Pareciera que los hermanos Martínez Martínez, oriundos de Martí, en Matanzas, nacieron con la estirpe de los grandes, pues Orlando y Andrés alcanzaron la gloria mayor con el Título Honorífico de Héroe del Trabajo de la República de Cuba. Un tercero, Israel, sumó un sinnúmero de medallas, órdenes y diplomas de trabajador destacado; y otro, Isidro, se consagró a la inventiva de equipos para la agricultura. A Orlando Martínez Martínez, o simplemente Orlandito, como era conocido, la muerte lo sorprendió a los 77 años prácticamente en plena faena el 7 de enero último.
“A pesar de los achaques que ya lo aquejaban, incluida una operación a corazón abierto, él trabajaba todos los días del año”, recuerda Reina, su hija mayor. De pequeño, Orlandito poco conoció de juguetes, pitenes de pelota u otras diversiones infantiles. Hasta los 13 años su tarea principal fue hacerle frente a cualquier labor agrícola para ayudar a su pobre familia. Con esa edad llegó a La Habana en busca de mejores horizontes, y los encontró en la construcción.
Y bueno fue su empeño, pues nunca más se apartó de la albañilería, al punto de dejar su sello en la construcción de viviendas, escuelas en el campo, y en muy diversas obras desde las filas del Contingente de la Construcción José Antonio Echevarría, a la vez que participó en no pocas competencias interoficios tanto nacionales como internacionales. Corría el año 1964 y Orlandito fue de los primeros en alcanzar el Título de Héroe del Trabajo de la República de Cuba.
Por 20 veces fue trabajador vanguardia nacional, y también en ocho ocasiones ganó otro título, el de Héroe de la Zafra, porque machete en mano tampoco fue segundo de nadie. En su cuadra, en presencia de sus vecinos del Cotorro, recibió la Giraldilla de La Habana, y la familia atesora hoy, además, sus distinciones Armando Mestre y 28 de Septiembre, las órdenes Lázaro Peña de Primero, Segundo y Tercer Grados y otros muchos estímulos. El quehacer de Orlandito podría resumirse en su terquedad para asumir algún puesto de dirección: “Nada de ejecutor de obra, yo soy albañil”, solía decir.
Así prácticamente lo encontró la muerte, pues aunque se había jubilado en el 2001, en los días finales de diciembre aún laboraba como albañil.