La reunión que durante horas había agrupado a científicos de centros de investigación de La Habana había concluido. El debate había sido fructífero y la presencia de Fidel le confirió un realce especial al encuentro. Cuando pensábamos que el Comandante en Jefe se había marchado, de pronto lo vi aparecer: quería compartir con los asistentes en un ambiente más coloquial.
Logré situarme frente a él y me puse a escuchar su diálogo con los investigadores. Aproveché la ocasión para preguntarle su opinión sobre la labor que estaban desarrollando los científicos cubanos en la compleja coyuntura que vivía el país en aquel año de 1993 y comenzó a responderme elogiosamente.
En una pausa, miró con curiosidad mi libreta de notas por la que corría presuroso el bolígrafo recogiendo sus palabras, comentó sobre lo pequeña y rápida que era mi letra, y en un gesto espontáneo que me tomó por sorpresa cogió el block. Y como para no dejar dudas de su admiración por la labor que realizan nuestros investigadores, escribió él mismo, a continuación de mis notas, sus impresiones.
Han transcurrido 25 años de ese momento, sin embargo me sigo sintiendo orgullosa de la posibilidad que me dio Fidel de ser portadora de un mensaje con su propia letra para ese sector abnegado de nuestros trabajadores y de divulgarlo como un merecido estímulo en nuestro órgano de prensa en el Día de la Ciencia cubana.
Acerca del autor
Graduada de Periodismo. Subdirector Editorial del Periódico Trabajadores desde el …