Nadie le dio la bienvenida. Sin embargo, Irma entró como Pedro por su casa. Tenía la maldita intención de cambiarle el nombre al poblado costero de Punta Alegre, al norte del municipio de Chambas, de la provincia de Ciego de Ávila.
Mario García, custodio del establecimiento pesquero, no pudo neutralizar al malhechor encubierto con nombre de mujer. “Tremendo demonio nos azota”, fueron casi las únicas palabras que le expresó a su compañero de labor aquella tenebrosa noche del reciente 8 de septiembre.
“Pensé que la oficina de la dirección fuera el sitio más seguro, pero allí también sentí miedo. Le hice la última llamada telefónica a nuestro director a las tres de la madrugada siguiente, cuando el agua me daba al pecho. Por suerte, el mar reculó, sino no estuviera haciendo el cuento. Fue una vivencia aterradora por la fuerza del viento, la inundación y las planchas de los techos que volaban como fuegos artificiales”.
Apenas hubo una tregua, Raúl García, director de la unidad pesquera, abrazó fuertemente a ambos compañeros a salvo. Ahora lamenta los estragos: “Volaron todos los techos, excepto los de hormigón, y las embarcaciones, aunque las refugiamos, dos no soportaron los rafagazos, sabemos dónde están y pronto las recuperaremos”.
Y es que ni con el ciclón Kate en 1985 se colmaron de pánico los puntalegrenses. “Nada tan violento existía como precedente, pero un hombre precavido vale por dos, había trasladado los equipos eléctricos para la casa de mis suegros y las demás pertenencias las encaramé, por eso sobrevivieron”, declaró el jubilado Felipe González.
Mira hacia el mar, a unos 40 metros de su vivienda, y exclama: “Lo único que no tiene arreglo es la muerte que no sorprendió a nadie aquí. ¿Los daños materiales?, ya ustedes ven cuántas personas están movilizadas, esa es la obra generosa de la Revolución que no dejará desamparado a nadie, menos a los que se quedaron sin viviendas”.
Un meteoro solidario
Tras la relativa calma, dirigentes sindicales integraron una avanzada solidaria, encabezada por Consuelo Baeza Martín, miembro del Secretariado Nacional de la Central de Trabajadores de Cuba; Héctor Benítez Mora y Mariela Burgos Márquez, secretario general e ideológica de la organización obrera en el territorio avileño, respectivamente, entre otros funcionarios.
El puesto médico del lugar, con la presencia de pacientes y personal de salud, devino punto vital para darle lectura al mensaje: Llamamiento a nuestro combativo pueblo, del presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro Ruz.
Consuelo tomó como ejemplo la parte del texto en la que el General de Ejército menciona el protagonismo de las mujeres, para destacar la ejemplar actitud de la enfermera del Consultorio 5, quien continuaba brindando servicios pese a los embates a su hogar.
Al paso entre escombros y trabajadores a pie de obra, los sindicalistas dialogaron con Ricardo Coss Herrera, liniero de un contingente del sector eléctrico de Guantánamo. “Hace poco tiempo padecimos similares destrucciones, ahora nos toca ser solidarios hasta que retorne la luz a este pueblo”, expresó el joven.
Otra visita obligada fue a la arenera Van Troy, donde Baeza Martín y sus acompañantes insistieron en la apremiante revitalización de la infraestructura productiva. Se conoció que el colectivo laboral está convencido de la necesidad de incrementar el procesamiento de arena beneficiada para resarcir los daños en varias provincias.
Irma se fue, pero quedó un “huracán” de laboriosidad, de solidaridad y optimismo en Punta Alegre.
Acerca del autor
Licenciado en Comunicación Social. Economista y periodista. Escribe sobre asuntos económicos, agropecuarios, de la construcción y la cultura. Multipremiado en concursos de periodismo, festivales de la radio y otros eventos. Atesora las distinciones Félix Elmuza y Raúl Gomez García, los sellos Laureado y 50 aniversario del periódico Trabajadores, y la Moneda Conmemorativa 60 aniversario de la UPEC.