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Erik Varela en Luz y Oficios: Conjuro de la sombrilla

En color todo es más bonito.
En color todo es más bonito.

“La mente humana es como la sombrilla, funciona cuando se abre”, afirmó en una ocasión el célebre arquitecto, urbanista y diseñador alemán Walter Adolph Georg Gropius (Berlín, Alemania, 1883-Boston, Estados Unidos, 1969). Esa precisamente es la intención esencial de las ideas estéticas de Erik Varela Ravelo, quien, bajo el título Conjuro de la sombrilla, presenta hasta principios del mes de mayo algunas de sus más recientes imaginerías iconográficas en el Centro Provincial de Artes Plásticas y Diseño —Luz y Oficios, La Habana Vieja—.

Las sombrillas y los paraguas son emblemas milenarios —aludidos por grandes artífices a través de la historia del arte universal—, su representación en el lejano oriente rememora al cielo y a la realeza; y se encuentra entre los ocho símbolos de fortuna del budismo. El paraguas es, además, distintivo de austeridad y estatus, e igualmente simboliza la riqueza. Sobre esos atributos descansa la fuerza conceptual de las tesis pictóricas de Erik, mezcla de imaginación y de realidad que discurre desde su subconsciente para exteriorizarse sobre la tela o la cartulina, en matices ricos en tonalidades frías y cálidas que configuran ambientes de particular belleza expresiva.

Otras alusiones históricamente atribuidas a las sombrillas se remontan a la antigua Grecia, donde según Aristófanes, era un elemento necesario para que llevaran las damas; y asimismo representaba inferioridad y subordinación. Pero también, en otras culturas, dignidad y autoridad, y protege al que debajo de ella busca refugio, en tanto concentra la atención y se inclina hacia lo interior; amén de otras que le dan un carácter más bien despectivo, pues sugieren que quienes se protegen con estos artículos se sitúan en las sombras para así escapar de la realidad o de la responsabilidad.

Erik pretende insinuar, provocar e incitar al espectador y, como dice la frase popular, que “cada cual saque sus propias conclusiones”, a fin de cuentas él erige sus trabajos desde realidades concretas, y llega a conformidades plásticas que surgen de su emocionada entrega espiritual, en la que tomando como base objetos del mundo conocido, y convirtiéndolos en emblemas, pueden sugerir múltiples ideas relacionadas con la vida del hombre contemporáneo.

Para este creador “el símbolo anuncia un plano de conciencia diferente a la evidencia racional, es la esfera de un misterio, el único medio de decir aquello que no puede ser aprehendido de otra manera, no está jamás explicado de una vez por todas, siempre ha de ser de nuevo descifrado”, como aseguró el eminente islamólogo y filósofo francés Henry Corbin (París, 1903-1978).

La pintura de este artista, de instrucción básicamente autodidacta, hay que entenderla como un incesante proceso de cambios y metamorfosis, suerte de encuentros y desencuentros a través de los que escala nuevos y mayores retos dentro de un modo muy personal de hacer arte, el cual no solo insta al espectador a percibir sus obras con los sentidos e interiorizarlas en correspondencia con sus sagaces investigaciones en torno a los temas de sus discursos, sino además como construcciones de una operación plástica sobre la que comenzó a incursionar hace relativamente pocos años mediante un estilo abstracto-geométrico, que prontamente ganó palmas entre coleccionistas, galeristas y críticos.

Con apenas cuatro años de ejercicio pictórico, vale destacar que Erik posee una acumulada experiencia de más de una década de interrelación directa con lo mejor del arte contemporáneo insular en su taller de enmarcado, donde ha transitado con éxito por otros géneros del arte, entre estos la escultura, el grabado, el dibujo y la fotografía.

Su extraordinaria sensibilidad hacia la creación ha transitado por dos importantes etapas: la primera, la geométrica, pensada en disímiles dimensiones estructurales —serie exhibida durante la 12 Bienal de La Habana en la exposición Dialéctica y controversia—; y la actual, que sin desechar aquellas contingencias expresivas, suele prevalecer en determinadas áreas de sus cuadros, y en los fondos, enfocándose más hacia la figuración simbólica, en la que sobresale el infinito universo del lenguaje de los colores y de las formas.

Encuentro.

 

Insularidad.
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