Por: Lianne Fonseca Diéguez
En la finca La Negra, en el poblado Floro Pérez, en el municipio holguinero de Gibara, acontece, en todos colores y sabores, lo que podría llamarse la utopía de la agricultura cubana. Y no peco por exceso. Solo hay que acceder hasta sus entrañas para percatarse de que aquellas 67 hectáreas se parecen bastante al paraíso.
Sorprende la cantidad de aguacates que pueden colgar de una planta mediana o las dimensiones de las guayabas, que apenas se sostienen en un arbusto de poco más de metro y medio de altura. Pero el milagro agrícola se hace más evidente cuando acaricias por vez primera un melocotón, cuyo aspecto solo has visto en los envases de jugo o refresco, y no crees que el exótico fruto pueda haber emergido en esa tierra gibareña.
Después de tal suceso, y conocer también que allí crecen más de 70 variedades de frutas, algunas de escasa presencia en Cuba como la chirimoya, el canistel o el maracuyá, además de diferentes hortalizas, no dudas que esa porción de tierra es una de las fincas de frutales que más avanza en Cuba, como la catalogaron autoridades nacionales de la agricultura.
Las palmas de oro por la asombrosa fertilidad de La Negra, perteneciente a la cooperativa de créditos y servicios (CCS) Floro Pérez y de donde se extraen mensualmente alrededor de mil quintales de distintas producciones, se las lleva el usufructuario Juan Carlos González, conocido como Juan Carlos, el Loco o el Rápido, por su hiperactividad en el trabajo, que, unida a un muy buen humor, ha hecho que lluevan frutas en el campo.
“Provengo de familia campesina. Toda la vida he trabajado en el campo. Cuando surgió el Decreto 259 solicité tierra y después por el Decreto 300 me la incrementaron. El terreno que obtuve estaba deficientemente explotado, pero ahora, a solo cuatro años, está al ciento por ciento de producción. Tras el llamado del Presidente Raúl Castro Ruz de incrementar el movimiento de frutales, me incorporé a este y comencé a sembrar frutas, cuya producción está realmente muy deprimida en el país”, explica.
“Yo me dije: cuando llegue a viejo, aunque sea me siento en la carretera a vender cocos. Los frutales se dan el año entero y dan buenos resultados; el turismo está demandando muchas frutas, pero no las hay. Utilizo el policultivo, o sea, la siembra intercalada de frutales permanentes, como aguacate y guayaba, con cultivos menores: zanahoria, remolacha, ajo y otros, que ayudan económicamente mientras los frutales crecen”, agrega.
Para que la prosperidad no se aleje, aplica diferentes métodos. Uno de estos es la poda de las plantas de guayaba para incrementar su productividad. También realiza la escalera de aguacate, sistema que consiste en tener sembradas variedades de ese fruto para lograr un equilibrio en la polinización, de manera que haya producción de aguacate todo el año y se beneficien el turismo y la exportación en los meses más duros para la cosecha.
Más allá de técnicas, la habilidad para ganarle terreno a la sequía ha sido el procedimiento más determinante para garantizar el progreso en la finca. “Cuando comenzamos fue difícil, pues vino la sequía y para salvar las plantaciones tuvimos que echarle agua a cada matica con pipas. Fue algo triste pero logramos salvar todas las plantaciones y ahora se ven los frutos del trabajo. Actualmente tengo instalado sistema microjet en la finca”.
La belleza que exhibe el terreno de Juan Carlos se debe, además, al esmerado cuidado de las plantaciones que realizan sus trabajadores, quienes reciben un tratamiento especial. “A todos les doy ropas de trabajo, botas y alimentación. En la atención al hombre está el éxito.
Para ello cuento con la ayuda de la Empresa Agroindustrial de Granos Gibara, que me proporciona muchos recursos”.
De no ser por la organización que ha impuesto este usufructuario, a base de respeto y control, La Negra no funcionara como lo hace, porque hay días que Juan Carlos se esfuma entre constantes viajes a la ciudad de Holguín para abastecer diferentes mercados de esa urbe.
Por su calidad, las producciones de La Negra tienen como destino, además de los mercados holguineros, los hoteles turísticos. Incluso fueron presentadas en la XXXVII Feria Internacional de Turismo (FitCuba 2017), celebrada en Holguín en mayo pasado. “Expuse allí mis frutales y varias compañías se llevaron la satisfacción de ver una finca, una CCS que tenga tan buenos resultados”.
Como Juan Carlos no deja de pensar en grande, está por iniciar la explotación de una minindustria, obtenida a través del Movimiento Nacional de Frutales al que pertenece. Con la línea, de tecnología italiana y ensamblada en Cuba, podrá aprovechar al ciento por ciento los picos de frutales, mediante la extracción de la pulpa, que será destinada a la industria, principalmente hacia las fábricas Turquino y Lácteo, de Holguín.
Tales logros y perspectivas de avances son posibles gracias al respaldo que a este usufructuario le brinda su familia, en especial su hija mayor Nair, de 22 años, quien labora junto a él cada día y se prepara profesionalmente como ingeniera agrónoma, para hacer mucho más valedera su contribución en la finca.
En su primogénita se nota cómo ha calado el ejemplo de laboriosidad de su padre: “Me levanto bien temprano todos los días, me voy a la finca en un tractor y comienzo a dirigir a los obreros y controlar el trabajo y la calidad. La finca se llama La Negra en honor a mi mamá, que se sacrificó mucho junto a mi padre para que la familia saliera adelante. Mi papá, que nunca tuvo nada, de un momento a otro, se empezó a levantar y ahora tiene una finca que todo el mundo admira. Por eso le agradezco tanto y lo ayudo”.
Con apenas 48 años de edad, pero el mismo temple de los más curtidos agricultores cubanos, los ánimos suficientes para “trabajar, trabajar y trabajar” y el relevo garantizado, Juan Carlos tiene todo lo que necesita para echar adelante a La Negra, ese fructífero terruño protagonista de sus mejores locuras.