Por Hassan Pérez Casabona*
Existe una desconexión, para infortunio de millones de habitantes en el planeta, entre los discursos de numerosos mandatarios y las realidades que deben enfrentar las grandes mayorías. Dicho abismo entre intervenciones vacías, que se sustentan en exposiciones demagógicas, y el duro bregar de hombres y mujeres de cualquier latitud se acrecienta con cada nueva cumbre. El 72 período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas no es la excepción, con independencia de pronunciamientos enérgicos de representantes de los pueblos que no renunciamos a erigir un planeta signado por la equidad y la justicia.
Las presentaciones del golpista Michel Temer y de Donald Trump -quien en las urnas recibió casi tres millones de votos menos que su contrincante demócrata- son dos claros ejemplos de la brecha descomunal entre el común de los mortales de Minas Gerais, Sao Paulo, Boston o Cleveland y los multimillonarios que ocupan torres en lujosas avenidas y se parapetan en cargos públicos para acrecentar su arcas.
En medio de toda la hojarasca, una y otra vez la figura de un hombre excepcional emerge en el recuerdo de seres humanos de la más variada procedencia. Nadie como el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz utilizó el podio enclavado en la bulliciosa urbe neoyorquina, para denunciar atropellos, expresar verdades y proponer soluciones sobre las problemáticas globales más complejas de la última media centuria.
El propósito de estas líneas es realizar un acercamiento a las principales ideas planteadas por el líder histórico de la Revolución Cubana, en las cuatro oportunidades en que intervino ante el plenario de esa organización, fundada luego del fin del II Guerra Mundial, en la medida en que recreamos algunas de las actividades cumplidas en ocasión de esos viajes.
“¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desparecido la filosofía de la guerra!”
El 18 de septiembre de 1960 Fidel partió hacia Nueva York, con el objetivo de participar en el XV Asamblea General de las Naciones Unidas. La delegación cubana estaba integrada además por Raúl Roa, el Comandante Ramiro Valdés, Celia Sánchez, Emilio Aragonés, Juan Escalona y Antonio Núñez Jiménez. Dos días más tarde se incorporarían a la misma el Comandante Juan Almeida y el destacado intelectual Regino Boti.
Desde su llegada al aeropuerto de Idelwild, una gigantesca multitud se congregó para saludarlo. Las autoridades anfitrionas, por su parte, además de un incidente provocado por la conducta violenta de un miembro del cuerpo de seguridad norteamericano, impusieron restricciones para la obtención de alojamiento de la comitiva. Manuel Bisbé, Jefe de la Misión Permanente de Cuba ante las Naciones Unidas, presentó una enérgica protesta por el descortés tratamiento de que era objeto el Primer Ministro antillano. [1]
Luego de hospedarse en el Hotel Shelbourne, situado en la calle 37 esquina a la Avenida Lexington, el dueño planteó la necesidad de que se le pagara mucho más, debido a la supuesta propaganda negativa que recibía por la presencia cubana, algo que la delegación rechazó tajantemente.
La decisión original de Fidel fue adquirir varias casas de campaña y armarlas en el jardín de la ONU, idea que incluso le trasmitió personalmente al Secretario General Dag Hammaskjold, quien intentó persuadirlo de ello orientando a funcionarios de su despacho que hicieran gestiones con diferentes hoteles.
Roa, en paralelo, había conversado con el propietario del Hotel Theresa, situado en Harlem, en la calle 125 esquina a Séptima Avenida, quien respondió mediante una llamada telefónica que ofrecía habitaciones gratuitas para los representantes cubanos. Al máximo dirigente de la ONU no le pareció válida esta propuesta, pues pensaba que debía buscarse una instalación de mayor categoría, pero encontró la aprobación de inmediato de Fidel, que horas antes le contó a sus colaboradores que de no poder ser en tiendas de campaña, entonces se quedaría en el barrio más humilde de la ciudad, que no era otro que Harlem.
Una vez instalado en dicho Hotel, Fidel recibió el saludo de diversos dirigentes de organizaciones negras, que le mostraban su orgullo por tenerlo entre ellos. El líder rebelde le obsequió por su parte a Larry B. Woods, propietario del inmueble, un busto de Martí con la inscripción: “Peca contra la humanidad el que fomente y propague la oposición y el odio de razas”.
Allí el guerrillero victorioso en la Sierra Maestra recibió, entre otros, a Malcom X; el presidente de la República Árabe Unida Gamal Abdel Nasser; el Primer Ministro de la India Jawaharlal Nehru, y a Nikita Krushohv, a quien le devolvió el gesto asistiendo a la sede diplomática soviética en dicha ciudad. En uno de los recesos de las sesiones en la sede de la ONU, saludó también el Primer Ministro de Ghana, . [2]
Consciente de la trascendencia que revestirían sus palabras en las Naciones Unidas Fidel se preparó mentalmente, a lo largo de las semanas previas, para que no quedara sin abordar ninguno de los asuntos cardinales que, a nombre de la Revolución, debía expresar en el plenario de la organización.
