Conocidas son las difíciles luchas de Jesús Menéndez hasta la conquista de la Cláusula de Garantía que dio origen al diferencial azucarero. Pero no menos trascendente fue su enfrentamiento, desde mediados de julio de 1947, a una nueva ley azucarera norteamericana, la S-1584, que echaba por tierra los logros alcanzados por el sector y aumentaba la dependencia de Cuba. Una disposición que amenazaba establecer, como él mismo definiera, “una cuota de hambre fija” como en tiempos de Machado.
Dicha ley, que regiría a partir de 1948, era parte de las medidas proteccionistas norteñas frente a la recuperación de los productores en la posguerra. Establecía para Cuba una participación del 28,6 % en el consumo de azúcar de la Unión, cuando el país aportaba alrededor del 60 % de este. Incluía también la Cláusula 202-E, rápidamente popularizada en Cuba como nueva Enmienda Platt, toda vez que establecía la retención o retirada de cualquier aumento de cuota a la nación que negase un trato justo y equitativo a los nacionales de EE.UU., a su comercio, navegación e industria.
Ello significaba que, de 5 millones 700 mil toneladas exportadas en 1947, la cuota se reduciría a 3 millones 200 mil toneladas en 1948, y a 2 millones 300 mil toneladas cuando Filipinas lograse producir su asignación. Además, ponía de manifiesto que la supuesta colaboración posbélica daba paso a una nueva etapa en el proceso de consolidación hegemónica de la nación norteña. Dicha ley tuvo la anuencia de los industriales azucareros cubanos y del Gobierno de Ramón Grau San Martín, según opiniones de los primeros y las gestiones aprobatorias del embajador cubano en Washington.
La enérgica oposición de Menéndez, la Federación Nacional de Trabajadores Azucareros y la CTC se recogió en la elaboración de una enmienda a la nueva ley que propondrían al Congreso norteamericano para que fuera adicionada a ella.
A ese fin, en la segunda quincena del mes de julio de 1947 Jesús llegó a EE.UU. para librar ese combate independentista en el mismo corazón del imperio, en un viaje costeado por los trabajadores mediante el denominado Fondo Patriótico, que sirvió también para cubrir la publicación de varios artículos en la prensa sobre la propuesta de los trabajadores cubanos.
Así, la conocida entonces como Misión Menéndez tuvo como objetivos tácticos principales: gestionar la movilización del proletariado norteamericano, de los funcionarios del gobierno y de los congresistas a favor del aumento de la cuota; interesar a los medios de difusión en dicha campaña y ganar el respaldo del Congreso de Organizaciones Industriales (CIO) y otras diversas personalidades e instituciones para lograr, al menos, que se sometiera a debate la inclusión de la enmienda.
Jesús recorrió Nueva York y Washington reuniéndose con obreros, organizaciones, dirigentes y personalidades de ese país.
En conferencia de prensa el 16 de julio, Menéndez destacó que la nueva ley significaba una revisión hacia abajo del mercado azucarero cubano de efecto desastroso en la predominante economía azucarera, recordó que una reducción similar durante la década de los años 30 condujo al desempleo masivo y al empeoramiento de las condiciones de vida del pueblo, y advirtió que la nueva ley crearía una explosiva situación similar a la que derrocó a Machado, mientras en otra intervención precisó: “A nuestro lado no están solamente los trabajadores azucareros. La nuestra es la batalla de Cuba, de su bienestar, de sus niveles de salarios y empleos elevados”.
Al adecuar su reclamo al nuevo rumbo de la política norteamericana, Jesús advirtió que la ley violentaba la denominada política del Buen Vecino, que ponía fin a la prometida estabilización de las economías nacionales en la posguerra, e informó que estaba en preparación, con el apoyo de la Confederación de Trabajadores de América Latina, una reunión de representantes obreros azucareros de los países productores por formar una organización internacional que luchara por garantizar el estándar de vida en la industria e impidiese el control monopolista frente a los intereses de los asalariados.
Por su parte, The World Telegram dedicó su editorial del 23 de julio a la campaña de Menéndez, y el 27 de julio de 1947 el New York Herald Tribune publicó un artículo rubricado por él y Lázaro Peña con el título Keep Cuba a good customer by raising the sugar quota (Mantengan a Cuba como un buen comprador elevando su cuota de azúcar), en el cual reclamaban una mayor cuota y un trato justo y recíproco para las relaciones comerciales entre ambos países. De esa campaña también se hicieron eco el New York Times y otros influyentes diarios.
