Tal parece que se escucha la campana que llama al orden y que fue necesario hacerla sonar varias veces durante toda la sesión, allí está la toga que utilizó aquella tarde, presta siempre a ser usada para defender verdades, parecen sentirse sus pasos… Allí está él, en la misma sala, vigilando el espacio de la justicia como hace 67 años atrás.
Fidel y otro líder de la FEU, Enrique Benavides, visitaron Cienfuegos el 12 de noviembre de 1950 para apoyar una huelga que protagonizó el estudiantado de esa ciudad por absurdas resoluciones del Ministro de Educación, y otras medidas llevadas a cabo por el claustro del Instituto de Segunda Enseñanza. Los sucesos fueron tomando exaltación hasta el punto de generalizarse y ser detenidos ambos.
El doctor Benito Besada asumió la defensa de Benavides y recordó siempre la serenidad con que Fidel estaba ese día, cómo almorzó y tomó café con tranquilidad antes de ir al juicio y cómo le manifestó que asumiría su propia defensa, podía hacerlo, tenía ese derecho pues estaba recién graduado de abogado.
En sus memorias Benito detalló que Fidel pidió la palabra, buscó una toga, esa que aún se conserva, y comenzó a hablar. Mientras exponía las ideas se hacia silencio en la sala y era un silencio profundo, nada se escuchaba, solo su voz, narró varias veces el abogado defensor.
«Su alegato fue una bomba, expresó Benito y pormenorizó: atacó a las autoridades policiales que agredieron al estudiantado y pueblo cienfueguero, inculpó de corrupción al gobierno de Prío, habló de desmanes, de violaciones de derechos… Todo era inédito, jamás se habían escuchado acusaciones semejantes en la sala de un tribunal en Cuba, yo me dije, esto se enreda, porque el juicio iba saliendo bien…» evocó Besada, quien también recordó que al decirle a Fidel que complicó el juicio, que no era necesario, este le dijo enfático: «Es verdad, asumo las consecuencias, pero son verdades que había que decir y las dije».
Las verdades dichas fueron tan ciertas y los argumentos tan contundentes que Fidel quedó absuelto en esa ocasión. En Villa Clara casi tres años antes del asalto al cuartel Moncada Fidel ensayó la autodefensa que lo consagró para la historia: la Historia me absolverá.