La realidad siempre supera cualquier expectativa cuando se trata de buscar en el pueblo historias y protagonistas del movimiento deportivo, no siempre conocidas como los campeones o medallistas olímpicos y mundiales, pero que sustentan la actividad física en el poblado más lejano o el municipio montañoso y garantizan además la continuidad de grandes triunfos de Cuba en lides internacionales.
Y así quedó evidenciado en la oncena edición de nuestro concurso: ¡El deporte cubano soy yo!, para el que recibimos cerca de un centenar de trabajos de 12 provincias, con los mayores aportes de Villa Clara, Matanzas y Cienfuegos, por este orden. Anónimos nombres de entrenadores, activistas, peñistas, profesores de Educación Física, estadísticos, entre otros, merecieron líneas escritas desde el ejemplo y la consagración.
El jurado desea significar que por la calidad de la investigación, todos los materiales se entregaron al INDER con vistas a que esas personas sean tomadas en cuenta para futuras actividades de reconocimiento en sus territorios, pues méritos les sobran a todos.
Lo inédito y original de la presentación, el testimonio o la historia contada más periodística, así como la calidad de la redacción determinaron los premiados, entre los que repitieron algunos habituales a nuestra convocatoria, aunque varios debutantes lo hicieron por la puerta ancha y estarán junto al colectivo del periódico Trabajadores durante la actividad de premiación en las próximas semanas, prevista para una de las instalaciones recién remodelada por el INDER.
Otra de las ganancias del presente certamen resultó la impronta en los colectivos laborales, pues obreros, médicos, maestros, secretarias, contadores, mecánicos y otras profesiones aparentemente alejadas de las redacciones se atrevieron a participar con obras muy interesantes de su entorno más cercano.
Finalmente, el fallo del jurado reitera que para este tipo de concurso sigue siendo clave el acercamiento a lo que muchas veces los medios de comunicación no reflejan, pues los verdaderos héroes del deporte cubano y de la sociedad toda pululan entre nosotros sin pedir nada a cambio, solo ser cada vez más útiles a su país.
La entrega de tres premios y cinco menciones obedece a reconocer la mayor cantidad de obras con una calidad por encima de la media. Sobre la segunda parte del concurso, que consistía en responder tres preguntas históricas, baste decir que todos, sin excepción, acertaron.
PREMIADOS
Primer lugar: Carlos Manuel Rodríguez García, de Caibarién, Villa Clara.
Segundo Lugar: Isael Borges Rivero, de Los Arabos, Matanzas.
Tercer Lugar: Jesús González Barriga, de Camajuaní, Villa Clara.
Menciones:
– Juan Carlos Olbines Yaiz, de Urbano Noris, Holguín.
– Juan Nelson Acosta, de San Juan y Martínez, Pinar del Río.
– Juan Carlos Sarría Arias, de Cienfuegos, Cienfuegos
– Julio Miguel Migueles Vázquez, de Cruces, Cienfuegos.
– Othniel Ruiz García, de Santa Clara, Villa Clara
Respuestas de las preguntas
1.- Las primeras preseas mundiales de la lucha cubana llegaron en el estilo libre en la cita celebrada en México 1978. Mencione los nombres y el color de las medallas.
En el XXXIII Campeonato Mundial de Luchas, entre el 20 y el 27 de agosto de 1978, los cubanos que subieron al podio fueron dos, ambos con metales de bronce. El primero Luis Ocaña, en los 52 kilogramos, división ganada por el soviético Anatoli Beloglazov, vencedor en la final del alemán Hartmut Reich. Luego, Bárbaro Morgan ancló tercero en los 100 kilos con una demostración inolvidable para los especialistas.
2.- Dos ciclistas cubanas han logrado ser titulares mundiales juveniles y de mayores, pero solo una en la misma especialidad. Diga su nombre y prueba.
Lisandra Guerra Rodríguez, oro en campeonato mundial juvenil de 2005 celebrado en Austria y en el de mayores en Manchester, Gran Bretaña 2008. En ambos casos lo hizo en la prueba de 500 metros contrarreloj. Ahí radica su diferencia con Yumari González, titular junior en esa prueba, pero en la categoría elite lo hizo en el scratch.
3.- ¿Quién ostenta el récord de más fly de sacrificio en una misma entrada en nuestras series nacionales? Ofrezca la mayor cantidad de detalles de esta curiosidad.
