Ni los pequeños se quedaron en casa. Angely, por ejemplo, se despertó temprano e insistió en acompañar a su papá a votar. A la altura de sus cuatro años apreció por vez primera las elecciones. Pronto ella, vistiendo el uniforme de la enseñanza primaria y con la pañoleta azul anudada alrededor del cuello, custodiará las urnas.
Tomó en sus manos pequeñas la boleta doblada y con el voto registrado y la depositó. Se sintió grande, según me confesó.
En los colegios cienfuegueros, como en toda Cuba, todo transcurre con tranquilidad. En el que me corresponde ejercer el derecho al voto pude apreciar a jóvenes con 16 años recién cumplidos “estrenarse” en los sufragios y también a personas muy mayores, con bastones en sus manos, quienes fueron auxiliadas por los integrantes de la mesa electoral o los pioneros que custodiaron las urnas.
Es que en Cuba las elecciones son de todos, porque todos sienten al votar por uno de los candidatos a delegados que están respaldando, además, un proceso que ha tenido siempre al ser humano en el centro de la atención.