De falaz y grotesco puede calificarse el último show televisivo protagonizado ante la comunidad internacional por el primer ministro de Israel, Benjamín (Bibi) Netanyahu, en su burdo montaje de una nueva patraña contra la República Islámica de Irán.
En un escenario propio de un sainete de teatro bufo, con profusión de una utilería de subrepticias fotos, planos, miles de documentos y CD, solo mostrados ante las cámaras, el halcón israelí arremetió contra el supuesto “programa secreto de desarrollo nuclear iraní” tildándolo de constituir una potencial amenaza mundial y de ocultar su continuidad en el desarrollo de armas de destrucción masiva.
Con tal actuación, el premier sionista repite el fiasco que protagonizara en la Asamblea General de la ONU en el año 2012 al mostrar un ridículo diagrama-pancarta, para acusar a Teherán de estar “muy próximo” a la fabricación de la bomba atómica.
Para los analistas políticos resulta evidente que esta pública comparecencia se produce en vísperas de que Estados Unidos, el más fiel aliado de Israel, anuncie su posible retirada del histórico acuerdo nuclear suscrito conjuntamente con Irán, Rusia, China, Naciones Unidas más Alemania, en julio del 2015.
La Administración Trump califica este tratado como el peor de los acuerdos firmados por Estados Unidos en su historia y ha dado a sus aliados hasta el próximo 12 de mayo para enmendar lo que considera los defectos del también llamado Plan de Acción Integral Conjunto y tratar de vincularlo con el programa defensivo de misiles de Irán.
Si eso no sucede, el mandatario norteamericano ha amenazado con salir del acuerdo y volver a imponer sanciones económicas a Teherán.
Como era de esperarse las equívocas alegaciones del furibundo Netanyahu, fueron apoyadas de inmediato por el flamante Secretario de Estado Norteamérica, Mike Pompeo, anticipando la posición que se espera asumirá Washington en torno al tratado nuclear, que el jefe de la diplomacia estadounidense, al igual que Donald Trump, también impugna.
Ante esta posibilidad el presidente Irán, Hassan Rohani, ha reiterado que el acuerdo del 2015 no es negociable, que no aceptará cambio alguno en el pacto, que su país rechazará cualquier tipo de restricción más allá del convenio, y advertido, a la vez, sobre las consecuencias que su ruptura pueden acarrear.
Las altas autoridades iraníes también han refutado enérgicamente las falaces y desfachatadas acusaciones israelíes, considerándolas una fanfarronada propia de los dirigentes de Tel Aviv.
Las insustanciales denuncias de Netanyahu han encontrado un rotundo mentís en la reciente afirmación de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) de que en sus 10 rigurosas inspecciones ha comprobado que la República Islámica no ha violado el cumplimiento del tratado.
Tanto la AIEA como el Gobierno de Francia y otros miembros de la Unión Europea han manifestado su respaldo al pacto nuclear suscrito entre Irán y las potencias mundiales, tomando distancia de las revelaciones de Netanyahu
para desacreditarlo de nuevo.
Es sorprendente, además, que el pasado mes de abril altos oficiales militares estadounidenses, incluido el jefe del Comando Estratégico de EE. UU., testificaron ante el Congreso que Teherán cumple con el acuerdo nuclear del 2015.
Es predecible que la probable quiebra y salida de Estados Unidos del Plan de Acción Integral Conjunto enrarecerá aún más el convulso panorama político internacional, conducirá a una espiral de confrontaciones en el Medio Oriente y a los peligros de una mayor conflagración en la región, tomando en cuenta que Donald Trump porta una flamante antorcha en un mundo anegado en combustible.