Por Jessica James Pupo y José A. Rivero Bidopia*
La actualidad que vivimos no es más que el resultado de una ley dialéctica del desarrollo social, económico, científico e intelectual que se ve reflejado a nivel de todas las esferas, pero tal parece que con el paso del tiempo se van olvidando ciertos hábitos, maneras, modales, el menudo y hasta la obligación de dar el vuelto.
Sí, ese que cuando vas a la bodega a comprar el pan para cuatro personas y pagas con un peso, la dependiente te dice toda cariñosa: “Mi amor, no tengo vuelto”; el que no te dan si al montar la guagua pagas con un billete de cinco pesos por no tener 20 centavos al alcance de la mano, y el chofer, con un puñado de pesetas en sus manos, te devuelve cuatro pesos en lugar de 4.80.
Es el mismo vuelto que tampoco recibes si sales de la escuela o el trabajo para comer algún alimento y si la cuenta es de ocho pesos y pagas con 10, la camarera asume que está incluida la propina que a veces ni siquiera se ganó.
Pero lo más preocupante no es el hecho de que aquí o allá no tengan vuelto o menudo, sino la cotidianidad de lo descrito y cuánto significa para el bolsillo de un trabajador que vive de un solo salario o un estudiante estipendio- dependiente.
Si sacamos cuenta entre pan y guagua, de lunes a domingo, es un poquito más de 11 pesos, y al mes habremos perdido alrededor de 44 pesos a costa del “insignificante” menudo, sin calcular la propina autoatribuida y el vuelto que desaparece en muchos de los centros comerciales. Es lo que hace preguntarnos ¿qué no tienen la bodeguera, el chofer, la camarera o quienes prestan servicios: vuelto o vergüenza?
*Estudiantes holguineros que cursan cuarto año de Medicina.