José El Chivo García logró dos fly de sacrificio en una misma entrada el 8 de abril de 1973 durante el juego entre su equipo Mineros y Henequeneros. Era defensor de la tercera base de los equipos orientales en las décadas de los 60 y 70 y la hazaña cobra mayor relieve porque es lo máximo que puede lograr un pelotero en un capítulo.
Primer lugar: Un Guajiro Apasionado
Por Carlos Manuel Rodríguez García
Era un hombre de campo. Nació en 1906, en el ingenio azucarero Reforma, de Caibarién. Desde muy pequeño tuvo que ayudar a su padre y hermanos en las labores de una finca que no era suya. El único entretenimiento era jugar a batear chapas con sus amigos, y a veces, con una pelota de trapo.
Siendo un mocetón comenzó a trabajar en la brigada de vías y obras del central, y después de chapear y reparar kilómetros de vías férreas, se iba a practicar con sus hermanos Chilo y Mingo, armados de guantes viejos, para estar en forma durante el juego dominical, partido que solo se suspendía por ciclón o por la zafra.
Se jugaba en un potrero y las bases eran piedras. Este hombre era el pitcher y mánager del equipo. Y siempre con el número 44 en la espalda.
A mediados de la década del 30, ya el equipito del guajiro, sin nombre aún, tenía cierta fama por los alrededores. Le solicitó al dueño del ingenio un pedazo de potrero frente a la carretera y comenzó a marcarlo. Muchos años después me enteraría que la pita de nylon que usé en mi niñez para empinar papalotes, fue con la que se tomaron las medidas al terreno.
Le chapearon la media luna, lo cercaron rústicamente, colocaron bases forradas de sacos y construyeron un pequeño graderío y dos dugouts de tablas de palma. Ya estaba lista la sede del equipo y poco después, en 1938, surgía el Deportivo Reforma, club amateur que ganaba más de lo que perdía, y que se vanagloriaba de la vez que tuvieron en el montículo como invitado a Catayo González (no sé si fue cierto).
Ya a finales de los 40, el guajiro insistía en continuar siendo el primer pitcher del equipo, y como también era el mánager, pues nadie lo contradecía. Un día funesto, con seis o siete carreras en contra, no quería entregar la pelota y entonces Oriol, Menelio y Mongo, los tres outfielders del equipo, se quitaron los guantes y se negaron a seguir jugando. Esa sería su última salida al box, pues se dedicó por completo a dirigir al equipo.
Después del triunfo de la Revolución, al organizarse la Liga de Béisbol Azucarero, el team cambió su nombre por Marcelo Salado, nuevo nombre del central, quedando campeón provincial en varias ocasiones.
A principio de los años 70, le piden que dirija el equipo del municipio en la serie provincial. No sé el año exacto, pero Caibarién ganó el campeonato. Esto significaba ser el mánager del equipo Las Villas, segundo de la región central, detrás de los legendarios Azucareros. Se reunieron los directivos del INDER con el viejo y le plantean la posibilidad de que fuera a Las Villas, pero como coach, pues le iban a dar la dirección a un joven que le conocía un mundo al béisbol. Su respuesta no se hizo esperar:
– Y si sabe tanto de pelota, ¿Por qué no ganó la provincial?
Era el broche de oro. No dirigió más. Pero siguió fiel a la pasión. Hasta su muerte en 1997 no se perdió un solo juego de la liga azucarera en el estadio que con tanto sudor construyó, ni dejó de seguir un partido del Villa Clara o Las Villas por radio, pues entre el glaucoma y las cataratas le robaron la luz de sus ojos. Disfrutó enormemente los tres campeonatos al hilo de nuestros anaranjados.
Este cincuentenario del azúcar hizo lo imposible para que sus hijos y nietos fueran peloteros, pero aunque no lo logró, sí formó verdaderos aficionados y conocedores. Me crié oyendo sus discusiones con Juan Hernández, su cuñado, furibundo industrialista. Por él conocí de jugadores heroicos como Huelga, Verdura, Alarcón, Changa y muchos otros. Así como de Marrero, el Premier, y de Daniel “el chino” Canónigo, primer pitcher en ganarle dos juegos a Cuba en un mundial.
En 1998, Israel Sierra, antiguo cátcher del Deportivo Reforma y presidente del Consejo Popular, logró que la Asamblea Municipal bautizara al estadio del batey con su nombre, Giraldo García Alberna, mi abuelo.
