El escenario político internacional se ha tornado más complejo en los últimos días y, al decir de algunos medios, ha situado a la Cumbre de las Américas en un clima de incertidumbre, debido a la renuncia del presidente del país anfitrión, Pedro Pablo Kuczynski, por estar involucrado en un escándalo de corrupción.
Y es este, paradójicamente, uno de los ejes temáticos del encuentro que se celebrará en abril próximo. Hace poco más de un mes, ese mismo Gobierno había dejado claro que el mandatario de la República Bolivariana de Venezuela, Nicolás Maduro Moros, no sería bienvenido a la cita, a la que asistirán una treintena de jefes de Estado.
En consecuencia quedó excluida, como lo fue Cuba en varias ocasiones, lo cual evidencia un nuevo intento de los Estados Unidos en su campaña de descrédito contra los que piensan diferente porque —claro— Kuczynski, al igual que tantos otros, es un títere imperial.
Defender a Venezuela de las calumnias y los intentos de deslegitimación, como hicieron por nosotros en múltiples escenarios, es uno de los motivos para que los cubanos asistan a ese evento, lo que quedó patentado en las declaraciones finales de los foros Pensando Américas de la sociedad civil y los jóvenes y, sobre todo, en las intervenciones de la vocera Yamila González Ferrer y el diplomático Juan Antonio Fernández Palacios en el Diálogo Hemisférico, en Lima.
Como dijo recientemente en uno de estos espacios el profesor de la facultad de Economía de la Universidad de La Habana, Juan Carlos Imbert Mayola, “el imperio le teme a las fuerzas de las ideas de Venezuela”, y a que se demuestre que un sistema social más justo es posible y viable.
“Si nosotros somos un país pobre, subdesarrollado y hemos logrado conquistas sociales qué pudiera hacer el mundo si primara un sistema diferente”, refirió. ¡Qué ironía!…, los que hablan de tolerancia, diálogo y respeto mutuos financian campañas, se agencian mercenarios, premios, trampas, provocaciones, para desacreditar cualquier alternativa que ponga en juego sus intereses. No olvidemos que lo de “América para los americanos” es una piedra angular en su política exterior desde la Doctrina Monroe, en 1823.
¿Acaso no sería más provechoso que los cuantiosos recursos que emplean en su cacería de brujas los usaran en beneficio del pueblo estadounidense, el desarrollo del continente u otra causa noble?
Cuba siempre ha sido un ejemplo de dignidad ante el mundo y una defensora de las causas justas. Entonces asistir a esta Cumbre resulta también una conquista ganada sin haber cedido a chantajes, ni traicionar nuestros principios éticos. No somos una sociedad perfecta, pero sí una de las más democráticas y humanistas.
Tenemos conciencia de que es preciso cambiar lo que sea necesario en función del progreso y bienestar del pueblo trabajador y son los trabajadores —precisamente— quienes llevan a cabo las transformaciones en la vida económica y social del país, bajo la guía del Partido. Tiempos como estos hacen pensar en José Martí.
Justo en marzo de 1889 escribió Vindicación de Cuba, la carta donde respondía a las denigrantes acusaciones que vertía sobre los cubanos el artículo ¿Queremos a Cuba?, replicado por el periódico The Evening Post de Nueva York.
El gigante de las siete leguas siempre tratará de que nuestras manchas sean más visibles que la luz. Por eso, armados de las ideas del Maestro, los representantes de las más de 2 mil organizaciones que integran la verdadera sociedad civil cubana continuarán denunciando las campañas de descrédito y manipulación que tejen a diario, los que se hacen llamar defensores de la democracia y la gobernabilidad, para no permitir que los mercenarios usurpen la genuina representación de nuestro pueblo.
Iremos a la Cumbre de las Américas con la frase acuñada por Fernández Palacios de “Con Cuba no te metas”, y la clara posición unánime y consensuada de no compartir el espacio con quienes persiguen revertir el orden interno, el bienestar social y el sistema político que hemos elegido de manera soberana y democrática.
Con Cuba no han podido ni podrán, y al decir de un forista en nuestra página digital “para hablar de Cuba hay que ser cubano, patriota y tener lo que hace falta, sin que nadie pague o meta ruido en el sistema”.