La aventura cubana de la británica Fleur Darkin (una de las figuras más reconocidas de la “nueva ola” coreográfica de su país) comenzó hace unos meses, cuando llegó a La Habana para montar con Danza Contemporánea de Cuba (DCC), como parte del programa Islas Creativas, que la compañía dirigida por Miguel Iglesias mantiene hace tres años con el British Council.
En los salones del Teatro Nacional (“laboratorio” de tantos clásicos de la coreografía nacional) se gestó Equilux, la obra que se estrenó este fin de semana en el teatro Mella. Una pieza más para el amplísimo repertorio de la agrupación madre de la danza moderna en Cuba.
Los bailarines de DCC tienen el privilegio (y también el desafío) de trabajar con coreógrafos de disímiles procedencias y concepciones estilísticas. “Son diferentes maneras de asumir el cuerpo —afirma Thais Suárez, una de las bailarinas emblemáticas de la formación—. Con Fleur descubrimos nuevas potencialidades. Fue un trabajo muy interesante”.
La coreógrafa luce satisfecha por la experiencia: “Son bailarines extraordinarios, únicos. Es increíble la inteligencia que demuestran, en dos sentidos: facilidad mental para captar las esencias de un nuevo movimiento y habilidad para concretarlo con sus cuerpos. Ha sido un permanente reto para mí”.
Gracias a esta colaboración entre DCC y el British Council han pasado por La Habana destacados coreógrafos. Cuba y Gran Bretaña, naciones lejanas y diferentes, comparten hace tiempo una historia común en el ámbito de la danza. Es de esperar que se escriban nuevos capítulos.