El tope competitivo, infaltable hoy en la planificación de la forma deportiva de un atleta o selección, se ha convertido en varias cosas al mismo tiempo en Cuba: complemento lógico de un gran resultado, tabla salvadora para justificar un descalabro, obstinación de algunos entrenadores para viajar aunque no sea el momento justo, y reservorio de lagunas en los sistemas de entrenamiento.
Durante varios años, este tipo de roce fue asumido en nuestro movimiento deportivo con intercambios ventajosos en países del antiguo campo socialista, adonde también se acudía para realizar bases de entrenamiento. No pocos de aquellos encuentros finales en la última parte de la preparación eran más beneficiosos para nosotros que para ellos, dado el nivel de calidad que tenían sus baloncestistas, gimnastas, luchadores, remeros, entre otros.
Un componente económico tocó a las puertas de este apartado en la década de los 90 del siglo pasado, y muchos atletas y conjuntos vieron reducidos esos intercambios —algunos hasta quedaron sin ninguno—, lo cual afectó, con total lógica, la dinámica y los podios de disciplinas claves para Cuba.
Sin embargo, a la par que eso sucedía el concepto de topar en el mundo ha ido cambiando, pues hay una tendencia actual de preferir ensayos a nivel de laboratorios (entiéndase enfrentamientos internos o con contrarios específicos y de alto nivel), o en el mejor de los casos solo usar estos enfrentamientos bilaterales para foguear equipos juveniles.
Hay ejemplos clásicos que nos tocan: los topes de béisbol, boxeo y voleibol contra Estados Unidos (el primero ha sido el único retomado en el 2012); los de voleibol que tenían nuestras Espectaculares Morenas del Caribe en su momento de más esplendor con formaciones rusas y chinas; y los sostenidos por baloncestistas con Brasil y quintetos europeos.
Más allá de algún que otro brazo cruzado por nuestros federativos para buscar variantes; lo cierto es que no es fácil negociar estos desafíos cuando median gastos de transportación, alojamiento y alimentación para quienes invitan, en tanto florecen criterios de esconder figuras o conjuntos para que los rivales no los estudien o graben en esos duelos amistosos.
¿Qué hacer? ¿Se mueren los topes? Hay un nicho primero que aprovechar hacia lo interno —me refiero a lo que se puede lograr entre provincias—, y en el caso internacional urge escoger cuál nos conviene más y de qué forma, para no caer en la tentativa de jugar y probar aunque se trate de un equipo o figura de la Conchinchina. Hay valores de solidaridad que no puede obviarse en este análisis, pero las evidencias demuestran que no son tan mágicos como muchos han querido venderlos, sin restarles su sonada importancia.
Acerca del autor
Máster en Ciencias de la Comunicación. Director del Periódico Trabajadores desde el 1 de julio del 2024. Editor-jefe de la Redacción Deportiva desde 2007. Ha participado en coberturas periodísticas de Juegos Centroamericanos y del Caribe, Juegos Panamericanos, Juegos Olímpicos, Copa Intercontinental de Béisbol, Clásico Mundial de Béisbol, Campeonatos Mundiales de Judo, entre otras. Profesor del Instituto Internacional de Periodismo José Martí, en La Habana, Cuba.