Segundo lugar: Llerena, el boxeador de las adversidades
Por Isael Borges Rivero
Para José Vivian Llerena Godínez el boxeo fue pasión. En más de una década entre las doce cuerdas y más de un centenar de combates celebrados muchos recuerdos guarda, pero ninguno como las ocasiones en que tuvo que enfrentar al rival con una sola mano…y venció.
Natural del municipio matancero de Los Arabos, habla con alegría de los tiempos entre gimnasios, carreteras y vuelos internacionales.
No alcanzó la cúspide olímpica y mundialista, ni siquiera de unos
Juegos Panamericanos en la década del 80, pero se enorgullece de haber enfrentado a los mejores púgiles de su época en los 75 kg.
La primera vez que sufrió una lesión, fue en el hombro y brazo derecho en el Torneo de Campeones, en la ciudad de Holguín, cuando luego de conectar jab de izquierda y swing con la otra mano, sintió una intensa molestia en esta, al extremo de tener que ir atrás, con el rostro descompuesto y el torso inclinado.
Su adversario, de poco calibre en cuanto a conocimiento y experiencia, cuyo nombre no recordó en el diálogo, se percató de que algo le pasaba, pero no forzó el combate, continuó el intercambio normal, mientras Llerena acudía a todo su arte boxístico para pegar más y mejor, con una sola mano, durante los tres asaltos e imponerse de forma unánime.
Luego vendrían para Llerena peor ‘padecimiento’, porque, operado, se alejó del cuadrilátero varios meses, exigido por el deporte cuyos contactos físicos duelen demasiados y la mayoría de los golpes se esquivan con los brazos. Sin embargo, ascendió a la preselección nacional, sustentado éxitos y coraje.
Como si en pleno rigor del combate, respira fuerte y toma un nuevo aire, habló del segundo suceso del brazo fracturado, esta vez ante un rival mucho más fogueado y de resultados halagüeños. “Ocurrió en un Torneo Nacional Playa Girón, en Cienfuegos, ante Leonardo Winter, camagüeyano, que también estaba en el equipo nacional. No era de los principales, pero tenía calidad. Sin embargo, lo más curioso es que, golpeando con una sola mano, logré ganar por RSC en el segundo asalto, para sorpresa mía y de muchos otros. No lo esperaba.
“Él sí quiso aprovechar tal dificultad e iba en mi busca para conectar mejor. Tuve que ir atrás, pegar de contragolpe, y ese ímpetu lo aproveché para conectarle un gancho fuerte al mentón.
Uno de los mejores momentos del entrevistado fue a mediado de su carrera, al ganar 19 de 22 pleitos. Fue en un Torneo Nacional por Equipos. “Estaba que cortaba, me había preparado muy bien y ello me valió para ser enviado a participar en competencia fuera del país. Estuve en Guyana, Polonia y la desparecida Yugoslavia”.
En el ocaso de su vida deportiva no dejó de defender a la patria pequeña, y fue en una de tales ocasiones en que tuvo el tercer percance sobre el cuadrilátero en un Cardín. “Peleaba con Remigio Pérez, también camagüeyano, y uno de sus golpes me afectó la retina del ojo. Me operaron siete veces”.
-¿Significó esta nueva dificultad el retiro definitivo?
“No, seguí, quería vencer al más terrible de mis adversarios: la adversidad. Para lograrlo subí a los 81 kilogramos y combatí con grandes del momento, como Ezequiel Blanco, de la Capital, con quien perdí 3-2. Ese fue el final, pero no claudiqué, fui fiel a mi deporte hasta el último día que lo representé”.
En la actualidad Llerena es entrenador, luego de fungir varios años como activista en su tierra natal. “Es también una función bonita, y más que ello: la continuidad de este boxeador que se impuso a la adversidad, a tantas piedras puestas en mi camino”. Con la sencillez que lo caracterizó, nuestro protagonista, ejemplo de disciplina y consagración, quedó entre cuerdas, rodeado de guantes y otros implementos, parte de su vida y obra cotidiana, ahora como hacedor de nuevos pugilistas.
Tercer lugar: Un monumento para el Güije
En ocasiones cuando voy al estadio Raúl Torres Acosta de mi terruño Camajuaní, en Villa Clara, de forma involuntaria cierro los ojos y me parece estar viendo a Luis Pérez Pérez, conocido por todos como el Güije.
De estatura mediana, menudo, ágil, fuerte y negro como una noche oscura, observo sus movimientos constantes, pintando, marcando el terreno, chapeando a ambas manos, exigiendo por que se mantenga la disciplina y el orden en todas las áreas; de pronto regreso a la realidad y me parece mentira, Luis está muerto.
