“Yo he pescado toda mi vida y conozco el mar, pero cuando llegué y vi esto, lo que dejó, se me salieron las lágrimas”. Yosbel es un pescador camagüeyano; es un hombre que sabe de sortear peligros, de ser valiente, pero Irma le dejó sin casa, se llevó sus cosas, y él solo pudo llorar.
Vive en Playa Florida, un pequeño pueblo costero de Camagüey. Allí hay un poco más de 500 personas en alrededor de 330 viviendas. Sin embargo hoy, luego del paso de Irma, se ve aún más pequeño, pues casi la mitad de sus casas fueron derrumbadas o dañadas estructuralmente: 118 viviendas afectadas y de ellas 38 derrumbadas totalmente.
La comunidad está ubicada al sur sobre una franja arenosa en el borde más externo de la vegetación de mangle, y aunque muchos creyeron que no haría tanto daño, Irma también les dejó sentir su furia.
Casi todos lo que allí viven son pescadores o trabajadores de la UEB Playa Florida, perteneciente a la empresa Pesquera e Industrial del Sur (Episur), la cual también sufrió daños; por lo que el dolor y los deseos de superar las desgracias son dobles. Ahora la gente se divide en dos: un rato del día para levantar las casas y poner algo de techo y otro para limpiar el área de la industria del ostión o recuperar el techo que perdió la planta de hielo y la zona del torno, según explicó Yusmery Guevara, directora en funciones de la fábrica.
Los 10 barcos por suerte resistieron y en cuanto se pueda, pescar será la palabra de orden. Además, ellos saben que hay revertir las aproximadamente ocho toneladas de escama y 20 de ostión que dejaron de capturar por “culpa” de Irma.
Yosbel ya piensa en soluciones inmediatas. Él no está solo, tiene a su novia que también quiere “salir a’lante” con lo que dejó el mar.