Según el testimonio privilegiado del capitán Núñez Jiménez, a la sazón director del Instituto Nacional de Reforma Agraria, el jefe de la Revolución fue diseñando el guión de su exposición en las más inverosímiles circunstancias y en diferentes recorridos por el país, mientras se desplazaba en avión, jeep o automóvil, tarea que continuó una vez arribaron a Nueva York.
Narra el excepcional geógrafo cubano que llegó a acumular tantos apuntes dictados por Fidel, que muchos compañeros de la escolta empezaron a bromear con él llamándole “Apunta Núñez”, en alusión al término utilizado por el jefe guerrillero, el cual se hizo cotidiano por aquello días.
Las cuestiones esenciales fueron mecanografiadas en tarjetas, si bien Fidel rechazó su empleo desde el podio. “Yo improviso las palabras, pero las ideas no”, sirvió no solo como respuesta para la ocasión, sino que refleja la manera en que invariablemente asumió la extraordinaria responsabilidad de dialogar con el pueblo.
El 26 de septiembre, finalmente, pronunció un vibrante discurso en el que sentenció: “¡Desaparezca la filosofía del despojo, y habrá desparecido la filosofía de la guerra! ¡Desaparezcan las colonias, desaparezca la explotación de los países por los monopolios, y entonces la humanidad habrá alcanzado una verdadera etapa de progreso!”. [3]
Su presencia en el recinto neoyorquino despertó enorme expectativa, al punto que diversas fuentes de la época consultadas reconocen la inusual aglomeración que se produjo dentro de la sala para escucharlo, con más de ochocientos delegados de 96 naciones (incluyendo quince jefes de Estado y 27 cancilleres), atentos a su serena exposición.
A los 34 años de edad encarnó de manera genuina un liderazgo internacional, a partir de que enarboló las causas de mayor alcance global desde una nítida perspectiva tercermundista. Bajo ese prisma deben escrutarse sus señalamientos fundamentales, convertidos a la vez en ejes en torno a los que se articuló un pensamiento coherente a lo largo de toda su vida.
- No habrá paz mientras exista colonialismo e imperialismo.
- Es imposible alcanzar estabilidad a escala universal si persisten injusticias que reparar.
- Han variado las formas de explotación, pero los pueblos prosiguen sufriendo.
- Hasta que no desaparezca la filosofía del despojo se vivirá con la pesadilla de una guerra, incluyendo una conflagración atómica.
- Mientras se avanza en el camino del desarme, hay que también avanzar en el camino de la liberación de ciertas zonas de la tierra del peligro de la guerra nuclear.
- La Asamblea General tiene que discutir la propuesta de desarme nuclear total y completo.
- Con la quinta parte de lo que el mundo se gasta en armamentos se podía promover un desarrollo de todos los países subdesarrollados, con una tasa de crecimiento del 10% anual.
- La guerra es un negocio. Hay que desenmascarar a los que negocian con la guerra, y los que se enriquecen con la guerra.
- Las dificultades más acuciantes que enfrenta la humanidad están interrelacionadas.
- Los problemas del mundo no se resuelven amenazando ni sembrando miedo.
- Hay que estar alertas contra el engaño y contra la confusión. Tenemos que explicar muy claramente todos estos problemas, porque en ello va la seguridad y la suerte de nuestros pueblos.
- La ONU es el resultado no solo de inversiones económicas sino, en primer lugar, de millones de vidas perdidas.
- Debe trasladarse la sede de la ONU hacia otro país, teniendo en cuenta la manera en que las autoridades norteamericanas entorpecen el normal funcionamiento de esa organización.
- No tiene la culpa el pueblo norteamericano de ser dirigido por una oligarquía militarista y agresiva.
- El gobierno de Estados Unidos no quiere pelearse con los monopolios, y los monopolios exigen recursos naturales y mercados de inversión para sus capitales.
- Cuatro o cinco grupos de monopolios son los poseedores de la riqueza del mundo.
- El caso de Cuba es el caso de todos los pueblos subdesarrollados y colonizados.
- El desarrollo de América Latina tiene que ser por medio de inversiones públicas, programadas y concebidas sin condiciones políticas.
- Hay una verdad que debiéramos sabérnosla todos como la primera, y es que no hay independencia política si no hay independencia económica. La independencia política es una mentira, si no hay independencia económica.
- Para que los países puedan ser verdaderamente libres en lo político, deben ser verdaderamente libres en lo económico.
