y 400 m (4:20.22). Por el mismo carril nada la espaldista de 13 años Andrea Becali con (30.44) en 50 m y (2:21.78) en 200 metros.
En la lista faltan algunos nombres, pero estos tiempos evidencian la luz al final del túnel, la que alumbre quizás pronto el medallero. Por lo menos, juventud y talento hay de sobra.