En el estado de Paraná, al sur de Brasil, las carpas están instaladas desde hace 16 días. Apenas transcurrió la primera noche del arresto de Lula y miles de seguidores de diversos territorios llegaron para reclamar su excarcelación. Allí, en las cercanías de la Policía Federal de Curitiba, ubicaron el campamento Lula Libre, una iniciativa que busca dar apoyo al líder y que, según sus promotores, permanecerá en tanto se mantenga el encierro.
“Estamos en vigilia permanente por la libertad de Lula. Mientras él esté, nosotros nos quedaremos”, declaró a EFE Vanda Santana, miembro de la ejecutiva paranaense del Partido de los Trabajadores (PT).
El cuartel está organizado por comités para facilitar el orden: existen equipos de cocina, salud, limpieza, disciplina y un departamento de comunicación. La militancia agolpada en el barrio de Santa Cândida mantiene firme su demanda, pero respeta la ley del silencio desde las diez de la noche hasta las seis de la mañana para no molestar a los moradores de la zona.
Luiz Inácio (Lula) da Silva es un hombre que tiene la capacidad de movilizar multitudes; así lo probó mucho antes cuando, luego de convertirse en 1975 en el guía sindical de alrededor de 90 mil obreros en la principal zona industrial de la nación, protagonizó masivas huelgas y manifestaciones para enfrentar al poder de la dictadura.
Han pasado 38 años desde que en 1980 fundara la fuerza política más importante de la redemocratización, el PT, con el que llegó a la presidencia en noviembre del 2002. Al frente de este cosechó gran popularidad durante dos períodos consecutivos por la implementación de programas sociales que elevaron por encima del umbral de la pobreza a 30 millones de brasileños y apuntaron una tasa de desempleo inferior a la de Alemania o Estados Unidos.
Mucho ha llovido en la mayor economía de América Latina desde entonces, pero los brasileños no han olvidado. Quizás por eso —y por la difícil realidad que viven de la mano del presidente de facto Michel Temer— Da Silva se alza como su esperanza. Por ello, la imputación de unos cargos no comprobados y la condena a 12 años y un mes de prisión por presunta corrupción pasiva, no le han impedido liderear la intención de voto para las elecciones presidenciales de octubre próximo, con alrededor del doble de puntos de su adversario más cercano.
En el contexto de la llamada operación Lava Jato, al político se le acusa de aceptar un lujoso departamento tríplex frente a la playa, a cambio de beneficiar a la constructora OAS en sus contratos con la estatal Petrobrás. Sin embargo, esas denuncias no han sido demostradas, por lo que diversos analistas señalan que se trata de una cacería legal contra quien podría volver a encabezar una gestión izquierdista y fortalecer el aparato estatal.
Tras el dictamen de su detención por el juez federal Sergio Moro, y el rechazo del habeas corpus solicitado por su defensa, Lula se entregó el 7 de abril a las fuerzas policiales de São Paulo y fue trasladado a la celda donde continúa preso. Pero antes encabezó multitudinarias caravanas electorales que sirvieron para enviar mensajes de aliento a un pueblo que pretende “recuperar la democracia, volver a tener un país que confíe en sí mismo, que se vuelva a respetar en el mundo”, según consideró el politólogo y sociólogo brasileño Emir Sader.
La ley del gigante suramericano conocida como “ficha limpia” impide a personas condenadas en segunda instancia presentarse a cargos electivos. No obstante, el PT tiene hasta el 15 de agosto para registrar la candidatura del exobrero metalúrgico y esperar a que se pronuncie el Tribunal Superior Electoral.
Contrario a lo que algunos esperaban, la detención del líder no ha ocasionado su repudio. En estos días se han registrado múltiples protestas en las calles, donde se escuchan posturas como la de Nelsa Fietkoski, de 52 años, quien reveló a EFE que se siente en la obligación de “luchar por una figura honesta”.
En su primer mensaje a los integrantes del campamento Lula Libre, el dirigente agradeció la resistencia y confesó que continúa creyendo en la justicia, aun cuando está indignado por lo sucedido. “Ustedes son mi grito de libertad cada día. (…) Por ustedes valió la pena nacer y por ustedes valdrá la pena morir”, aseguró en otra de sus misivas.