En una memorable función del Ballet Theatre, el 2 de noviembre de 1943 en el Metropolitan Opera House de Nueva York, la prima ballerina assoluta Alicia Alonso dio vida a la más depurada Giselle del ballet homónimo, obra cumbre del teatro de la danza del Romanticismo, estrenada en 1841 en la Ópera de París. La excelsa bailarina, como vaticinó el reconocido crítico argentino Fernando Emery “nació para que Giselle no muera”. Su impronta, única, irrepetible y trascendente en la interpretación de la aldeana-wili ha quedado para la posteridad en una escultura en bronce de los creadores José Villa Soberón, Premio Nacional de Artes Plásticas 2008, y Gabriel Cisneros.
La pieza sorprende al espectador por su impresionante realización artística, así como por la fluidez de las líneas, los movimientos y los volúmenes que recrean a la diva en punta sobre una sola pierna en uno de sus memorables giros del primer acto de esta famosa coreografía bailada por ella durante 50 años, hasta convertirla en un mito internacional. En la misma fecha de su debut, pero en 1993, en el Gran Teatro de La Habana que hoy lleva su nombre se produjo la última actuación de la Alonso en Giselle. Allí, en el salón principal del lujoso coliseo, el primer día del año 2018 fue emplazada la monumental pieza develada por la nonagenaria bailarina acompañada de cuatro pioneras de la Escuela de Ballet.
El significativo acontecimiento contó con la presencia de Miguel Díaz-Canel Bermúdez, miembro del Buró Político del Comité Central del Partido y Primer Vicepresidente de los Consejos de Estado y de Ministros, y Abel Prieto Jiménez, ministro de Cultura, y se produjo poco antes de la tradicional gala del primero de enero, con la que el Ballet Nacional de Cuba celebró el advenimiento del aniversario del triunfo de la Revolución con la puesta en escena de Don Quijote, y se confirió el Premio Anual del Gran Teatro de La Habana a la compañía Danza Contemporánea de Cuba, el cual fue entregado por Alicia Alonso a su director Miguel Iglesias.
En el acto de inauguración de la escultura Eusebio Leal Spengler, Historiador de la Ciudad de La Habana, calificó este suceso como único y excepcional, y enfatizó que esta obra es, ante todo, un reconocimiento del pueblo a Alicia, quien llevó su arte a todo el mundo, con sencillez y aplomo, pero con una férrea voluntad, no solo para sostenerse ella, sino también a su compañía; en tanto calificó a la escuela cubana de ballet como uno de los más grandes aportes a la cultura nacional.
Sobre la magistral interpretación de la Giselle de la Alonso, el prestigioso historiador del Ballet Nacional de Cuba, Miguel Cabrera, también crítico de danza, editor y profesor ha dicho que su triunfo “no fue simplemente el de una bailarina talentosa, de solo 22 años, en un rol muy exigente, sino también el de un ser humano sobre una dura adversidad y la ratificación de una ética personal decidida a defender el potencial de talento de los latinoamericanos para imponerse en formas exquisitas de un arte considerado hasta entonces prebenda de las llamadas ‘culturas superiores’”.
Villa Soberón, igualmente presente en la ceremonia de develación, es autor de otra
s relevantes esculturas de personalidades de renombre mundial, como las de John Lennon en un parque del Vedado capitalino; la de Ernest Hemingway en la barra de su preferido bar-restaurante El Floridita, en La Habana Vieja; y la de Benny Moré, en el Paseo del Prado, de Cienfuegos. Con la ejecución de esta figura inspirada en Alicia- Giselle nuevamente logró uno de sus más preciados anhelos como artista: que sus obras pudieran despertar y comunicar emociones, y enriquecer los sentimientos más naturales y sencillos del ser humano.
Hace unos meses, cuando la Alonso visitó el taller de esculturas de la Universidad de las Artes (Instituto Superior de Arte), donde Villa Soberón y Cisneros iniciaban el proceso de moldeado de la obra, expresó a la agencia de noticias Prensa Latina que sentía “una felicidad grande porque es una forma eterna de reconocer mi arte”.
Cuba trascendió por vez primera al ámbito internacional de la danza a través de la versión coreográfica de Alicia Alonso y su protagónico en Giselle.