Cambiar el futuro de la migración. Invertir en seguridad alimentaria y desarrollo rural. Ese es el tema que la FAO saca a la palestra este 16 de octubre, Día Mundial de la Alimentación, en un intento de que los gobiernos concienticen las consecuencias y enfrenten los desafíos que impone este universo complejo e inconstante.
Una multitud de factores provocan estos traslados: conflictos e inestabilidad política; el hambre, la pobreza y el aumento de los fenómenos meteorológicos extremos relacionados con el cambio climático, entre los principales. Las personas buscan oportunidades para prosperar cuando no las tienen en su lugar de origen, aunque la mayoría, unos 763 millones, se reubican dentro de sus propios países más que en el extranjero.
Cuba no está exenta de este fenómeno. Las principales mudanzas son del campo a la ciudad, en busca de mejores condiciones de vida; sin embargo, la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte que, al invertir en el desarrollo rural se puede aprovechar el potencial de la migración para apoyar el crecimiento económico y aumentar la resiliencia de las comunidades, sentando las bases para una recuperación a largo plazo y un progreso inclusivo y sostenible.
Mucho se ha hecho en la campiña cubana, quizás más que en la mayoría de los países en desarrollo, para asegurar equidad entre la vida rural y urbana. No solo están las fuentes de empleo y las tecnologías para hacer sostenible la economía de las familias, existe una red de servicios que garantizan desde la atención a la salud, la educación, la seguridad social, y de la tenencia de la tierra, algo que hoy se ve como una quimera en el mundo.
Una veintena de Lineamientos, aprobados por el VII Congreso del Partido, abordan las transformaciones agroindustriales, entre ellos el 154, que define la necesidad de una política integral que estimule la incorporación y estabilidad de la fuerza laboral en el campo, en especial de jóvenes y mujeres, unido a la recuperación y desarrollo de las comunidades agrícolas, para que junto a la introducción de nuevas tecnologías en la agricultura, garanticen el incremento de la producción agropecuaria, y se exprese en un aumento de su participación en el producto interno bruto.
En los últimos años, la agricultura cañera y no cañera marcan un ritmo ascendente en sus producciones; hasta el momento del paso del huracán Irma y a pesar de la intensa sequía, se cumplían casi todos los surtidos de los alimentos que provienen del campo, mas ahora hay una baja en las ofertas mientras los hombres restañan las heridas para que resurjan las plantaciones y los animales reflejen nuevamente su potencial productivo.
La maquinaria y las nuevas tecnologías introducidas en el agro en los últimos años tendrán que dar frutos a corto plazo, pues no se concibe que algunas entidades estén estancadas o tratando de romper sus cifras históricas de producción luego de esa inyección de recursos que las vigoriza. Tiene que haber correspondencia entre desarrollo y crecimiento.
Tampoco se puede desconocer el efecto del bloqueo económico, comercial y financiero que Estados Unidos impone a Cuba, y que cada día se recrudece. La flexibilización de las relaciones entre los dos países que se había dado en los últimos tiempos favorecieron el intercambio entre productores estadounidenses y cubanos, y ojalá no se les ponga freno.
Según el Informe de Cuba sobre la necesidad de poner fin a este hostigamiento, “entre abril de 2016 y marzo de 2017, la agricultura registró pérdidas en el orden de los 228 millones 680 mil dólares por la imposibilidad de exportar sus bienes y servicios al mercado estadounidense. Estos millonarios recursos pudieran haberse destinado al desarrollo de este importante sector”.
El documento informa que una variedad de piña de alta calidad que se cultiva en la isla, no se puede exportar a EE.UU., mayor consumidor de la fruta, ni tampoco los tabacos Premium, un producto único en el mundo. Si fuera lo contrario, y según los cálculos, Cuba podría ingresar anualmente unos 117 millones 581 mil 940 dólares.
Los ganaderos norteamericanos tampoco pueden importar la vacuna cubana Gavac, de probada efectividad en el control de las garrapatas, lo que mejoraría su masa vacuna, y aportaría 2 millones 250 mil dólares para la economía del país.
En medio de tantas circunstancias se modernizan las tecnologías y capacitan a los agricultores para enfrentar los desafíos que se les imponen. El reto es producir más con menos y cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible.