Muchas son las anécdotas relacionadas con Fidel que guarda para siempre el Doctor en Ciencias Marcelino Río Torres, especialista de 2.º grado en Oftalmología y director del Instituto Cubano de Oftalmología Ramón Pando Ferrer. Una de ellas marca el derrotero seguido por este hombre en los últimos tres decenios.
Fue en 1986 cuando, tras regresar de la entonces Unión Soviética y apreciar allí los resultados de un centro oftalmológico de Moscú conocido como Instituto Fyodorov, el Comandante en Jefe decidió impulsar la ejecución de un proyecto similar para construir un centro e implementar en nuestro país el sistema de microcirugía ocular en serie. Un antecedente tuvo lugar en La Habana un año antes con la visita del profesor Svyatoslav Fyodorov en la que realizó cirugías, se entrevistó con el líder de la Revolución y lo invitó a conocer el instituto moscovita.
Fidel entendía que nuestra oftalmología debía dar un salto de calidad, subraya el doctor Marcelino con la convicción de que ese propósito se ha logrado y hoy Cuba tiene un lugar ganado en el mundo en esa especialidad médica.
El inicio
El área escogida fue la situada en las esquinas de la avenida 41 y calle 76, anexa al actual Instituto Cubano de Oftalmología. Demolieron las edificaciones allí existentes, se preparó el terreno y comenzó la obra supervisada día a día por encargo de Fidel.
La calidad se estableció como premisa, acota Río Torres, y gracias a ello puedo decir que en ¡30 años! el centro no ha tenido interrupción de ningún tipo.
Mientras la obra avanzaba aceleradamente ya en el año 1987 quedó seleccionado el personal médico, de enfermería y técnico que venía trabajando en equipo durante meses para partir hacia la capital soviética con la finalidad de recibir entrenamiento.
Para el 16 de marzo de 1988 estaba concluida la construcción civil y, apenas un mes después, el 13 de abril, se realizaban las primeras operaciones. Entre los pacientes inicialmente beneficiados estuvo una joven de 26 años llamada Melba Rodríguez Hernández, a quien se le aplicó una cirugía de miopía.
El también fundador del Centro de Microcirugía Ocular, doctor Reinaldo Ríos Caso, especialista de 2.º grado en Oftalmología y subdirector del Instituto Ramón Pando Ferrer recuerda que la apertura se postergó unos días, hasta el 29 de abril, para garantizar la presencia del profesor Fyodorov. En aquella jornada el Comandante en Jefe hizo un recorrido por el Centro y pronunció las palabras que lo dejaron inaugurado. Asimismo intervinieron en el acto Svyatoslav Fyodorov, y Justino Arrué Rivero, por esa fecha director del Hospital Oftalmológico Ramón Pando Ferrer.
El salón, con cinco posiciones quirúrgicas en serie y otras dos en el frente para casos de complicaciones de pacientes, significaba un desarrollo propio de naciones del llamado primer mundo. Contaba además con un monitor a disposición de los cirujanos y comunicación entre ellos mediante audífonos.
El tercer milenio trajo buenas nuevas. El avance de las técnicas con ultrasonido para la cirugía de catarata y del excimer laser para las cirugías refractivas modificó el procedimiento en serie por el de cirugía individual. El Centro creó el Servicio de Catarata, a partir de un proceder quirúrgico más actualizado internacionalmente, consistente en la facoemulsificación con implante de lentes intraoculares plegables por pequeñas incisiones.
También llegaron las nuevas promociones de oftalmólogos como el doctor Raúl Barroso Lorenzo, especialista de 2.º grado y quien ha conducido durante seis años el trabajo sindical. Él da fe del compromiso y la responsabilidad que acompañan a los trabajadores del Instituto.
El milagro
En la noche del 9 de julio del 2004 el Comandante en Jefe de la Revolución cubana visitó el Centro de Microcirugía Ocular. Quería hablarles a los especialistas, y a la vez comprometerlos para la Operación Milagro, un empeño inmenso de intervenciones quirúrgicas para curar de cataratas a cuanto ciudadano cubano o de otras naciones lo necesitara.
“El 10 de julio en horas de la mañana ya estaban operados los primeros pacientes, afirma Marcelino; las jornadas iniciales reportaron como resultado decenas de operaciones; muy pronto se llegó al centenar. Y hubo un día en que el total rondó las 500 cirugías”.
De esta manera millones de seres humanos emprendieron viaje a la luz. Fueron operados pacientes de 34 países, y se crearon 59 centros oftalmológicos en 18 naciones.
Las Revoluciones bolivariana y cubana obraban el milagro. Justo por aquella fecha este reportero tuvo oportunidad de intercambiar con pacientes de la Mayor de las Antillas y de Venezuela. Una persona de nuestra tierra me dijo: “Ahora veo como cuando tenía 10 años”. Otros muchos testimonios los obtuve en la geografía de la nación hermana, barrio adentro; lo mismo en los cerros de Caracas que en parroquias distantes de varios estados.
“Una nube blanca, eso es lo que veía”, expresó el anciano Narciso. “Ahora que veo quiero reestrenar mi vida”, exclamó Jorge Clemente. Y nada fue más reconfortante que la mirada certera de los pequeños operados —Samuel, María del Carmen, Rafaelito, Alfonsito…—, y el agradecimiento de los padres a Fidel y a Chávez, a nuestras Revoluciones capaces de rescatarlos de las penumbras.
Aquel verano me resulta imborrable. Conservo nítidas las palabras del Comandante en Jefe: “Impresiona mucho el fenómeno de alguien que no ve, que es ciego, con una catarata congénita, o como el padre que a los tres años quedó ciego y después transcurren 39 años sin ver (…) He quedado asombrado de las reacciones de estas personas cuando vuelven de repente a ver, o por primera vez ven”.
También esta expresión del líder bolivariano: “…Un señor dice que tenía 30 años y que no podía ver la cara a sus hijos, a su mujer; que no podía ver un amanecer, un crepúsculo, un turpial volando; y de repente, en una semana, regresó mirando los crepúsculos de Lara, los amaneceres de Oriente…”.