Texto y foto: Loraine Morales Pino
Desde pequeña Sarah Machín Iglesias conoció el significado de la palabra sacrificio. Para algunos, no tuvo una infancia común. Con 11 años no jugaba a las casitas, ni soñaba con ser maestra, y tampoco imaginaba un mundo más lejano que el pequeño espacio donde transcurrían los días junto a sus padres y siete hermanos.
“No hablo mucho, prefiero actuar” fue su sentencia la primera vez que la vi. Esta mujer esbelta, de tez negra y ojos expresivos nunca había querido ofrecer declaraciones a la prensa. La modestia no le permite valorar con exactitud sus esfuerzos. Sin embargo, para el pueblo su ejemplo es trascendente por los altos niveles de entrega y compromiso.
“En el año 1972 comencé mi vida laboral en el taller de escogida V-13-23, en el poblado El Macío, del municipio de San Luis. Como éramos ocho hijos fue necesario mi apoyo, pues yo era la mayor. Empecé con el ensarte, zafaba tabaco y cuanto aparecía; mi mamá me enseñaba mucho. Había que trabajar muy duro.
“Cuando me hice mayor laboré como seleccionadora de tabaco de sol. Cumplía las tareas al máximo e incluso sobrecumplía. Iba a los trabajos voluntarios integrando los batallones de alta productividad; recibía muchos estímulos, tanto morales como materiales, pues cada mes salía como destacada. Nunca le hice rechazo al trabajo; acataba las normas y jamás tuve ausencias injustificadas”.
La temprana incorporación a las labores productivas entrañó gran entereza. La distancia mínima que separa la comunidad donde vive Sarah de la carretera más cercana es de siete kilómetros. Las vías de transporte son limitadas para esta zona, razón por la cual el traslado diario constituye un tema engorroso para los habitantes de El Macío. A pesar de esto, Sarah se destaca en su colectivo por la disciplina, asistencia y puntualidad.
“Me gusta llegar temprano a mi centro de trabajo. Cada día me levanto a las 5:30 a.m. para llegar a las siete o antes. La jornada dura hasta las cinco de la tarde como mínimo, pues en ocasiones realizamos trabajos voluntarios en horarios posteriores.
“Yo aprendí a trabajar con el tabaco por necesidad, y muchas cosas las aprendí sola. De niña cursé solo hasta cuarto grado, porque tenía que ayudar con el cuidado de mis hermanos y después, por los años 80, retomé los estudios hasta el séptimo en la escuela para adultos, por la noche”.
Sarah Machín predica con el ejemplo. Elige las palabras con gran precisión y siempre están respaldadas por prácticas concretas que le han hecho ganar el respeto de sus compañeros.
“En el año 1998 fui seleccionada para integrar el batallón de mujeres ensartadoras Lázaro Peña González, en San Antonio de los Baños. Allí estuve durante cuatro años cumpliendo con mi deber de trabajadora y militante. Fui movilizada en varias ocasiones por solicitud del Partido en un lugar llamado San Benito; todo el tiempo en labores vinculadas al tabaco.
“Para mí es fundamental cumplir la norma, pero hacerlo con eficiencia y calidad. Trato de convencer a los jóvenes de trabajar con ímpetu y converso bastante con mis compañeros para encaminarlos y que salgan adelante.
“Desde que tenía 11 años fui activista de los Comités de Defensa de la Revolución; a los 14 me inicié en la Federación de Mujeres Cubanas. En 1973 ingresé a las filas de la Unión de Jóvenes Comunistas y posteriormente me realizaron el proceso para integrar las filas del Partido. Por más de dos décadas he ejercido como juez lego y creo que hasta ahora lo he hecho bien. Me esfuerzo para que así sea”.
Durante los últimos 20 años la sanluiseña ha ostentado la condición de Vanguardia Nacional y en el 2014 recibió la Orden Lázaro Peña de Primer Grado. Su trayectoria no solo se desenvuelve entre el aroma de la solanácea, los surcos y las gotas que recorren su rostro día tras día. También resulta notable la labor innovadora y su participación en fórums con temáticas tales como Manejo de la materia prima en el casillero y Ahorro de materia prima en la zaranda de picadura, las que han contribuido al ahorro en el centro y la empresa.
“Llegué a ser especialista de Calidad por la experiencia. Soy muy exigente con mi trabajo y combativa con lo mal hecho. En mi colectivo comparto ideas y participo en todas las actividades, ya sean culturales, políticas o de las organizaciones de masas”.
Con el paso de los años Sarah aprendió el significado del vocablo agradecimiento. Construyó una familia y tuvo dos hijos gemelos que, como ella, decidieron entregar sus esfuerzos a la defensa de sus ideales.
Su mayor gratitud es al proceso revolucionario de nuestro país, el cual le enseñó que no hacen falta alas para alcanzar un sueño. Por ello siente que no hay forma de retribuir tanto amor. Su aporte a la patria este año fue de 700 pesos y destacan además contribuciones económicas al Programa materno infantil y la Lucha contra el cáncer, para los cuales destina aproximadamente el 5 % de su salario mensual. “Yo me siento muy orgullosa, ya que en el sector tabacalero soy la tercera Heroína del Trabajo. Para mí es algo muy grande. Todavía no me lo creo. Nunca imaginé que la Revolución me iba a dar este mérito.
“Ahora solo nos queda seguir trabajando y tratar de que todo salga bien. Luchar hasta lo último. Incluso aún no he pensado en retirarme. Pienso seguir el ejemplo de mi mamá, quien tiene más de 80 años y continúa brindando su aporte”.
Sarah tenía tres años cuando triunfó la Revolución, y quizás nunca imaginó que al abandonar los juguetes en su infancia para ayudar a su familia estaría labrando un futuro, hoy presente inesperado. Su condición de Heroína del Trabajo de la República de Cuba resalta su dedicación aparentemente anónima. Personas como Sarah Machín demuestran que en el sacrificio hay indicios de grandeza.