El horario laboral debe ser sagrado, y en el caso de los centros que prestan servicios a la población, muy respetados.
Llevo muchos años escuchando esas afirmaciones. Recuerdo una especie de “ofensiva” que se realizó hace algún tiempo en la que adecuaron la hora de apertura y cierre de tiendas, bancos, así como oficinas de trámites, hasta el extremo, en algunos sitios, de preguntar a las personas que acudían a los establecimientos comerciales, en dónde trabajaban y por qué estaban fuera de su centro. Por supuesto, la gente respondía lo que les parecía, ya que era una acción demasiado ingenua.
Pero la “campaña” tenía un sentido: hacer que se aprovechara al máximo el horario laboral, lo que significa en la práctica mayor productividad y producción, mejor estabilidad y calidad en los servicios y ajustarse a la disciplina correcta. Como ha sucedido con muchas otras buenas intenciones, porque o no llegamos o nos pasamos, todo quedó en el olvido y se regresó, más temprano que tarde y, por lo general (salvo raras excepciones), al tiempo rígido, o sea, de 8 a 5, “y pa’ más nadie”.
Ocurre, sin embargo, que en muchos lugares ni el establecido oficialmente se cumple con exactitud, pues abren más tarde de la hora fijada y cierran 10 o 15 minutos antes.
O sucede lo que a un amigo le pasó hace unos días. Fue a la farmacia que le corresponde con el llamado tarjetón de los medicamentos. Llegó media hora antes de la apertura fijada e hizo el número uno. Ya se veía con las tabletas en las manos en poco tiempo de espera. Pero para sorpresa de los que allí estaban una trabajadora de la unidad, al parecer la administradora, asomó la cabeza por la puerta y dijo: “Estamos de inventario…, no atenderemos hasta después de las diez de la mañana”. Inadmisible, a mi modo de ver, porque el conteo y chequeo pudiera realizarse en un tiempo extralaboral, sin afectar a la población.
Esa misma tarde tuvo necesidad de ir a un mercado industrial para comprar unos jabones. ¡Otra sorpresa! Una persona que estaba en la acera le informó que “habían fumigado y ya no abrirían más”. Eran las 3:00 p.m. De nuevo a su casa con las manos vacías.
A partir de esos hechos hago algunas consideraciones. En primer lugar ambas acciones, o sea, el inventario en la farmacia y la fumigación del mercado son necesarios, uno por el indispensable control interno y la otra como parte de las acciones de la campaña antivectorial en bien de la salud de la población. No obstante, ambos debieron efectuarse en horarios más adecuados.
Y sucedió ese día en la farmacia y el mercado, pero también en las agencias bancarias, en las oficinas de trámites (siempre complicadas), en las bodegas y en otros muchos establecimientos vinculados directamente a la población.
Veamos lo que dice la ley al respecto. El Código de Trabajo, en su artículo 89, define: “El horario de trabajo es una medida organizativa para dar cumplimiento a la jornada de trabajo y expresa las horas de comienzo y terminación (…). El horario (…) se aprueba por el jefe de la entidad, de acuerdo con la organización sindical, en correspondencia con los requerimientos técnicos, tecnológicos y organizativos de la producción y los servicios y se inscribe en el Convenio Colectivo de Trabajo”.
Y el artículo 147 plantea que se considera entre las violaciones de la disciplina la “infracción del horario de trabajo”. ¿Entonces?