- La opinión pública no puede presentarnos siempre a los pueblos subdesarrollados y a los revolucionarios como agresores, como enemigos del pueblo norteamericano.
- Los imperialismos son todos iguales, y son todos aliados.
- Defendemos las nobles aspiraciones de todos los pueblos. Estaremos siempre contra el coloniaje, contra la explotación, contra los monopolios, contra el militarismo, contra la carrera armamentista, contra el juego a la guerra.
Especial impacto tuvo su reclamo de que la República Popular China ocupara el escaño que legítimamente le correspondía, a partir del heroísmo desplegado por su pueblo en la lucha contra el militarismo japonés, durante la II Guerra Mundial.
Con respecto a Cuba precisó, luego de realizar un exhaustivo recorrido por nuestra historia de luchas, y como expresión de la soberanía alcanzada, que era la primera vez que un dirigente de América Latina hablaba en ese podio sin esperar la aprobación del delegado de Estados Unidos, así como que ninguna embajada gobernaba en un país que tenía como actor protagónico a su pueblo.
De igual manera condenó la presencia en el territorio insular de una base naval yanqui, impuesta contra la voluntad de la nación y denunció las acciones subversivas emprendidas contra nuestro pueblo, incluyendo el empleo de instalaciones en otros países latinoamericanos.
Resaltó los múltiples esfuerzos de la dirección revolucionaria por dialogar con el gobierno norteamericano, para encontrar solución pacífica a los problemas bilaterales, apoyándose en las notas diplomáticas enviadas a la Casa Blanca, el 27 de enero y el 22 de febrero de ese año.
En la primera de ellas se expresa que: “Sobre la base del respeto mutuo y recíproco beneficio con el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos, desea el gobierno de Cuba mantener e incrementar las relaciones diplomáticas y económicas y entiende que sobre esa base es indestructible la amistad tradicional entre los pueblos cubano y norteamericano”.
En la segunda, exactamente con el mismo espíritu, se pone de manifiesto que: «El Gobierno Revolucionario de Cuba, acorde con su propósito de reanudar por los canales diplomáticos las negociaciones ya iniciadas sobre los asuntos pendientes entre Cuba y Estados Unidos de Norteamérica, ha decidido nombrar una comisión con atribuciones al efecto, para comenzar sus gestiones en Washington en la fecha que convenga a ambas partes”, al tiempo en que se hace énfasis en que: «El Gobierno Revolucionario de Cuba desea aclarar, sin embargo, que la reanudación y desenvolvimiento ulterior de dichas negociaciones, tienen necesariamente que estar supeditadas a que por el gobierno o el Congreso de vuestro país, no se adopte medida alguna de carácter unilateral que prejuzgue los resultados de las negociaciones antes mencionadas o que pueda irrogar perjuicios a la economía o al pueblo cubano”.
La respuesta de la administración de turno, es una muestra palpable de la tradicional arrogancia yanqui, y de su inveterada vocación de aspirar a erigirse en non plus ultra de todas las cuestiones, arrogándose el derecho de tomar decisiones arbitrarias sobre aspectos que deben ventilarse más allá de sus predios.
En esta, al igual que en otras ocasiones, se utiliza un lenguaje donde ellos, quienes se entrometen y violan flagrantemente las más elementales normas del derecho internacional, tratan de parecer víctimas, escondiendo la verdadera esencia de lo que se ventila.
«El gobierno de los Estados Unidos no puede aceptar las condiciones para negociar expresadas en la nota de su Excelencia, al efecto de que no se tomarán medidas de carácter unilateral por parte del gobierno de los Estados Unidos que puedan afectar la economía cubana y la de su pueblo, ya sea por las ramas legislativa o ejecutiva. Como ha expresado el presidente Eisenhower en enero 26, el gobierno de Estados Unidos debe mantenerse libre, en ejercicio de su propia soberanía, para tomar los pasos que considere necesarios, consciente de sus obligaciones internacionales para la defensa de los legítimos derechos o intereses de su pueblo”. [4]
En otro orden, como expresión de una voluntad mantenida en el tiempo, Fidel invitó a que cualquiera de los representantes de las Naciones Unidas visitara nuestro país, para que conocieran de primera mano el alcance de las transformaciones sociales que se llevaban adelante. Hizo extensiva la propuesta a los periodistas para que apreciaran “lo que un pueblo es capaz de hacer con sus propios recursos, cuando los invierte honestamente y racionalmente”.[5]
Con energía dio lectura, en el cierre de su exposición, a varios fragmentos de la I Declaración de La Habana, aprobada por la Asamblea General Nacional del Pueblo de Cuba, el 2 de febrero de ese año.