La Misión Menéndez, más allá de una negociación económica, implicaba la modificación de las relaciones entre opresores y oprimidos, entre la metrópoli y la neocolonia.
Jesús acudió a la sede del Congreso norteamericano a fin de ganar para su causa a una parte de los congresistas que decidirían la aprobación o no de la ley. Para ello se instaló entre las columnas del Capitolio de Washington, y sorpresivamente se dirigía a estos para realizar un cabildeo visto quizás por primera y única vez en ese Congreso, por cuanto lo hacía un obrero cubano, comunista y negro para defender el derecho de su pueblo, exactamente donde se decidía la política interna y exterior de aquel país.
Jesús trató de que algún senador presentara la enmienda. Esta reclamaba para Cuba un 50 % de participación en el mercado estadounidense y otras medidas de beneficio para su industria azucarera sin lesionar los intereses de otras naciones. Ninguno aceptó presentarla, pero el demócrata Dennos Chávez declaró que la nueva ley significaba la restauración de la diplomacia del dólar y la muerte definitiva de la política del Buen Vecino, precisó que era contraria a todas las resoluciones, convenciones, declaraciones y principios adoptados y suscritos por los países del hemisferio occidental, y añadió que la Misión Menéndez era portadora de una demanda justa y simbolizaba el más profundo y limpio sentimiento patriótico de los cubanos, por cuanto fue una cruzada histórica a favor de la independencia de Cuba, de su progreso y desarrollo.
Con el apoyo de Jacobo Potovski, presidente del CIO, Jesús logró una entrevista con Clinton P. Anderson, secretario de Agricultura, a quien expuso que los azucareros cubanos no aceptaban la ley por ser una agresión económica. Al respecto Anderson le contestó: “Lo mejor que hacen ustedes es callar. Es menos peligroso que protestar”, e intentó persuadirlo, diciéndole que la ley concedía facilidades para incrementar la exportación cubana, cuando un crecimiento de la población en EE.UU. propiciase el aumento del consumo de azúcar.
Menéndez, que evidenció su estatura política, le respondió: “Suerte amarga la del azúcar cubano. Tenemos que esperar a que nazcan los hijos de los norteamericanos para poder vender azúcar, mientras se mueren de hambre los cubanos que ya han nacido”.
La intensa labor de Jesús llegó al Congreso. Las demandas de los azucareros cubanos se divulgaron en varios estados de la Unión, mientras en Cuba el Diario de la Marina y otros portavoces de la dependencia opinaron que la Misión hacía daño a Cuba, que era antipatriótica, que no reflejaba los intereses de la masa ni de la nación, y finalmente que estaba inspirada en Moscú.
El Senado aprobó la ley el 25 de julio de 1947 y la Casa Blanca la sancionó el 8 de agosto.
La Misión Menéndez no pudo triunfar, pero fue sin duda una cruzada histórica en defensa de los trabajadores, el pueblo y por la independencia de Cuba, que encontró eco en una parte de la sociedad norteamericana y recibió el respaldo de numerosas organizaciones obreras, religiosas, de intelectuales y otras de diversos países y, especialmente, de las uniones de obreros azucareros de las naciones productoras del dulce, los cuales, con nuevos bríos, se reunieron en La Habana en noviembre de ese año para analizar sus demandas y luchas; acordaron diversas medidas para el mejoramiento del sector y constituyeron el Comité Internacional de Trabajadores Azucareros con sede en Washington, del cual Jesús Menéndez fue elegido vicepresidente.
Cuando Menéndez regresó a Cuba, Grau había destituido por la fuerza a Lázaro Peña de la dirección de los sindicatos y oficializado la división de la CTC. Además, mediante un compromiso con el enviado del Gobierno norteamericano, George Marshall, había anulado la Cláusula de Garantía y otras medidas de beneficio para los trabajadores.
Ante las nuevas circunstancias el General de las Cañas señaló: Continuaremos luchando, pelearemos contra los enemigos de fuera y de adentro inspirados en el ejemplo de Maceo y Martí.