Este hijo ilustre y adoptado por nuestro pueblo, nació en Pina, Ciego de Ávila. Fue traído aquí de brazos de su progenitora Faustina junto a tres hermanos. Corría el año 1925 y arrastraban como herencia el hambre y la pobreza.
Con el tiempo el Güije marcaría pautas en este territorio y por qué no, en Cuba en dos aspectos muy importantes de sus hombradas. Primero, su vida como pelotero influyó de forma determinante en la adquisición de conocimientos para su posterior transmisión y en segundo lugar, como trabajador de mantenimiento del estadio, así como de entrenador.
El Güije con apenas 15 años era un prospecto del béisbol, jugó desde Matanzas hasta Guantánamo, lanzaba, era primera base y jardinero, un buen tocador de bolas, estafador de bases, bateador de tacto y poseía una curva endemoniada. Se convirtió en un excelente pelotero.
En 1945 juega en la Base Naval de Guantánamo, además jugó con el equipo del guaso y quedó campeón en pitcheo en una temporada. Regresa a su tierra y logra un contrato con la reserva del Club Cienfuegos, con posterioridad se le hizo un contrato con los Diablos Rojos de México al cual no se presentó por problemas personales. Para culminar esta etapa es necesario señalar su desempeño triunfal al frente del equipo El Trigal, considerado entre los mejores en la zona central.
Con el triunfo de la Revolución, el Güije es llamado a trabajar en el estadio de la localidad. Comienza como empleado de mantenimiento del terreno y con el decursar de los años llegó a entrenar todas las categorías de béisbol de manera voluntaria, tamaña faena qué asumió hasta su retiro, pero qué continuó con las tareas del terreno hasta los últimos momentos de su vida.
Luis Pérez Pérez fue un hombre de una estirpe de trabajo inigualable, de una voluntad de acero que no creía en imposibles ni en no se puede. Comenzaba sus labores cerca de las cinco de la madrugada y la noche acariciaba su piel negra y curtida por el sol, el sereno y por el trabajo. Su modesto hogar siempre fue el local que sirvió de taquillas en el estadio, una de las razones por la que pasaba las 24 horas en función del mismo.
En sus breves ratos de ocio, chapeaba voluntariamente las áreas del círculo infantil del territorio. Nunca le interesó el dinero, nunca hizo algo por recibir nada a cambio, todo lo realizaba por el bien, por ayudar al prójimo, al pueblo y a su Revolución. Así se ganó el afecto, el cariño y la admiración de todos los aficionados.
A lo antes mencionado debemos sumar su destacado protagonismo como entrenador, pues con penas cuarto grado de escolaridad tenía fuertes conocimientos empíricos que le sirvieron para participar en seis Juegos Escolares, ganó una serie provincial juvenil y aportó al alto rendimiento glorias deportivas como lo fueron René López, Eusebio Veiga, Germán Miranda y muchos más. Jamás guardó un secreto de sus profundos conocimientos sobre el béisbol como tampoco derrochó recursos del estado, pues era celoso cuidador.
Tan gran estela de triunfos, logros, esfuerzos y dedicación le valieron para ser homenajeado a todos los niveles y seleccionado por varios años vanguardia municipal, provincial y nacional. De igual manera se le estimuló con un viaje a la Unión Soviética, así como se le confirió la distinción Mártires de Barbados. También fue seleccionado entre los 100 mejores atletas del siglo XX en Camajuaní.
Tengo suficientes y veraces testimonios para decir qué nunca le faltó el apoyo de sus fieles amigos, del estado y del INDER. El 22 de abril del 2005 luego de un deterioro paulatino de su salud falleció El Güije. El deporte y el pueblo se vistieron de luto. Tristezas y lágrimas por uno de los imprescindibles, de los mejores.
En el primer aniversario de su descenso las peñas deportivas y el INDER efectuaron una merecida peregrinación al camposanto donde descansan los restos de este gran hombre; así como propusieron financiar un monumento a Luis Pérez, cuestión que hasta la fecha nada se ha avanzado.
Este proyecto constituye una bella idea a la figura imperecedera del Güije; parado en el terreno infantil y de frente al gran estadio, velando por el pedazo de tierra de la que fue fiel custodio por más de 40 años. Si un día, muy merecidamente se le hizo una estatua a Armandito el tintorero, hoy la de Luis es un reto para nosotros.
Gloria eterna al Güije.