El discurso concluyó a las 8 y 15 de la noche, cuatro horas y diez minutos después de que el presidente de la Asamblea General, el señor Frederick H. Boland le concediera la palabra al Primer Ministro cubano. Su intervención, otra vez en el recuerdo de Núñez Jiménez, fue interrumpida en doce ocasiones por cerrados aplausos y dos veces por la Presidencia. La ovación final con que el auditorio premió su valiente análisis no tenía referente alguno desde la existencia de ese órgano. Un diplomático suramericano expresó entonces una frase que, con el decursar de los años, otros han invocado: “La Isla del Caribe parece ahora un continente”. [6]
Dos días más tarde, luego de aterrizar en el Aeropuerto Internacional José Martí en un cuatrimotor cedido por el gobierno soviético, producto de que el Britania que los llevó a Nueva York fuera embargado por las autoridades norteamericanas, Fidel compartió con el pueblo que se dio cita frente a la terraza norte del Palacio Presidencial.
Cuando pasada las 10 de la noche estalló un petardo, con la intención de atemorizar a los participantes, el Jefe de la Revolución explicó con serenidad y firmeza: “Vamos a establecer un sistema de vigilancia colectiva, vamos a establecer un sistema de vigilancia revolucionaria colectiva. Y vamos a ver cómo se pueden mover aquí los lacayos del imperialismo”. Nacían así los Comité de Defensa de la Revolución.
*El autor es Licenciado en Historia; Especialista en Defensa y Seguridad Nacional y Profesor Auxiliar del Centro de Estudios Hemisféricos y sobre Estados Unidos (CEHSEU) de la Universidad de La Habana.
Notas, citas y referencias bibliográficas
[1] Manuel Bisbé Alberni. Nació en la ciudad de Santiago de Cuba el 28 de diciembre de 1906 y falleció de un infarto cardíaco, el 20 de marzo de 1961, en el puesto de combate asignado en Naciones Unidas defendiendo, sin concesión alguna, la verdad de la naciente revolución.
[2] Núñez Jiménez recogió un amplio testimonio de aquellas jornadas, documentado además con fotos de los maestros Alberto Korda, Raúl Corrales y de su propia autoría. Con relación al segundo momento en que se encontró Fidel con Krushohv, relató: “Salgo rápidamente hacia la residencia, situada en Park Avenue y Calle 86 y, al llegar, me sorprende ver la gran cantidad de fotógrafos, reporteros y público en general. (…) Saludo a Nikita, le explico y comprende –se refiere a que Fidel demoraría unos minutos por gestiones impostergables en el Theresa (HPC)-. Evidentemente siente una viva simpatía por Fidel y la Revolución Cubana. Un periodista, ante la larga espera, le pregunta: –Krushohv, ¿no se siente usted como una novia a la que han dejado plantada en la puerta de la iglesia? –Yo nunca he sido una novia –dice sonriente-. Fidel vendrá. –¿Es cierto que Castro es comunista? –pregunta otro periodista. –No lo sé, lo que sí sé es que yo soy fidelista– es la respuesta de Nikita”. Sobre la amena conversación con el estadista egipcio, reflejó: “El gobierno y el pueblo de la República Árabe Unida apoyamos solidariamente a la Revolución Cubana –expresa Nasser. (…) Nuestra amistad fue iniciada cuando el Comandante Raúl Castro visitó Alejandría, por los festejos del 26 de Julio. Esa fecha simboliza la victoria de las revoluciones egipcia y cubana. Raúl seguramente le habrá hablado a usted del entusiasmo desbordante con que fue recibido en el estadio de Alejandría. ¿Estaría usted dispuesto a visitar El Cairo?”. Curiosamente, 49 años después, en julio del 2009, el General de Ejército Raúl Castro sostuvo un emotivo encuentro en Egipto con Mona Abdel, hija de Nasser, luego de concluir la cumbre del Movimiento de Países No Alineados, donde nuestro país le entregó la presidencia a los anfitriones. Ver: Antonio Núñez Jiménez: En marcha con Fidel-1960, Ediciones Mec Graphic Ltd., La Habana, 1998, pp. 282-286.
[3] Ídem, p. 300.
[4] Varias de las intervenciones citadas de Fidel fueron tomadas del sitio digital del gobierno cubano que recoge íntegramente la mayor parte de sus discursos. La dirección genérica del mismo es www.cuba/gobierno/discursos y la descarga ocurrió a través de http//www/gobierno/discursos/2008/esp/f180208ehtml. En lo adelante, cuando solo se indique la fecha en que pronunció esas palabras, implica que fue tomada de dicha dirección. Fidel Castro Ruz: Discurso en la ONU, 26 de septiembre de 1960.
[5] Ídem.
[6] Antonio Núñez Jiménez: En marcha con Fidel…ob.cit, p. 305