Roberto M. López de Vivigo
Los VII Juegos Panamericanos en México 1975 están inscritos en la historia dorada de la halterofilia cubana. Por primera vez nuestros forzudos destronaban a los estadounidenses del cetro de la especialidad por naciones.
En cuatro de las nueve divisiones, los antillanos obtuvieron los tres títulos en juego. Carlos Lastre (56 kg), el Gigante de Oro o Kaki para sus amigos, protagonizó una de las hazañas más recordadas en esa cita regional. Con el primer lugar asegurado en arranque (97,5 kg), quería ganar en envión (140 kg) y acumulado (237,5 kg).
Los aplausos del público reconocían la estirpe del camagüeyano, as regional en Cali 1971, pero la alegría duró poco en ese momento, pues mientras realizaba el segundo ejercicio perdió el equilibrio y las pesas cayeron en su muslo derecho.
Entre el dolor y el socorro de los compañeros de equipo nunca pensó en la retirada de la competencia y le dijo al médico, al director técnico y al comisionado, que triunfaría.
Casi sin poder caminar se dirigió a la palanqueta y de un tirón consiguió el peso para obtener el oro con récord nacional y continental en la división de los 56 kg.
El inicio de su exitosa carrera tuvo como escenario el gimnasio Superman en la calle General Gómez en su natal Camagüey.
El entrenador y a la vez atleta del equipo nacional, Fernando Bernal, lo invitó a pasar y le dijo: “Tú tienes condiciones para ser pesista”.
En 1968 fue nombrado novato del año por la Comisión de Levantamiento de Pesas de la Ciudad de los Tinajones, como reconocimiento a sus triunfos en el Campeonato Provincial Juvenil y su similar en la primera categoría.
En la arena internacional Kaki obtuvo, entre otros, el título en los Juegos Centroamericanos y del Caribe de República Dominicana (1974) y el sexto lugar en el Mundial de La Habana (1973).
Gracias a su actuación en los panamericanos de México, Fidel lo invitó al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba e inmortalizó al Gigante de Oro: “Si Lastre se llamaría vergüenza, la vergüenza se llamaría Lastre”.