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La eterna salvaguarda de la Botica Francesa

Ojos de Boticario de cristal bohemia y porcelanas francesas colman los estantes de cedro. Fotos: Ramón Pacheco

Cuando la ciudad de Matanzas vive por estos días su ajetreo constructivo de cara a los 325 años de fundada, 12 de octubre de 1693, en el centro mismo de la urbe la Botica Francesa exhibe un esplendor que nada opaca.

Convertido en el sitio probablemente más visitado por turistas en la llamada Atenas de Cuba, la institución continúa despertando la curiosidad de foráneos y nacionales, pese a las labores  realizadas a su lado, donde se rescata de las ruinas a su vecino el hotel Louvre.

Lo que para muchos es un auténtico concepto de posteridad, cumplió ya 136  años, desde que en 1882 sus puertas abrieran frente a la antigua Plaza de Armas, hoy Parque de la Libertad, en el mismo centro de la capital de la provincia matancera.

Un poco de historia remonta a los años en que el reconocido farmacéutico Juan Fermín Figueroa invitó a su colega galo Ernesto Triolet  Lelievre a vacacionar en Cuba, sin imaginar que este  terminaría fascinado por la idea de asociarse en la creación de una farmacia,  ni muchos menos que terminaría casado con dos mujeres de su familia.

“Pero tuvo María Justa, hermana de Juan Fermín, una muerte temprana, no procreó, así que el doctor Ernesto heredó toda su fortuna… La farmacia se forjó con el dinero de la familia cubana”, me había aclarado tiempos atrás la directora del actual museo, Marcia Brito, frente a la copa fundacional donde aparecen los rostros de Triolet y su primera esposa. La segunda, aclara, fue María Dolores, hija de su amigo Juan Fermín, considerada la primera cubana farmacéutica.

Cuenta con inusitado orgullo Marcia que en 1886, en París, María Dolores obtuvo el título de doctora con una tesis descriptiva de las características medicinales de las aguas comercializadas, siglo después, con el  sello de Ciego Montero.

Sus conocimientos, afirma, tributaron a la calidad de las preparaciones de la farmacia Triolet, evidencias de lo cual tuvo la famosa Exposición Universal de París de 1900, donde varios productos ganaron  medalla de Bronce.

Aún son recordadas patentes de Triolet como el remedio infalible de los callos o el jarabe de café compuesto, este último usado en casos de asma y bronquitis, apunta Marcia Brito.

Sin embargo, muchos se interesaban por los aceites de alacrán, animal que se echaba en aceite de oliva hirviendo, y aplicaban luego encima del vientre, para eliminar la retención orinaria, o como relajante muscular.

Muy pendiente de los adelantos, a la altura de 1940 los Triolet Figueroa incursionaron en el expendio de autoclave para esterilizar, equipos de electrocardiogramas y neumotórax, entre otros instrumentales.

Para entonces, ya había fallecido el doctor Ernesto Triolet Lelievre (1900), dejando en manos de María Dolores primero, y después en su hijo Ernesto Triolet Figueroa, la herencia de la única botica francesa de finales del siglo XIX que se conserva completa en el mundo.

“Otras existen en Puerto Rico, México, La Habana, pero en ninguna todo, absolutamente todo es original como en la de Matanzas”.

Mesa dispensarial premiada en la Exposición Universal de París, por su funcionalidad y etiquetario giratorio.

Si algo la distinguió de otras farmacias matanceras fue la ayuda que siempre prestó a los humildes, a los que muchas veces dio brebajes gratis. También resultó notaria la cantidad de ilustres galenos que prescribieron para esta, desde el eminente Carlos J. Finlay, hasta una lista de notorios médicos matanceros, como la generación de los Font que hasta hoy perdura.

El 23 de noviembre de 1963 la Revolución nacionaliza la botica, para luego convertirla en Museo Farmacéutico, lo que sucedió el primero de mayo de 1964.

Ernesto Triolet hijo, su último dueño, pudo hacerse millonario si hubiese decidido vender las valiosas colecciones… “Él lo entregó todo e hizo más, siguió viviendo y trabajando allí, hasta su muerte, en 1979”.

Declarada Monumento Nacional en el 2007 y Premio Nacional de Restauración al año siguiente, a la Botica Francesa habrá que resguardarla siempre, incluso en tiempos en los que se ejecuta el rescate del hotel Louvre, colindante con el emblemático edificio y cuya inversión debe dejarle positivos saldos, y no perjuicios, para que esta siga siendo una auténtica joya francesa en la ciudad de Matanzas.

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