Desde hace cinco meses la bailarina y coreógrafa Irene Rodríguez lleva a cabo un nuevo proyecto que vio materializado este fin de semana en la sala Covarrubias del Teatro Nacional de Cuba: por vez primera el público pudo presenciar cuatro funciones del espectáculo Danzar de generaciones, dividido en dos actos, el cual estuvo conformado por los talleres vocacionales y profesionales para niños y adolescentes, y de la Escuela de Formación Profesional de Danzas Españolas, a cargo de la compañía que lleva su nombre.
Con una matrícula de aproximadamente 400 estudiantes, no solo se les enseña el baile español desde disímiles técnicas y enfoques artísticos, sino que los preparan para la vida. Este espacio constituye algo más que una experiencia cultural al convertirse en la cantera idónea para formar hombres y mujeres de bien.
Para el éxito de la iniciativa fue decisivo el apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, y en especial del doctor Eusebio Leal Spengler, quien le ofreció un sitio en Malecón y Galeano.
“Hicimos un gran esfuerzo para realizar las funciones con buena calidad en las coreografías con tan solo cinco meses de trabajo. Los pequeños reciben dos horas semanales de clases y agradezco el apoyo de los padre y profesores en la disciplina y asistencia a los ensayos”, comentó Irene Rodríguez en declaraciones exclusivas a Trabajadores.
En el escenario los muchachos mostraron seguridad y elegancia en sus interpretaciones. Hicieron gala de un estilo personalísimo que lleva la huella de su maestra. Familiares, amigos y público en general quedaron complacidos con las presentaciones en las que predominó una variedad de colores y formas en el diseño de vestuario y las coreografías interpretadas. En apenas dos horas, los espectadores transitaron por obras como Meneíto, Tangos del Olé Olé, Ayer tuve un sueño, Primavera, Sevillana Bolera, entre otras.
Desde el primer asiento Irene Rodríguez observaba a sus niños, unas veces seria y otras con la mirada inquieta, pero con la certeza de que ha realizado un buen trabajo con el “futuro de la compañía”.
En el próximo mes de julio iniciará el proceso de captación para estudiantes interesados en formar parte de los talleres y de la escuela de formación profesional, que comenzará en septiembre.
¿Te consideras una maestra rigurosa?
Sí, muchísimo. Lo soy con ellos porque también me exijo a mí misma. Es la única manera de lograr el éxito. La disciplina, el rigor y la constancia diaria son fundamentales para un bailarín. Enseñar es maravilloso, fijas tus conocimientos y te hace replantear de manera constante lo que es necesario para crear nuevos artistas, valores, además de ayudar a desarrollarse a personas que aman la danza.
¿Cuáles proyectos inmediatos tienes en mente?
“La compañía se prepara en estos momentos para actuar en el Kennedy Center, de Washington, juntos a otros artistas del país, donde participaremos en el Festival de las Artes de Cuba en el mes de mayo.
“Asimismo los días 22, 23 y 24 de junio estaremos en el Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso con De lo clásico al flamenco, acompañados de la Orquesta Sinfónica de Cuba y el Ballet Nacional de Cuba (BNC). Dedicaremos las funciones al aniversario 70 de la fundación del BNC”.
Lo fundamental para un bailarín.
“Te lo comentaba hace un rato: la disciplina, el rigor y la constancia en el día a día, incluso tanto como el talento el cual, si no viene aparejado de estas tres cosas, se queda solamente en eso, un talento no aprovechado y educado como debe ser. Por per se no se alcanza técnica y rigor artístico.
¿Qué siente Irene Rodríguez cuando baila?
“Es lo que más feliz me hace en la vida, para qué mentirte. Bailar significa un método de expresión, un desahogo, una pasión. Si no puedo hacerlo no soy yo. Cuando toque la transición, me escudaré en aquellas otras aristas del arte que igual disfruto como es el magisterio y coreografiar, pero por el momento quiero seguir bailando”.