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Camilo nos acompaña

Niños, jóvenes, ancianos, patriotas todos, llevan en sus manos flores. El mar, los ríos, las lagunas, reciben la ofrenda. Es el tributo al héroe desaparecido en las aguas pero inmarcesible en la memoria popular, porque cada 28 de octubre Camilo renace entre nosotros y nos vuelve a acompaña r con su inolvidable sonrisa.

Estaba en su pensamiento/ la talla del porvenir/ y él —sastre— quiso vestir/ a todo un pueblo harapiento./ El exilio, el mar, el viento,/ el Granma como tijera/ y luego la cordillera/ —sastrería de su hazaña—/ donde entalló a la montaña/ el traje de su bandera.

En su compromiso con el pueblo radica el secreto de cómo llegó a convertirse casi en un personaje de leyenda aquel joven alegre, jaranero y bailador, a quien la necesidad de ganarse la vida truncó el sueño de hacerse escultor. A la vez que ayudaba a su padre sastre en los encargos que le solicitaba la tienda de ropa El Arte, asumía allí las tareas de mozo de limpieza, mojador de telas, mensajero, dependiente…

En Estados Unidos, adonde viajó como lo hacían entonces otros muchos cubanos en busca de mejoría económica, trabajó como lavaplatos, limpiador de cristales, empacador, dependiente de bares y restaurantes, obrero industrial… Pasó hambre, frío, sufrió el acoso de las autoridades de Inmigración por estar ilegalmente en ese país y lo deportaron a Cuba.

En su tierra fue herido por honrar a Maceo, golpeado y detenido en un homenaje a Martí, y fichado nada menos que por el Buró de Represión de Actividades Comunistas (Brac). ¡Qué deshonra para aquel régimen que castigaba a quien glorificaba a sus próceres!

Otra vez partió a territorio estadounidense, pero decidido a seguir la causa de Fidel y con ese fin viajó a México. Y al retornar a Cuba surgió el Camilo comandante guerrillero, protagonista con el Che de la hazaña de la Invasión, el vencedor de Yaguajay.

Su sonrisa de victoria/ dijo al clamor popular/ que juntas pueden andar/ la sencillez y la gloria./ Jamás tan brillante historia/ tuvo menos arrogancia/ y hasta el nombre —resonancia/ de chispas, llamas de cielo—/legendario caramelo/ fue en los labios de la infancia.

Apenas 10 meses Camilo pudo dedicar a la construcción de la patria nueva. Fiel a la confianza depositada en él por el Comandante en Jefe, se convirtió en un puntal de la Revolución y un abanderado de la unidad; les habló a los obreros, a los campesinos; conjuró la traición y declaró ante quienes querían frenar el proceso revolucionario que como en los días de la guerra este solo tenía dos caminos: vencer o morir. Y llegó aquel infausto 28 de octubre.

No, no ha muerto el capitán/ del pueblo, porque su idea/ prosigue, con su pelea/ de redentor huracán./ Ladrones de tierra y pan,/ asesinos descubiertos/ no veáis cielos abiertos/ cuando enterremos medallas,/ que el pueblo gana batallas/ con su ejército de muertos.*

*Fragmentos del poema del Indio Naborí Camilo no ha muerto

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