Las muchas tareas derivadas del XIII Congreso de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC) hicieron pensar a Rosario Fernández Perera, elegida entonces miembro del Secretariado Ejecutivo de la organización, que el movimiento sindical aceleraría su paso en todos los ámbitos necesarios.
Y no se equivocaba. La presencia de Fidel y Lázaro desde los meses previos al histórico encuentro de noviembre de 1973, sellaba un compromiso inmenso.
A ella le correspondía en lo adelante un frente bien activo: Educación, Cultura y Deportes. La madurez ganada en la lucha clandestina como miembro de la Juventud Socialista, y los años de labor en la Federación de Mujeres Cubanas tras el triunfo de la Revolución, le ofrecían confianza para con su equipo emprender un trabajo efectivo. Impulsar la educación para adultos en los niveles primario y secundario, el movimiento de artistas aficionados y los juegos deportivos entre los trabajadores fueron desafíos concretos de los años 70 en la sociedad cubana. Son muchas las vivencias junto al Comandante en Jefe, apunta Rosario.
Siempre cercano al universo de los trabajadores, promovió la creación de una escuela para la preparación de los cuadros sindicales cubanos y de otras naciones. Mientras se construía hizo presencia en varias ocasiones, daba ideas, hacía avanzar la obra porque estaba consciente de la utilidad que brindaría. “Sobre un propósito más masivo como las batallas por el sexto y noveno grados, tarea en la que la CTC se vio directamente responsabilizada, Fidel preguntaba con regularidad. Sus rigurosas interrogantes nos llevaban a documentarnos bien acerca de los asuntos para informarle con precisión”.
La cultura fue un sector de mucha acción por aquellos años, señala Rosario. “Tuve la fortuna de contar con un jefe de Departamento a la altura del Indio Naborí. La guía de Fidel fue decisiva para desarrollar un movimiento cultural sólido. Recuerdo cuando nuestros artistas aficionados representaron a Cuba en la antigua República Democrática Alemana. “Al regreso nos recibió el Comandante en Jefe; le entregamos un álbum de fotos. Le propusimos reproducir un fragmento del espectáculo para que lo viera.
En un primer momento se disculpó porque estaba apretado de tiempo, pero a los pocos minutos me tiró el brazo por encima y me dijo: ‘Voy a quedarme’, así pudo apreciar la calidad de los muchachos y muchachas”. Sabemos que Fidel siempre fue un apasionado del deporte —afirma la entrevistada—. Cuando se iniciaron los Juegos de los Trabajadores se quejó porque estaban concebidas muy pocas disciplinas. Entonces comentó: “Si incluyen el baloncesto hasta participo…”.
La experimentada dirigente sindical, que entre 1986 y 1989 encabezó la esfera político ideológica en el Secretariado Nacional de la CTC, rememora las felices coincidencias con el líder de la Revolución en las jornadas del Primero de Mayo; por las mañanas en el desfile y luego en las noches durante la condecoración de los Héroes y Heroínas del Trabajo, y otros merecedores de medallas y otros reconocimientos. “Siempre dialogaba con los distinguidos y con nosotros. Todos le pedíamos tomarnos una foto, y él accedía gentilmente.
“Para mí Fidel es un ser especial, muy sensible —subraya Rosario—. Supe de las muchas horas que le dedicó a Lázaro Peña, ya enfermo. En una oportunidad el Capitán de la Clase Obrera nos contó del aliento que el Jefe de la Revolución le transmitió momentos antes de someterse a una intervención quirúrgica. “Lo veo como el maestro que nos enseñó a tener fe en la victoria, por difíciles que fueran las batallas. Siempre confió en los trabajadores.
“No puedo pensar en Fidel muerto. Está ahí, vivo. Orientándonos, dirigiendo con todo vigor. Lo siento tan cercano como el día en que colocó en mi pecho la Orden Ana Betancourt, en la sede de la CTC”.